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HOY ESCRIBE En los accidentes de este domingo, las mujeres que murieron sólo portaban casco, mientras que sus compañeros sí tenían equipo especializ­ado. Seguridad vial y género también son una intersecci­ón a atender desde la ley y la práctica cotidiana. L

- SALVADOR GUERRERO

n impacto de un segundo tiene repercusio­nes de por vida si no hacemos nada por evitarlo. Por eso, hoy lamentamos la muerte de siete motociclis­tas en un accidente que también dejó 15 lesionados, en el Kilómetro 51 de la Autopista México-Cuernavaca.

A reserva de lo que indique el peritaje, realizado por la Fiscalía de Morelos, el reporte preliminar de Capufe indica que fue el exceso de velocidad por parte de los motociclis­tas lo que provocó que se estrellara­n este domingo.

El accidente que, por la cantidad de motociclis­tas involucrad­os, no tiene precedente­s, obliga a la reʷexión Šy acciónŠ en torno al uso seguro de las motociclet­as.

Los percances fatales en esa y otras autopistas se repiten con frecuencia, en una responsabi­lidad que debe ser entendida en conjunto, principalm­ente por los motoristas, un grupo vulnerable en carretera, pero también desde autoridade­s y organizaci­ones civiles en la promoción de seguridad vial.

Diversos estudios indican que el riesgo de sufrir lesiones en motociclet­a es 30 veces superior al de los autos, en parte porque la moto mantiene el cuerpo expuesto y limita las opciones disponible­s en sistemas de seguridad (cinturón, bolsas de aire o barreras de contención diseñadas para otro tipo de vehículos), pero también por las altas velocidade­s.

El uso de casco reduce el 50% de accidentes mortales; pantalón y chaquetas de cuero o kevlar protegen 31% más contra fricción que prendas de algodón; guantes y botas disminuyen en 47% la posibilida­d de pérdida de extremidad­es.

Luis Berrones-Sanz, en “Análisis de los accidentes y las lesiones de los motociclis­tas en México”, aʶrma que las mujeres son 76% menos propensas a chocar en moto, aunque el Instituto de Seguros para la Seguridad en las Carreteras indica que ellas sufren 53% más lesiones graves en estos accidentes al ir como acompañant­es, pues tienen menos control sobre la relación cuerpo-vehículo y suelen portar menos equipo de protección.

En los accidentes de este domingo, las mujeres que perdieron la vida no portaban más que casco, mientras que sus compañeros sí tenían la protección de equipo especializ­ado. Seguridad vial y género también son una intersecci­ón a atender desde la ley y la práctica cotidiana: el cuerpo de la mujer es más vulnerable también al acompañar “paseos” o “carreritas” que se vuelven mortales.

La movilidad es un derecho fundamenta­l que debe estar garantizad­o, en igualdad de condicione­s, a toda la población. La Ley General de Movilidad y Seguridad Vial, que debió de haber sido aprobada en el Senado desde junio, es un pendiente a nivel federal, donde la única regulación es el Reglamento de Tránsito en Carreteras.

Esa legislació­n busca homologar y armonizar las reglas para todo el país, desde aspectos de seguridad hasta registro de conductore­s, garantías a los derechos de las víctimas de siniestros o presupuest­o para infraestru­ctura dirigida a peatones.

La Ciudad de México cuenta con una de las leyes locales más avanzadas en materia de derechos y prevención, que se ha ido ajustando. Recienteme­nte, la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, propuso reformas para garantizar la cobertura de daños a terceros.

Pero ninguna ley será suʶciente si no hay responsabi­lidad colectiva y de motociclis­tas, para que viajen a menos de la mitad de los 250 km/h.

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