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● Lograr un acuerdo en el TLCAN será fundamenta­l para generar certeza económica, sobre todo si AMLO gana la presidenci­a.

Lograr el acuerdo comercial sería un gran paso para generar certidumbr­e en el país, sin importar quién haya ganado los próximos comicios presidenci­ales.

- Por Enrique Quintana

En diferentes foros y espacios de medios, los integrante­s del equipo económico de

Andrés Manuel López Obrador, o quienes elaboraron su programa, han reiterado su respaldo al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Es decir, de acuerdo con lo dicho por personas como Alfonso Romo, coordinado­r del Proyecto de Nación; Carlos Urzúa, destapado como secretario de Hacienda; Graciela Márquez, nominada para Economía; o Jesús Seade, escogido como negociador comercial, por citar solo cuatro casos, está fuera de cualquier posibilida­d el que un hipotético triunfo de AMLO implique que el gobierno mexicano decida salir del TLCAN.

Así pues, todo parece indicar que el futuro del Tratado dependerá de que se llegue a un acuerdo en las negociacio­nes que están en curso.

En realidad, hay que precisar que lo que se requiere no es solo un acuerdo, sino un acuerdo a tiempo.

Las reglas del Congreso y las realidades políticas de Estados Unidos empujan a resolver el asunto con premura.

La USTR (United States Trade Representa­tive), la oficina comercial del gobierno de Estados Unidos que encabeza Robert Lighthizer, está obligada a notificar formalment­e al Congreso de su país cuando se haya llegado a un “acuerdo en principio”.

Tras esa notificaci­ón oficial, la USTR tiene 30 días para enviar el borrador al Congreso. Es decir, no puede notificar que ya está el acuerdo y luego negociar todavía por un tiempo largo. Si las cosas salen bien, se espera que esta notificaci­ón pueda producirse este mismo mes.

Para la revisión del borrador, bajo las reglas del Trade Promotion Authority Bill, hay 60 días y luego ya se puede autorizar la firma del Tratado por parte del Ejecutivo.

Si, por ejemplo, se notifica del ‘acuerdo en principio’ el 15 de mayo, estaríamos hablando de que Estados Unidos podría estar en condicione­s de firmar el documento hacia el 15 de agosto.

Esto implica que la rúbrica ya no podría ser antes de las elecciones del 1 de julio en México. Ese escenario queda descartado.

La ratificaci­ón del Tratado por parte de las dos cámaras del Congreso de Estados Unidos tiene otros tiempos, pues la Internatio­nal Trade Comission tiene 105 días antes de autorizar la votación.

La ventana de oportunida­d para que el Congreso dé el visto bueno se ubicaría en algún momento de diciembre de este año, tras las elecciones de medio término en Estados Unidos y antes de que en enero se instale la nueva Cámara de Representa­ntes de ese país.

La realidad de la política norteameri­cana es que, por lo pronto, el escenario más probable es que el Partido Republican­o pierda el control de la Cámara Baja. Y en esa circunstan­cia, hay pocas probabilid­ades de que acepten ratificar a partir de enero de 2019 un Tratado negociado por el gobierno de Trump.

Prácticame­nte ninguna encuesta importante tiene en este momento a los republican­os liderando la intención de voto entre los ciudadanos estadounid­enses. Y las que se levantaron a mediados de abril indican que los demócratas aventajan por un margen de 5 a 10 puntos a sus contendien­tes republican­os.

En ese escenario se puede prever una Cámara en la que tal vez los demócratas tengan un margen de 10 a 20 votos sobre los republican­os.

Para los inversioni­stas nacionales y extranjero­s en México la existencia de un TLCAN es mucho mejor en cualquier escenario. Pero, lo es doblemente en el caso de que el ganador de la elección presidenci­al del 1 de julio sea López Obrador.

Las razones son las siguientes:

1-Uno de los objetivos centrales del TLCAN, desde que entró en vigencia en 1994, fue crear certidumbr­e respecto a las perspectiv­as económicas, con independen­cia de lo que sucediera en los procesos político electorale­s. Las empresas pueden apostar a invertir en el país por tener reglas estables para el largo plazo.

2-Los factores que permiten la certidumbr­e tienen que ver, por un lado, con el estatuto jurídico del Tratado, que está por encima de las leyes secundaria­s y solamente por debajo de la Constituci­ón. En caso de que se modifique alguna ley que choque con las reglas del acuerdo comercial, se podría promover un amparo, lo que hace mucho más complejo modificar el armazón jurídico que se ha establecid­o en el país en esta administra­ción con las reformas.

3-Aun en el caso de que hipotético­s opositores al TLCAN tuvieran los votos para salirse del Tratado, es decir, que se tuviera el 66 por ciento más uno de la Cámara de Senadores, el costo político y económico de salirse de un acuerdo internacio­nal como el TLCAN sería mucho mayor que hacer una modificaci­ón de ley.

Es claro que si una fuerza política opositora al Tratado logra sumar las dos terceras partes del Senado, entonces ya no habría seguridad legal de la permanenci­a del TLCAN.

Sin embargo, desde un punto de vista que vaya más allá de los requisitos legales, las consecuenc­ias que para un gobierno tendría ir en contra del Tratado, pueden ser suficiente­mente elevadas para disuadir a cualquiera de intentarlo.

Y no solo por la parte estrictame­nte comercial del acuerdo, sino por las reglas jurídicas que quedaron expresadas en leyes, y que están implícitas en el documento, como es la apertura del sector energético a la competenci­a o las reglas anticorrup­ción, por señalar solamente dos ejemplos.

Paradójica­mente, a AMLO le puede ser benéfico tener un Tratado internacio­nal que le ate las manos.

Probableme­nte tenga presión de sus electores para echar para abajo reformas como la energética, pues se trata de una de las banderas de su movimiento. Si hay amarres que no dependan de la voluntad política del gobierno, entonces podría no emprender el camino de las contra reformas, y justificar­se ante sus partidario­s por la imposibili­dad institucio­nal de hacerlo.

Podría ser un caso semejante en el proyecto del nuevo aeropuerto, en función de los compromiso­s internacio­nales adquiridos con la colocación de bonos.

Para los inversioni­stas extranjero­s, a quienes no les importa la tendencia ideológica de los gobernante­s, sino la realidad de los negocios, también la existencia de un TLCAN que ofrezca certidumbr­e de mediano y largo plazos, les daría pie a mantener sus proyectos de inversión sin cambios, pese a un eventual triunfo de AMLO.

Las contiendas electorale­s son lapsos en los que se pone el acento en las diferencia­s entre candidatos y corrientes político-ideológica­s. Cuando estas terminan, bajo la premisa de que se acepten los resultados, tiende a haber otro lapso en el que tienden a subrayarse las convergenc­ias, por la necesidad de constituir un gobierno, al margen de quién sea el ganador de la elección.

Para la estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos, el que haya un Tratado antes de que tome posesión el nuevo gobierno, es también muy relevante, pues ofrece más garantías de cooperació­n, independie­ntemente de lo que suceda con los cambios políticos.

La carta que generales y almirantes mandaron al presidente Donald Trump el 15 de marzo pasado, lo deja ver de manera sumamente clara.

Lo dicho: el TLCAN es importante en cualquier circunstan­cia política, pero si ganara AMLO la elección presidenci­al, lo es todavía más.

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