NO CORREMOS SOLOS
Con frecuencia oímos decir que nuestra vida de fe se asemeja a correr una carrera o hallarse en medio de una travesía. Hay numerosas canciones, libros y sermones basados en esos conceptos. Como corredor que soy, encuentro inspiración en el versículo: «Corramos con perseverancia la carrera que tenemos delante de nosotros […], puestos los ojos en Jesús». Hace poco eso se me
1 hizo patente desde una perspectiva totalmente nueva.
Me contaron la historia de un jovencito que era paralítico. Lo único que podía mover era la cabeza. Estaba claro que era inútil para él tomar parte en cualquier actividad relacionada con el deporte. Sin embargo, no se resignó. Cuando supo de una carrera de 5 km que se organizaba para recaudar fondos en aras de un amigo suyo que también había quedado parapléjico luego de un terrible accidente, se le ocurrió una audaz idea. Gracias a un soporte tecnológico que le permite tipear mensajes con los ojos y la cabeza, le notificó a su padre que quería correr aquella carrera.
En lugar de señalar la imposibilidad de lo que quería hacer, su padre le armó un carrito en el que podía trasladarse y tiró de él los 5 km de la carrera. Al final de la misma su hijo le tecleó otro mensaje: «Esta es la primera vez que no me siento inválido». Así pues, repitieron el plato. Y lo siguieron haciendo una y otra vez.
Hasta la fecha su padre ha corrido más de 300 carreras con su hijo, entre ellas, varias maratones y triatlones. Corre, nada y pedalea con su hijo a cuestas cada palmo del camino. ¿Por qué? Simplemente porque lo ama y quiere verlo feliz. El muchacho no hizo nada en particular para merecerse ese amor. Es su hijo; es lo único que importa.
Somos hijos e hijas de nuestro Padre celestial, lo que significa que no tenemos que remar solos cuando estamos agotados. Podemos dejarnos caer en Sus brazos, y Él nos llevará a cuestas. Eso es lo que significa «no te desampararé ni te dejaré».
2 Por difícil que sea la situación en que nos encontremos o los problemas que enfrentemos, el amor que Él abriga por nosotros nunca flaquea. Él permanece siempre a nuestro lado, dispuesto a ayudarnos a alcanzar cada meta hasta que un día crucemos la línea final de llegada juntos.
1. Hebreos 12:1,2 2. Hebreos 13: 5