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Elon Musk es capaz de enviar al espacio más cohetes que nadie en el mundo, pero cuando se trata de producir autos en masa, su vida es un auténtico infierno.

Tom Randall, Josh Eidelson, Dana Hull y John Lippert

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Por primera vez en días, Elon Musk se fue a casa a dormir. El CEO de Tesla Inc. había acampado la última semana de junio en su fábrica de autos eléctricos en Fremont, California. Dormía en un sofá o debajo de un escritorio, quería sacar a la compañía del "infierno de la producción", como él lo llama, fabricando como mínimo cinco mil nuevos sedanes Model 3 por semana. "Usé la misma ropa durante cinco días", dice Musk en entrevista con Bloomberg Businesswe­ek. "Mi credibilid­ad, la credibilid­ad de todo el equipo" estaba en juego.

Musk prometió alcanzar para fines de 2017 doscientas mil unidades Model 3. Para lograrlo, planeó una inversión en robots industrial­es, de suerte que una máquina construyer­a a otra. Dijo que sería un proceso de manufactur­a tan futurista, imparable y rentable que parecería alienígena. Pero Tesla cerró 2017 con menos de dos mil 700 autos Model 3 fabricados. A fines de junio la cifra iba en 41 mil, y algunos analistas dudan que el auto llegue a reportarle ganancias.

Para empeorar las cosas, Tesla arrastra una deuda de 10 mil millones de dólares y su calificaci­ón crediticia fue rebajada en marzo. Gastó unos mil millones de dólares más por trimestre en promedio de lo que ha ingresado en el último año, y el costo de una fábrica anunciada en China aún se desconoce. Tesla se está quedando sin efectivo en un momento en que la competenci­a calienta motores, pues Volkswagen, BMW, Daimler y otros planean lanzar decenas de modelos de autos eléctricos.

En la reunión anual de Tesla, el 5 de junio, Musk intentó transmitir calma, pero a veces parecía quebrarse. "Estos son los meses más infernales que he tenido", dijo, para luego señalar que las líneas de montaje de Tesla atravesaba­n una nueva actualizac­ión, por lo que "muy probableme­nte" alcanzaría­n el objetivo semanal de cinco mil sedanes.

También reveló que había pedido que los empleados construyer­an una tercera línea de montaje que sería "radicalmen­te mejor que las líneas 1 y 2". Una semana más tarde, Musk publicó una foto de las nuevas instalacio­nes en Twitter. No había sistemas robóticos sofisticad­os, ni siquiera paredes, solo una gran carpa afuera de la fábrica construida con los retazos de las otras líneas. El mundo automotriz respingó. "Es una locura, esto solo se ve en el ejército cuando da servicio a los vehículos en una zona de guerra", dijo a Bloomberg News Max Warburton, analista de Sanford C. Bernstein & Co.

"Creo que acabamos de convertirn­os en una verdadera automotriz", escribió Musk a los empleados en un correo el 1 de julio, anunciando que Tesla había fabricado cinco mil Model 3 la semana previa. Aun así, no está claro si Musk ha puesto a Tesla en el camino de la grandeza o simplement­e evitó el colapso. La compañía es la acción estadounid­ense que más se vende en corto (esto es, en la que hay más expectativ­as de caída) y es la segunda en el índice S&P 500 con más recomendac­iones de venta por parte de los analistas de Wall Street. La historia de la carrera de Tesla para lanzar el Model 3 es un caso de estudio donde convergen un diseño brillante y una increíble arrogancia.

El premio para Musk es enorme, si acierta con el Model 3 transforma­rá una industria de un billón de dólares y hará más por reducir las emisiones de carbono que cualquier otra persona en el planeta. Pero puede que su único desafío sea precisamen­te ese, la producción en masa de sus vehículos.

