● Cuba tiene un nuevo presidente, pero quedan por delante muchos cambios para sacar adelante a la isla.
● Un nuevo nombre ocupa la presidencia de la isla, pero eso de poco servirá si no se realizan los ajustes económicos importantes que den pronto un nuevo sentido al país.
Cuando el expresidente de Cuba, Raúl Castro, entregó el poder, el cambio fue más simbólico que sustantivo. Castro, de 86 años, seguirá siendo el líder del partido hasta 2021 y su sucesor, Miguel Díaz-Canel, no fue elegido por su determinación de desmantelar el estado policial o abandonar su sistema económico.
Sin embargo, el final de la era de los Castro es una oportunidad para el cambio, y Díaz-Canel debería aprovecharlo.
La economía de Cuba está en un estado realmente triste. Después de años de bajo rendimiento, la producción cayó en 2016 y continúa a la zaga de los vecinos y pares del país. La ayuda y el petróleo de Venezuela (una economía aún más disfuncional) se están evaporando.
Los precios de sus exportaciones de níquel y azúcar están bajos y el huracán Irma dejó más de 13 mil millones de dólares en daños.
Es cierto que el bloqueo de Estados Unidos ha perjudicado al país, pero la debilidad económica de la isla y la frustración de su pueblo se deben a la incapacidad de Castro para cumplir las reformas prometidas durante mucho tiempo.
El sistema bizantino de doble moneda es particularmente oneroso. Con vigencia desde 2004, ordena el pago de los salarios estatales y el establecimiento de la mayoría de los precios internos en pesos cubanos. Los turistas y las empresas multinacionales usan un peso convertible vinculado al dólar. Las tasas de cambio múltiples se utilizan para mediar entre las dos monedas y el sistema de precios interno está paralizado por la confusión. A la economía cubana le urge unificar su moneda y acabar con esa parálisis.
Dar ese doloroso primer paso podría allanar el camino para otras reformas, como otorgar a los agricultores el derecho a poseer tierras, ampliar la lista de empresas privadas autorizadas y permitir a las extranjeras contratar directamente a sus trabajadores. Tales medidas ayudarían a hacer crecer la economía y a mantener a los más brillantes de Cuba en casa.
Es cierto que al aumentar la libertad personal, tales reformas sin duda debilitarán el control del partido, aunque tiene menos que perder que antes: su atractivo está disminuyendo de todos modos. A medida que retroceden los recuerdos de la revolución, reciclar al Che Guevara no tendrá el efecto de antes.
Tampoco culpar a EU. Seis décadas después de que los Castro salieran de las montañas de la Sierra Maestra, la mayoría de los cubanos saben que las soluciones a sus problemas no se encuentran al norte. Están con el nuevo gobierno del presidente Díaz-Canel.