Bailando por el sueño
La falta de respeto de algunas televisoras por la materia prima de las mismas, que es su talento, es inaudita, es un acto de soberbia y sobrevaloración propia que alcanza grados épicos, público querido; algunos, aclaro, creen que prostituir talento, es decir, prácticamente llamarles cuando andas caliente e intentar pagarles prácticamente por palo, creyendo que sus brillantes ideas son las que mantendrán a la empresa, es un acto totalmente incoherente y errático. Si tú vendes hamburguesas y tratas de que el pan, el quesito o la catsup disfracen el sabor de la carne, que es de ínfima calidad, podrás engañar al cliente un tiempo, corto, porque tarde o temprano la pésima calidad de la carne va a salir a flote y va a acabar con tu negocio.
Justamente esto es lo que ya está pasando con algunas televisoras que han hecho precisamente esto, llevándolo a la pantalla. Mientras no entiendan que la carne, en este caso el talento, es lo único y más importante y a quien deben de cuidar y proteger, van caminando directamente al abismo, les guste o no, y ya empezamos a ver una de las primeras facturas de las muchísimas que están por venir, por tomar el camino absolutamente equivocado. No entienden que, especialmente en nuestro país, la identificación es básica y que aquí la gente ve los programas para ver a sus artistas, y no al revés. El noticiero de Ló
pez-Dóriga, el programa de Galilea, el de Adal Ramones, la novela de Thalía, así es el público mexicano, y eso ¡no va a cambiar nunca! ¿Cuántos intentos llevan? ¡Hagan memoria!
La prueba más fehaciente de esto que les digo es Bai
lando por un sueño, de Televisa: ¡qué manera de autosabotearse! Dejaron ir a todo su talento y miren lo que les quedó, es vergonzoso e insultante para el público ese elenco. ¿Ese es el canal Las Estrellas? ¿Cuáles? ¿Dónde están? ¿Dónde quedaron? Esta es una prueba rotunda de lo que yo les digo, un programa que fue exitosísimo cuando tenían de verdad estrellas, ahora parece una versión pirata, ¡hecha por una secundaria rural de Tlaxcala! Con decirles que al verlos en pantalla ¡no sabes quién es el so
ñador y quién es el famoso! Es una vergüenza eso, ¿o a usted le suenan mucho los nombres de Adrián Di Monte, Tanya Vázquez o Begoña Nar-
váez? ¿No le parece insultante? El nombre más conocido de todos era el de Sergio Goyri y el de Francisco Gattor
no, ¡y a éste ya lo sacaron! Con decirles que recurrieron a Jo
lette para ver si daba polémica, y la dio, pero también la sacaron en el primer programa.
La única posibilidad de que el programa tuviese cierto atractivo era Jolette, ¡imaginen el terreno que pisamos! ¡Y la sacan! Luego, Danilo Ca
rrera, que es muy galán, como que hacía albergar alguna esperanza de que las señoras lo vieran por él, y al segundo programa que renuncia, dizque por ¡ problemas familiares!
Imaginen un programa donde estas estrellas ¡están viendo la manera de no estar! Jamás había visto yo una situación de esta magnitud en un programa de prime time en Televisa! Los jueces, La Josa, que es talentosa y simpática pero no es especialista en baile; María León que es un dechado de virtud en comedia musical, pero na- die la conoce, esa es la verdad;
Gente de Zona, que no vienen al caso en este programa en absoluto y Flavio Mendo
za, un coreógrafo argentino que ¡nadie tiene la más remota idea de quién es! ¡Volvemos a lo mismo! ¿Canal Estrellas sin estrellas? Por eso veo sufrir a mi querido Javier Poza en la conducción, correteando a todos, tratando de darle ritmo al programa y luchando como un guerrero para sacar a flote un barco que tiene el casco lleno de agujeros por todas partes. El trabajo de Javier, impecable, concretándose a explicar y a resolver, claro, lo que está en sus manos, que es muy poco. Y la culpa no es de los Ga
lindo, que han producido grandes programas de televisión, la culpa viene totalmente de donde les digo, de la soberbia de los de arriba, que les dejan un presupuesto ínfimo para trabajar, con esa escenografía que es una pantalla multimedia que parece power point de 1999, ¡vergonzosa! Pero sobre todo ese elenco, esas estre
llas que ni su familia sabe quiénes son, que salen baratas. Ahí está el resultado de lo que les hablo, todo lo que creen ahorrarse en exclusividades y disfrazando de libertad y de open
mind diciendo “que trabajen donde los llamen”, lo están perdiendo de manera directa en el resultado de sus programas, en sus audiencias, por lo tanto ¡en sus ganancias! Sigan sin valorar y cuidar a sus talentos, sigan sin proteger y dejar ir a sus verdaderas estrellas, sigan confiándose de su creatividad, a ver cuánto les dura la hamburguesa. Crónica de una muerte anunciada. He dicho.