Con la salida de Gary Cohn, la economía de EU está en manos de los nacionalistas.
El exejecutivo de Goldman Sachs introdujo una voz sensata a un muy caótico gabinete. Pero no bastó.
Cuando el promedio industrial Dow Jones cerró en su punto más alto el 26 de enero, parecía que la idea reinante sobre Donald Trump y su presidencia podría estar equivocada: el mandatario se había vendido como un feroz nacionalista deseoso de despedazar acuerdos comerciales, atacar a Wall Street e imponer un proteccionismo al estilo Steve Bannon. Pero las acciones estaban en auge y las exlumbreras de Wall Street, como Gary Cohn y Dina Powell, parecían tener carta alta en la Casa Blanca tras la aprobación de la reforma fiscal. Trump parecía disfrutar de su inesperado estatus de héroe de la comunidad comercial y las revaluaciones que ocasionó. Ese mismo día, regresó del extranjero con un titular triunfante en el New York Times: “Trump llegó a Davos como aguafiestas. Se va elogiado como pragmático”.
El resplandor de éxito fue particularmente brillante para Cohn, director del Consejo Nacional Económico, considerado el principal arquitecto y el beneficiario de la serie de victorias de Trump. Parecía estar destinado a cosas más grandes. En privado, Trump habló de hacerlo su próximo jefe de gabinete.
Pero las apariencias engañan. Seis semanas después, el brillo del globalista desapareció, Trump regresó a sus impulsos nacionalistas con los aranceles al acero y aluminio. El 6 de marzo, luego de una disputa interna, anunció su renuncia. Cohn, un demócrata que apoya el libre comercio, dijo en una declaración que había sido un honor servir a su país y promulgar políticas económicas a favor del crecimiento. Los mercados se asustaron con el golpe. Como escribió Chris Krueger, analista en Cowen Inc., en una nota a sus clientes: “Wall Street perdió su elemento más seguro”.
La presidencia de Trump ha sido marcada por temporadas de caos y calma que han abierto paso a políticas que pasan de globalistas a nacionalistas. Esto con frecuencia es fomentado por su estado de ánimo y el equipo que lo rodea. En los tumultuosos primeros días, la facción nacionalista dirigida por Bannon y Stephen Miller rodeaban de forma rutinaria el proceso de la agencia para implementar medidas como la prohibición de viaje a personas de los siete
países con mayoría musulmana, un reflejo de la postura inmigratoria de Trump. Cuando su estrategia no logró resultados satisfactorios, Bannon y su equipo fueron acompañados a la salida y cambió la naturaleza de cómo funcionaba la Casa Blanca.
A principios del otoño pasado, el nuevo jefe de gabinete, John Kelly, Cohn y sus aliados, entre ellos el asesor de Seguridad Nacional H.R. McMaster y el secretario de Defensa, James Mattis, lograron implementar un proceso más tradicional y organizado en la Casa Blanca que, aunque nunca tranquilo, pavimentó el camino para la histórica reforma fiscal que Trump aprobó el 22 de diciembre, lo que deleitó a los “globalistas” que alguna vez criticó.
Como exejecutivo de Goldamn Sachs, Michael Novogratz remarcó: “Cohn llevó una voz sensata a un gabinete muy caótico”.
Más allá de eso, Cohn inculcó una especie de deseada serenidad y esperanza entre líderes del comercio mundial que Trump pudo haber gestionado exitosamente y virado hacia una dirección amigable al corporativismo. En Davos, funcionarios extranjeros alguna vez nerviosos como Roberto Azevêdo, director general de la Organización Mundial del Comercio, le dijo a la prensa que se animaron con Trump. “Hasta este punto no he visto que estemos en una guerra comercial”, dijo.
Pero Trump nunca renunció a su antipatía hacia el libre comercio. Los consejeros más ansiosos de llevarlo en esa dirección, liderados por el secretario de Comercio Wilbur Ross y el consejero comercial Peter Navarro, fueron exitosamente bloqueados de sus súplicas redirigidas por el recién empoderado jefe de gabinete y sus aliados. El más importante entre los compatriotas de Kelly era el secretario de gabinete Rob Porter, el guardián que controlaba el flujo de documentos a la oficina ovalada.
