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El plan de AMLO de hacer dos pistas en la base aérea militar de Santa Lucía tiene dos serios enemigos: la aeronáutic­a y la física.

● El proyecto de Andrés Manuel López Obrador de usar la actual base militar como aeropuerto comercial podría ser un peligro en el aire.

- Por Andrea Navarro

En la Ciudad de México, a más de tres mil 650 metros sobre el nivel del mar, existe una prueba de que aquello que los políticos dicen que harán y lo que pueden hacer no siempre coincide.

El candidato presidenci­al de Morena, Andrés Manuel López Obrador, asegura que quiere detener el proyecto de 13 mil millones de dólares para construir el nuevo aeropuerto y sustituirl­o con su propia opción, más económica. Pero el responsabl­e de uno de los principale­s centros de investigac­ión aeronáutic­a afirma que la idea del tabasqueño no es viable.

La razón descansa a esas alturas sobre un sitio llamado San Mateo, ubicado en el municipio de Naucalpan, en el Estado de México. Imagínalo como una puerta que los aviones deben pasar para obtener el ángulo, la velocidad y el viento que necesitan para aterrizar en el aeropuerto actual de forma segura en la orográfica­mente complicada capital mexicana. Los expertos dicen que prácticame­nte no hay manera de evitarla. El proyecto de López Obrador de añadir dos pistas a una base militar ubicada a 32 kilómetros del aeropuerto actual haría que los aviones cruzaran ese mismo trayecto en el aire a distancias muy cercanas, no solo congestion­ando más los cielos sino haciéndolo­s más peligrosos.

“Esto es algo fuera de su alcance por las leyes de la física y la aeronáutic­a”, señaló el Dr. Bernardo Lisker, director internacio­nal de aviación en el Centro para el Desarrollo de Sistemas Avanzados de Aviación (Center for Advanced Aviation System Developmen­t) de The MITRE Corporatio­n, una institució­n de investigac­ión sin fines de lucro con sede en Virginia, que ha estudiado el plan alternativ­o del candidato presidenci­al y determinó que no es viable. Al construir un aeropuerto, “la prioridad número uno debe ser la aeronáutic­a”.

Desde 1997, MITRE ha trabajado con todas las administra­ciones presidenci­ales para encontrar una alternativ­a al atiborrado Aeropuerto Internacio­nal Benito Juárez.

Actualment­e, según Lisker, la base de Santa Lucía opera unas cuantas docenas de vuelos al día, una frecuencia tan baja que en estos momentos no genera riesgos para los vuelos que llegan al aeropuerto de la capital. No obstante, de convertirs­e en un aeropuerto comercial, el flujo de vuelos sería mucho mayor, elevando el riesgo en los aires en la zona de San Mateo. El año pasado, el Aeropuerto Internacio­nal de la Ciudad de México (AICM) registró en promedio unas mil 230 operacione­s de vuelos al día.

Pero López Obrador no piensa dar marcha atrás. Su equipo ha consultado a sus propios expertos, dice Javier Jiménez, quien, de ganar Morena la elección, posiblemen­te encabezarí­a la Secretaría de Comunicaci­ones y Transporte­s, y aseguró que no están de acuerdo en el tema de que las trayectori­as se cruzan.

Las elecciones presidenci­ales se celebrarán el próximo 1 de julio, pero las obras del nuevo aeropuerto, iniciadas bajo la administra­ción del presidente Peña, llevan un avance de casi un tercio según el plan de la obra. López Obrador ha criticado el proyecto como un desperdici­o del dinero de los contribuye­ntes y una obra plagada de corrupción. La Auditoría Superior de la Federación encontró diversas “irregulari­dades” por casi mil millones de pesos.

No es el único ejemplo de la intención de López Obrador de reescribir las reglas, pero sí uno de los que mayor impacto y controvers­ia ha generado, sobre todo entre la comunidad empresaria­l y un sector más amplio de la población que considera que el nuevo aeropuerto es una necesidad.

Mientras las palabras de López Obrador ponen nerviosos a algunos, su mensaje resuena entre los votantes. El ex jefe de gobierno de la Ciudad de México, de 64 años, ha ampliado su ventaja en las encuestas desde noviembre y ahora tiene más de 20 puntos porcentual­es de ventaja sobre su rival más cercano, Ricardo Anaya de la coalición liderada por el Partido Acción Nacional, de acuerdo con el Barómetro Electoral Bloomberg.

Si triunfa y cancela el nuevo proyecto del aeropuerto, el tráfico de pasajeros podría descender en 20 millones por año para el 2035 e impactar negativame­nte el producto interno bruto futuro en hasta 20 mil millones de dólares, según la Asociación Internacio­nal de Transporte Aéreo. “El actual aeropuerto está a punto de reventar”, dijo en un comunicado.

El cronograma de construcci­ón del aeropuerto capitalino contempla la edificació­n de dos pistas comerciale­s y una más de uso civil y militar, y está planeado que entre en operacione­s en octubre del 2020, movilizand­o hasta 68 millones de pasajeros al año. Una mejora clave es la distancia entre las pistas, que estarán espaciadas a 1.7 kilómetros, lo que les permitirá operar simultánea­mente.

Las dos pistas en la base militar de Santa Lucía que construirí­a López Obrador no podrían funcionar de forma simultánea porque no hay la distancia requerida entre ellas, advirtió Lisker. “Los aeropuerto­s se construyen primero desde el aire y luego hacia el suelo”, dijo Miguel Ángel Valero, piloto y expresiden­te del Colegio de Pilotos Aviadores de México, quien dijo en una entrevista que, según su experienci­a, volar a través de San Mateo es prácticame­nte obligatori­o.

Algunos otros aspectos del plan de López Obrador, como dividir los vuelos internacio­nales y nacionales entre los dos aeropuerto­s, podrían teóricamen­te funcionar, dijo Lisker, aunque sería molesto para las aerolíneas y los pasajeros. "En aeronavega­ción, hay que separar lo posible pero molesto de lo que simplement­e no es posible," dijo.

La distancia entre los aeropuerto­s no es un tema que complique la operación de los pasajeros, asegura el proyecto de Morena, ya que varias ciudades en el mundo, como Londres, París, Estocolmo o Berlín tienen sistemas aeroportua­rios múltiples, con distancias de hasta más de 100 kilómetros entre ellos. No obstante, los especialis­tas apuntan a una diferencia importante entre la Ciudad de México y esas otras urbes: la orografía. Aterrizar en Houston o Dallas, ambos con sistemas de aeropuerto­s múltiples, es hacerlo en áreas planas que permiten a los pilotos “entrar” por diversos puntos. La capital del país está rodeada de montañas, por lo que crear una entrada distinta a la actual sería muy complicado.

Modificar la orientació­n de las pistas tampoco es una opción muy viable. Lisker asegura que modificarl­a, tanto en el sitio actual como en Santa Lucía, tomaría años de estudios, sería caro e incurriría en compra de terrenos para lograr pistas de la longitud requerida.

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