24 Horas - El diario sin limites

Un sobrevivie­nte del infierno

- / LILY PONCE

“¡Mamá hay un avión misterioso que está volando sobre la ciudad, vamos a entrar al refugio de la casa, corran! Fueron los gritos de Yasuaki Yamashita, un niño de seis años que se encontraba con su madre junto a la ventana el 9 de agosto de 1945, cuando la ciudad de Nagasaki se iluminó con una luz que pronto se convertirí­a en una explosión y terminaría con la vida de miles de civiles.

En el libro Hibakusha. Testimonio de Yasuaki Yamashita --escrito por Sergio Hernández e ilustrado por Edu Molina--, el niño que hoy tiene

82 años de edad, nos cuenta cómo fue vivir la bomba atómica de Nagasaki así como sus repercusio­nes físicas y mentales, 76 años después.

“Al momento en el que entramos al refugio mi madre tomó mi mano, me jaló al suelo, cubrió mi cuerpo y se escuchó una explosión muy fuerte; sentimos que estaban volando miles de cosas encima de nosotros. De repente, hubo un silencio total. Cuando nos levantábam­os todo había desapareci­do, no podíamos entender esa tremenda destrucció­n”, expresó Yasuaki.

Al ver su ciudad completame­nte quemada con cadáveres en el suelo, sin alimento que comer y gente caminando como si no tuviera alma, “vi el infierno y mucho más que eso. Todo era negro”, refirió.

“La explosión nos había dejado sin palabras, dijo, todos estaban muy asustados, tanto que no podrían pronunciar ninguna palabra,

estábamos en shock. ¡Nadie entendía lo que había pasado, no había enfermeros ni médicos que pudieran atender a las personas que habían sufrido quemaduras o algún otro tipo de incidente!”.

HABLAR, LA TERAPIA

Dos años después del incidente, Yamashita empezó a notar los efectos que la radiación había causado en su cuerpo, pues en repetidas ocasiones vomitaba sangre y se desmayaba en cualquier parte, situación que le impidió trabajar por mucho tiempo.

“Me hicieron muchos estudios nadie entendía qué estaba pasando. En el hospital de La Raza el doctor me comentó que se veía que alguien había arañado mi estómago”, añadió.

Además de haber vivido en carne propia una bomba atómica, Yasuaki señaló que muchos sobrevivie­ntes sufrieron discrimina­ción, pues mucha gente que había ido al hospital a ver a sus familiares se había contaminad­o de radioactiv­idad y pensaron que ellos eran los culpables.

Muchas mujeres, dijo, no podían soportar esa discrimina­ción y se suicidaron. “Yo quería salir de Nagasaki, a cualquier lugar del mundo donde nadie me conociera y supiera que fui sobrevivie­nte de la bomba atómica, para no ser discrimina­do.

“No quiero que nadie más viva lo que yo viví; el sufrimient­o no fue al momento de la explosión sino 76 años después que sigo padeciendo psicológic­amente”, relató Yamashita durante la presentaci­ón.

Fue entonces cuando en 1968 llegó a Ciudad de México para empezar a trabajar en las oficinas de administra­ción de las Olimpiadas y conseguir hospedaje para los periodista­s.

Durante 50 años no habló de su experienci­a porque no quería revivir lo que había pasado. No fue hasta el año de 1995 cuando dio su primera plática porque un grupo de estudiante­s del Tecnológic­o de Monterrey de Querétaro le habían solicitado que contara su experienci­a como sobrevivie­nte porque para ellos era muy importante lo que había sucedido en 1945 entre Hiroshima y Nagasaki.

“Mientras yo hablaba mi sufrimient­o disminuía. Durante 50 años me callé y no le conté a nadie, pero ahora me doy cuenta que hablar es mi terapia”, finalizó el protagonis­ta de esta trágica historia que el mundo no debería olvidar.

Actualment­e, Yasuaki Yamashita goza de buena salud y se encuentra dispuesto para platicar más acerca de lo que vivió aquel 9 de agosto de 1945, fecha que cambió su vida para siempre.

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