Según varios funcionarios de la Casa Blanca y asesores externos, la serie que desató y al final ocasionó la salida de Cohn, empezó el 6 de febrero, cuando el Daily Mail publicó acusaciones de abuso de dos exesposas de Porter. El resultante furor llevó a la salida de Porter, a la que siguió la renuncia de la directora de comunicación Hope Hicks, quien ayudó a elaborar la engañosa respuesta a las acusaciones, y Josh Raffel, su asistente. Semanas de titulares negativos por el escándalo, amargaron la opinión de Trump de su jefe de gabinete. Kelly también fue atacado por rivales de otra época de la Casa Blanca, como el exdirector de comunicación Anthony Scaramucci, quien en entrevista con Bloomberg News calificó a Kelly de “General Idiota”.
Con Kelly debilitado y sin su guardián, Navarro y Ross tuvieron fácil acceso a Trump y ayudaron con su anuncio del 1 de marzo de la imposición de un 25 por ciento de aranceles al acero y 10 por ciento para el aluminio; medidas proteccionistas a las que Cohn exitosamente se opuso. Unido por McMaster, Cohn argumentaba que los aranceles de Trump en los metales importados dañarían la relación entre Estados Unidos y sus aliados más cercanos y pondría en riesgo la eliminación de algunos de los beneficios de la ley de reducción fiscal de 1.5 billones de dólares que el presidente había aprobado. Al final, Trump los ignoró. “Hemos sido maltratados como país durante muchos años, y esto no va a volver a ocurrir nunca más”, dijo Trump en conferencia de prensa el 6 de marzo con el premier sueco Stefan Löfven. “Cuando vamos retrasados respecto a todos y cada uno de los países, las guerras comerciales no son tan malas”.
Aunque aparentemente brusca, la salida de Cohn de la Casa Blanca se cocinó varias semanas. Muchas personas a quien Cohn pidió consejo, lo exhortaron a salir de la administración en cuanto fuera posible luego de la firma de la reforma fiscal. Se sorprendieron de que se quedara cuando Powell, su excolega en Goldman, se fuera el mes anterior.
Según estos amigos, Cohn disfrutó el poder y prestigio de trabajar en la Casa Blanca. Una persona lo vio cuatro días tras su renuncia siendo el centro de atención entre jóvenes profesionistas en un bar en el hotel Four Seasons en Georgetown. Vestido de forma casual, reía y hablaba fuerte. No había señal de problemas en su mente, dijo una persona.
Pero con la reforma fiscal lista, Cohn había buscado una mayor participación. Sin posibles puestos en el gabinete libres y poca probabilidad de grandes leyes al acercarse las elecciones de medio periodo, estaba enfocado en alejarse de los aranceles de Trump. Pero el caos de la Casa Blanca y el éxodo de los aliados significaban que se acercaba el fin y Trump, enojado por el tono de la cobertura mediática de su presidencia y deseoso de proyectar fortaleza, se alió con Navarro y Ross.
El 6 de marzo, la división llegó a su punto más crítico en una reunión en la oficina ovalada en donde Trump confirmó que sus asesores lo apoyaban. Según dos personas familiarizadas con la conversación, el presidente le preguntó directamente a Cohn y no recibió la respuesta que buscaba. Horas después, Cohn salía.
En una señal de ascendencia nacionalista, Navarro ha sido mencionado como el posible reemplazo de Cohn. Navarro lo negó cuando le preguntaron en Bloomberg Television de su interés. “Sería un honor, pero déjenme ser claro, no estoy en esa lista”, dijo. También defendió los aranceles al decir que eran medidas “muy modestas” que ayudarían a la economía.
Observadores, tanto del lado globalista como nacionalista, creen que el cambio de giro de Trump desde el 26 de enero indicaba algo mayor. “Es muy sencillo”, dice Bannon. “Trump ha regresado a sus raíces nacionalistas. Por eso la gente globalista de Wall Street está de salida. Nunca cambiaron la visión mundial de Trump. Su centro de gravedad sigue siendo el nacionalismo económico y siempre lo será”.
“Cohn llevó una voz sensata a un gabinete muy caótico”