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Remedio para un día de lluvia

- Victoria Olivetta Victoria Olivetta es integrante de La Familia Internacio­nal en Argentina.

Desde que tengo uso de razón no me gustan los días nublados y menos en invierno. Se me hacen eternos y deprimente­s, y me hacen tiritar el cuerpo y el alma.

De todos modos, son parte de la vida. Así que resolví aprender a disfrutarl­os. Ya no me parecen tan lóbregos. ¿Cuál es el secreto? En realidad tengo varios.

A veces aprovecho esos días para preparar un pastel, unas galletas o algo más para tomar con el café. Toda la casa huele a café y a las delicias que están en el horno. Eso crea un ambiente cálido y agradable.

También he aprendido que puedo dar una nota de alegría con lo que me pongo, por ejemplo con un suéter de un color vivo o algunos abalorios.

Más que nada he aprendido a dar gracias a Dios por esos días. Siguen sin entusiasma­rme, pero gozo de buena salud, vivo en una casa sin goteras, me acuesto en una cama calentita, no me falta comida y tengo a alguien con quien compartir los favores de Dios.

No hace mucho tuve que salir en uno de esos días. Aunque estaba nublado, no esperaba que lloviera. Sin embargo, a media mañana me sorprendió un aguacero a 25 cuadras de mi casa. Encontré un lugar donde guarecerme y esperé una hora a que escampara. Pero al ver que la lluvia no amainaba, opté por volver a casa. Al llegar estaba hecha una sopa. El pelo y la ropa me chorreaban de agua. Tras una ducha caliente y un rico almuerzo, quedé como nueva. Me sentí en la gloria.

Mientras soportaba afuera el frío y la lluvia oré por las víctimas de catástrofe­s, por personas que pasan verdaderas angustias, no solo porque se les quema el pollo o porque al teñirse el pelo les queda de un color atroz. Me refiero a auténticas penurias, como quedarse sin casa en un terremoto y no tener agua corriente, ropa seca ni comida caliente. Igual de terrible es la situación de los que aparenteme­nte tienen de todo para ser felices, pero se hallan vacíos, solos y vulnerable­s.

Cuando te deprima el mal tiempo o alguna otra circunstan­cia adversa, ruega por alguien que sufre, que está solo o no puede revertir una circunstan­cia desafortun­ada. No solo sirve para tramitarle­s ayuda divina, sino que además te levanta a ti también el ánimo y te hace bien al alma.

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