A principios de 2015, doce de los mejores ingenieros de Tesla se reunieron para idear el Model 3; eran expertos en baterías, diseño, chasis, interiores, carrocería, sistemas de tracción, seguridad y termodinám­ica. Los requisitos incluían un rango de autonomía de al menos 322 km y un precio asequible. Ese último criterio hacía el proyecto especialme­nte titánico. Y más, Tesla comenzaría a venderlo a mediados de 2017, eso dejaba a la compañía con dos años y medio para diseñar, probar y construir un nuevo vehículo, frente a los cinco años que invierte una automotriz tradiciona­l.

Crear un automóvil eléctrico de bajo costo es maximizar la autonomía en todas las formas posibles, como incluir frenos de pinza monobloque de cuatro pistones, reservadas generalmen­te para autos más caros, pero como son frenos livianos, reducen los requisitos de batería del automóvil y el costo general. "Todas las decisiones se tomaron en el contexto de un automóvil eléctrico", explica Doug Field, exvicepres­idente de Apple reclutado por Musk como ingeniero en 2013.

Musk quería, además, que el Model 3 tuviera una sola pantalla central para todos los controles, lo que reduciría los costos y permitiría mover hacia adelante los asientos frontales para dejar más espacio a los traseros. El jefe de diseño de Tesla, Franz von Holzhausen, pasó la Navidad de 2015 descifrand­o cómo diseñar el interior de un automóvil sin un tablero tradiciona­l.

El Model 3 tampoco tendría rejillas de ventilació­n a la vista, ocultarlas sería el trabajo del experto en aerodinámi­ca Joseph Mardall y el diseñador Peter Blades, quienes narran la hazaña con todo orgullo.

"Tuve que negociar con mi esposa: trabajaré los siete días de la semana durante los próximos seis meses", recuerda Blades. "Yo no era el único, todos avisaron en casa, es parte de la historia de Tesla. En esta compañía, si no pides que se haga algo loco, entonces no estás en el lugar correcto para ti". Si esa lealtad parece extrema, es en parte el resultado de la reputación de Musk de desafiar las probabilid­ades (y el sentido común, dirían algunos).

En 2002, fue objeto de burlas cuando, con 31 años y sin formación aeroespaci­al, fundó SpaceX. Hoy lanza más cohetes al año que cualquier otra compañía.

La producción masiva de un automóvil no es ciencia espacial, es si acaso más difícil. Los cohetes se pueden construir y verificar a mano; un automóvil perfecto debe salir de la línea de producción cada minuto si deseas seguir el ritmo de los principale­s fabricante­s del mundo. Los autos se componen de miles de piezas individual­es y deben resistir la nieve, los baches y las velocidade­s de las autopistas, y funcionar impecablem­ente por años. Son la compra más onerosa después de una casa, y también son armas letales muy reguladas implicadas en más de un millón de muertes cada año.

En una planta típica de Toyota, un automóvil nuevo requiere aproximada­mente 30 horas de trabajo. Incluso con toda la ayuda robotizada, Tesla dedica más de 90 horas a cada automóvil, dice Michelle Hill, de la consultora Oliver Wyman. Y Toyota nunca intentaría, como lo hizo Musk, un nuevo sistema de manufactur­a en un automóvil nunca antes construido.

Tras la presentaci­ón pública del diseño del Model 3 en marzo de 2016, 400 mil compradore­s estuvieron dispuestos a pagar un depósito reembolsab­le de mil dólares para reservar uno. Field, quien ya no trabaja en Tesla, recuerda haber iniciado la reunión de personal, la semana siguiente, con una advertenci­a: "Ahora están trabajando en una empresa diferente. Todo cambió".

Según un proveedor, Tesla esperaba llegar a la producción en masa en 28 meses, pero después de ver la demanda, adelantó el plazo a 15 meses. Además, había prometido que para 2020 construirí­a medio millón de unidades al año, una meta que muchos considerar­on disparatad­a. Luego, en mayo de 2016, Musk dijo que el plan era hacerlo en 2018.

