Basta

Embarcader­o de Roldán

- Armando Ramírez Twitter: @uyuyuyy

Cuando los españoles llegaron a la Anáhuac, se quedaron de a seis, Bernal Díaz del Castillo escribe que al llegar a Iztapalapa “era cosa de no creerse” se refería a la espectacul­ar vista que tenía de una ciudad flotando sobre el agua, aseguraba que esa ciudad era cubierta una fina neblina.

Después Hernán Cortés se maravilla de la traza de la gran Tenochtitl­an se lo escribe al Rey de España en sus cartas de Relación, tenía tres calzadas: la del Tepeyac, Tlacopan e Iztapalapa, por donde arribaba el abasto para la Ciudad, recorriend­o los canales para llegar al tianguis de Tlatelolco.

A la caída de Tenochtitl­an fue desapareci­endo el tianguis y secándose las vías de navegación, pero en la colo- nia se conservó un Embarcader­o, el de Roldán, ahí la corona español estableció una casa para cobrar el diezmo, un impuesto a los productos que llegaban de Xochimilco y Nativitas a la Ciudad de México, capital de la Nueva España.

Fue tan intenso el comercio que en la plaza que hoy conocemos como el Zócalo se instaló un gran mercado, el Parían, palabra tagala, quiere decir, mercado, mucho del comercio llegaba de las Filipinas donde se habla el tagalo.

Y en donde está el edificio de la Suprema Corte de Justicia, ahí había otro tianguis, la plaza del Volador, pero ese lugar se saturó de comerciant­es. Y a los que vendían verduras y frutas los instalaron cerca del convento de la Merced. Ahí Porfirio Díaz les construyó un mercado, el de La Merced. Y el barrio se pobló de bodegas que albergaban el abasto de la Ciudad, llegaba al embarcader­o de Roldán, por eso las calles de Alhóndiga, Roldán, Manzanares… fueron el centro del abasto hasta la mitad del siglo XX.

Después el mercado fue reubicado en Anillo de Circunvala­ción (1957) y las bodegas se fueron a la Central de Abastos al oriente de la Ciudad (1982). De aquel mundo quedan la casa del diezmo, unas bodegas, la imitación del puente de Roldán, una cantina de 1872, tal vez una de las dos que se disputan el derecho a ser la más antigua de la Ciudad, la otra está en Venustiano Carranza y Bolívar, y en la calle de Roldán quedan locales donde venden chiles secos y semillas, últimos testimonio­s del comercio de la Nueva España, es bueno saber, ahora solo quedan chiles y charales en Roldán, digo, qué tanto es tantito.

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