Remedio para un día de lluvia
Desde que tengo uso de razón no me gustan los días nublados y menos en invierno. Se me hacen eternos y deprimentes, y me hacen tiritar el cuerpo y el alma.
De todos modos, son parte de la vida. Así que resolví aprender a disfrutarlos. Ya no me parecen tan lóbregos. ¿Cuál es el secreto? En realidad tengo varios.
A veces aprovecho esos días para preparar un pastel, unas galletas o algo más para tomar con el café. Toda la casa huele a café y a las delicias que están en el horno. Eso crea un ambiente cálido y agradable.
También he aprendido que puedo dar una nota de alegría con lo que me pongo, por ejemplo con un suéter de un color vivo o algunos abalorios.
Más que nada he aprendido a dar gracias a Dios por esos días. Siguen sin entusiasmarme, pero gozo de buena salud, vivo en una casa sin goteras, me acuesto en una cama calentita, no me falta comida y tengo a alguien con quien compartir los favores de Dios.
No hace mucho tuve que salir en uno de esos días. Aunque estaba nublado, no esperaba que lloviera. Sin embargo, a media mañana me sorprendió un aguacero a 25 cuadras de mi casa. Encontré un lugar donde guarecerme y esperé una hora a que escampara. Pero al ver que la lluvia no amainaba, opté por volver a casa. Al llegar estaba hecha una sopa. El pelo y la ropa me chorreaban de agua. Tras una ducha caliente y un rico almuerzo, quedé como nueva. Me sentí en la gloria.
Mientras soportaba afuera el frío y la lluvia oré por las víctimas de catástrofes, por personas que pasan verdaderas angustias, no solo porque se les quema el pollo o porque al teñirse el pelo les queda de un color atroz. Me refiero a auténticas penurias, como quedarse sin casa en un terremoto y no tener agua corriente, ropa seca ni comida caliente. Igual de terrible es la situación de los que aparentemente tienen de todo para ser felices, pero se hallan vacíos, solos y vulnerables.
Cuando te deprima el mal tiempo o alguna otra circunstancia adversa, ruega por alguien que sufre, que está solo o no puede revertir una circunstancia desafortunada. No solo sirve para tramitarles ayuda divina, sino que además te levanta a ti también el ánimo y te hace bien al alma.