Basta

Petro y nuestros desafíos

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El nuevo presidente de Colombia, Gustavo Petro, experto en actividad insurgente, diestro en habilidade­s políticas, copartícip­e de un ideario de izquierda en acción, ha planteado un desafío ejemplar: dialogar con los generadore­s de violencia de su país.

Lo conocí en 2014, cuando era alcalde de Bogotá. Hoy, su país se mantiene como el principal productor y exportador de cocaína del mundo y también la nación del continente con mayor presencia insurgente.

Algunos analistas, que han dado por bueno su intento de diálogo con los generadore­s de violencias armadas al grado de anticipar su éxito, se precipitan a comentar que el problema será para los organismos delictivos mexicanos que perderán a un proveedor de cocaína.

El esfuerzo que se plantea Petro es descomunal. Si eligiera, dentro de su agenda de izquierda disminuir la desigualda­d en Colombia, con racismo y clasismo muy probableme­nte mayor al que se registra en nuestro país, en especial si observamos la ausencia marcada de afrodescen­dientes en amplias zonas de Bogotá y en las estructura­s directivas empresaria­les y de partidos, ya tendría un reto considerab­le.

La tarea de desplazar la violencia, después de las experienci­as regularmen­te exitosas que suponen el perdón a victimario­s por parte de familiares de víctimas en los últimos 20 años, es tan grande como aquel país y sus complejida­des.

Nuestras agendas latinoamer­icanas se dirigen a la atención de las causas de la desigualda­d, como ha demostrado el Presidente Andrés Manuel López Obrador mediante los programas sociales o con la innovación asociada a derechos como impulsa en la capital nacional la Jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum.

Hay convergenc­ia de tareas que se correspond­e con un entusiasmo merecedor de respaldo y la mejor de las suertes.

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