Yves Klein y su mundo a color
El sentido y la trascendencia de la obra del pionero del arte acción y las prácticas inmateriales del arte contemporáneo, según la mirada del curador Daniel Moquay.
La vida del artista francés Yves Klein, nacido en 1928, fue corta pero muy intensa. En sus 34 años de existencia y un periodo creativo de apenas ocho años, generó más de mil 200 obras de arte, más de mil páginas escritas y fue reconocido como el genio que cambió el rumbo del arte occidental y el prodigio que elevó los colores a tonos desconocidos. Su obra, basada en la espiritualidad y la trascendencia, forma parte de colecciones privadas de gran prestigio, pues a pesar de su juventud, lo espectacular de su arte llamó la atención de todo tipo de amantes de la pintura, la escultura y la plástica, e incluso de artistas como Andy Warhol, quien contaba con tres Monocromos de Klein en su acervo particular.
Actualmente se presenta una muestra retrospectiva de Yves Klein en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de la UNAM, donde platicamos con Daniel Moquay, diseñador, fotógrafo y reconocido curador de arte quien, con el auspicio de Fundación Proa de Buenos Aires, concentró una selección de
más de 75 obras y documentos que incluyen cartas, dibujos, fotografías y películas del artista. Para Moquay, Yves Klein era un mago, una especie de chamán que siempre tenía algo nuevo que ofrecer y, aunque no tuvo la oportunidad de conocerlo en persona, su interés por la obra del artista lo llevó a profundizar en su vida y legado hasta convertirse en su mayor promotor: “Yo lo conocí a través de los textos que escribió en los que relataba experiencias fuera de serie y una percepción de la vida radical y con un fuerte contenido espiritual. Klein vivió 15 años en Japón estudiando judo y aprendió mucho de su cultura y espiritualidad, de ahí que su obra esté llena de misticismo y sentimiento que los asiáticos pueden contemplar por horas. Ellos entienden a
la perfección lo que ven y se identifican con cada pieza. Algo muy distinto a lo que vivimos los occidentales, pues para nosotros es casi impensable entender lo inmaterial”, explicó el curador.
La exposición del MUAC muestra de forma cronológica tres momentos cumbre en la trayectoria del artista: la monocromía, la materialidad de la carne y el arte como campo inmaterial. La sala se cubre del IBK (International Blue Klein), el tono que patentó como propio y que se observa en lienzos abstractos y figurativos, formatos bidimensionales y objetos que se tornan esculturas pigmentadas de azul. Se observan durante el recorrido piezas icónicas como Salto al vacío, un jardín zen a color, cuadros realizados con fuego y aire, algunas Antropometrías, escritos y manifiestos. “Se eligieron piezas que mostraran su genialidad y que contaran historias, por ejemplo, hay diversos Monocromos que pertenecen a artistas amigos de Yves; están las esponjas con las que decoró algunos muros de la Ópera de Gelsenkirchen, en Alemania, después de la guerra —y que hoy se sabe fueron una de las causas principales de su muerte prematura, pues inhalar los materiales tóxicos del plástico con el que se cubrían afectó severamente sus pul- mones, así como textos que han sido traducidos a cinco idiomas”, comentó Moquay.
Por supuesto, no podían quedar exentos los Inmateriales, cuya transacción era un ritual místico y esotérico: “Era una compra-venta de una obra no materializada que se pagaba con láminas de oro y se llevaba a cabo en un bosque, el mar o un río. Ahí el cliente obtenía a cambio del oro un recibo firmado por Klein que debía ser quemado y devuelto a la naturaleza junto con la mitad del metal”. De ellos vendió cuatro o cinco y, como anécdota, la historia de un coleccionista de arte y guionista de Hollywood que compró una y la consideraba entre las tres más importantes de su colección, pues era algo mágico que llevaría consigo eternamente.