EL SUPERHEROE INTERIOR
¿Alguna vez has tenido una molestia o dolor que te sorprendió por lo debilitante que era? Quizá fue un dolor en un dedo de un pie o una molestia en el oído, que por pequeña que pareciera no te dio tregua todo el día. De pronto se aparece alguien por ahí que te dice: «Con frecuencia tengo infecciones en el oído y aunque me incomodan no dejo que me saquen de quicio. Lo que debes hacer es pensar positivamente y seguir adelante». La verdad es que aunque debemos esforzarnos por dar «gracias a Dios en toda situación», en esos casos puede ser difícil
1 no sucumbir ante las circunstancias.
Te encuentras en una situación en que hasta te cuesta pensar con claridad. ¿Cómo comunicas ese dolor que te mata a alguien que nunca ha tenido que enfrentar ese mismo martirio? ¿Te estás portando acaso como un niño? ¿O será que el dolor y el sufrimiento afectan distinto a cada persona?
No podemos ver lo que pasa en el interior de otros. Es posible que
estén haciendo un esfuerzo de superhéroe, tomando en cuenta lo que tienen que soportar; sin embargo, tenemos tendencia a ver las cosas de otra manera. Vemos al ser humano ahogándose en lo que nos parecería un trivial vaso de agua. Desde nuestra perspectiva la dificultad con la que está lidiando una persona tal vez no parezca nada tan terrible; pero ¿de verdad somos capaces de determinar si eso es cierto?
Parece evidente que los que sufren por el hambre, la guerra, la violencia o la tortura enfrentan grados de sufrimiento y pérdida que superan con creces lo que aqueja al común de la gente. No obstante, se da también el caso de muchas personas que padecen un sufrimiento intenso y debilitante, pero que lo soportan internamente, sin que nadie lo note. Con frecuencia la profundidad y magnitud de lo que sufre la gente no se hace evidente.
Conozco a alguien a quien considero un verdadero santo de Dios. Casi toda su vida ha soportado dolor y sufrimiento a una escala que yo sin duda jamás podría haber resistido. Así y todo, pese a que ciertos días casi ni puede abrir los ojos por el dolor, se levanta y se embarca en la jornada —a veces renqueando— dando muestras de paciencia, dedicación y compasión por los demás. Tiene una actitud tan positiva que fácilmente alguien podría pasar junto a él sin darse cuenta del sufrimiento que enfrenta a diario.
Además del sufrimiento físico, hay otra forma de sufrimiento que puede ser igual de intensa pero menos visible. La Biblia expresa que el ánimo del hombre soportará su enfermedad; mas «¿quién soportará al espíritu abatido?» Eso
2 parece indicar que cierto sufrimiento espiritual es aún más insoportable que las enfermedades y los padecimientos del cuerpo y de la mente.
Incluso la terrible agonía física que Jesús enfrentó no se podría comparar con los horrores que sufrió al sentirse aparentemente abandonado por Su padre mientras yacía clavado en la cruz. Su clamor: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» entraña una profunda y extrema angustia que opaca cualquier otra experiencia de sufrimiento físico. Sin
3 embargo, ese sufrimiento no fue lo más notorio para los que observaban en ese momento.
La Biblia nos aconseja que no juzguemos según la apariencia externa.
4 Puede que algo nos parezca bien, pero que la realidad sea francamente muy distinta de lo que percibimos. La percepción que tengamos de la situación podría llevarnos a minimizar el tormento por el que está pasando una persona. Innumerables factores pueden hacer que algo que a nosotros nos parezca insubstancial para otra persona sea una experiencia demoledora.
En algún momento es probable que todos nos topemos con casos en que alguien tiene una reacción desmesurada o le cueste soportar alguna dificultad que a nuestro modo de ver es algo de poca monta. Es posible que tengamos la predisposición a pensar que esa persona simplemente debe sobreponerse. En todo caso espero que recordemos siempre que tal vez no tengamos ni idea de lo que está enfrentando o experimentando otra persona o lo difícil que puede ser para ella soportar una dolencia, revés o inconveniente que pareciera ser banal.
Dios ve lo que nosotros somos incapaces de ver. No tenemos que determinar el grado en que alguien sufre ni decidir si alguien merece el amor y compasión divinos entregados por medio de nosotros como Sus representantes en este mundo. La misión que Él nos ha encomendado es que lo sigamos y manifestemos Su amor incondicional a este mundo que tanto lo necesita. Así pues, evitemos juzgar o medir según nuestro propio entendimiento las pruebas y enfermedades que otros afrontan.
La compasión es esencial para ayudar a las personas con las que interactuamos. Demostrando comprensión y misericordia manifestamos el amor incondicional de Dios, aun cuando no sepamos qué hacer o decir. La compasión del Señor manifestada por medio de nosotros puede consolar a los demás en su tribulación con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios.
5 Esforcémonos por dar el mejor ejemplo posible del amor de Dios.
1. 1 Tesalonicenses 5:18 ( NVI) 2. Proverbios 18:14 3. V. Mateo 27: 46 4. V. 1 Samuel 16:17; Juan 7: 24 5. V. 2 Corintios 1: 4