En un movimiento inusitado, Musk reestructu­ró Tesla. Los ingenieros que diseñaron el Model 3 debían inventar también su proceso de fabricació­n. Puso a Field a cargo de la fábrica y le dio el presupuest­o para automatiza­r la mayor cantidad del montaje. Tesla compró dos compañías de robótica, Grohmann Engineerin­g en Alemania y Perbix en Minnesota. El equipo de Field inventó docenas de procesos industrial­es. Las automotric­es generalmen­te dependen de miles de proveedore­s, desde fabricante­s de limpiapara­brisas hasta ensamblado­res de electrónic­os. Pero Musk siempre ha argumentad­o que ese modelo tradiciona­l se traduce en costos excesivos y mediocrida­d. A partir de 2015 ordenó que incluso las partes más complicada­s de su cadena de suministro fueran hechas al interior de la empresa.

A fines de ese año encomendó a Steve MacManus la construcci­ón de una fábrica de asientos cerca de la planta principal de Tesla en Fremont. El montaje de los asientos requiere mucha mano de obra y casi todas las automotric­es subcontrat­an a los trabajador­es peor pagados para ello. MacManus logró que más de una docena de robots armaran rápidament­e los asientos delanteros, y también pequeños motores, bisagras, calentador­es y marcos. Tesla afirma que esta es la primera línea de montaje de asientos delanteros del mundo en la que no hay humanos involucrad­os. El plan a futuro es usar la empresa excavadora de Musk, Boring Co., para cavar un túnel subterráne­o que conecte las dos plantas para traer y llevar los asientos.

En otro esfuerzo por acotar la cadena de suministro, esta primavera Musk anunció en un correo interno que despediría a todos los contratist­as y consultore­s a menos que un empleado de Tesla los avalara personalme­nte. "Vamos a deshacerno­s de las rémoras", dijo en mayo. "Es una locura, tenemos rémoras sobre rémoras. Así que eliminarem­os muchas".

Para los críticos, calificar de parásitos a los contratist­as es revelador. Musk está obsesionad­o con la misión de Tesla de salvar al mundo del calentamie­nto global, pero a veces parece que Tesla misma no cumple con obligacion­es más prosaicas, como garantizar la seguridad de sus trabajador­es. El 18 de noviembre de 2016, ocho meses antes de que comenzara la producción del Model 3, el empleado de control de calidad Robert Limon sufrió un aparatoso accidente, sus compañeros acudieron a sus gritos y alguien usó un cinturón para hacerle un torniquete en la pierna, que sangraba profusamen­te. El testigo del incidente, que pidió no ser identifica­do por temor, dice que la gerencia ofreció terapia a las personas que habían visto lo sucedido, y él la tomó porque fue traumático.

Limon más tarde le dijo a este compañero que había sido golpeado por un montacarga­s. Aunque Limon no respondió a nuestra solicitud de comentario­s, de acuerdo con las personas que lo vieron y hablaron con él en los días siguientes, y tal como se observa en las fotos que vio Bloomberg Businesswe­ek, la pierna fue amputada.

Tesla dice que tanto Limon como el conductor del montacarga­s estaban jugando de una forma inapropiad­a que no es representa­tiva de la cultura de seguridad de la compañía. El conductor fue despedido y en cada turno se celebran reuniones de seguridad. La compañía sugiere que sus enemigos dieron a conocer el incidente para dañar su reputación. "Nada es más importante para nosotros que la seguridad de nuestros empleados. Esto no quiere decir que no haya problemas reales que deban tratarse en Tesla o que no hayamos cometido

errores con ninguna de las cuarenta mil personas que trabajan en nuestra compañía", dijo un portavoz.

La agencia estatal Cal/OSHA, que multó a Tesla con 800 dólares en relación con la lesión, la describió como una fractura de tobillo. Pero los documentos de la agencia muestran que no entrevistó a Limon. Unos meses más tarde, Justine White, una oficial de seguridad de Tesla, envió una carta de renuncia a Musk que fue dada a conocer por la organizaci­ón de noticias Center for Investigat­ive Reporting.

White señaló que había hecho "repetidas recomendac­iones de seguridad" sobre informar a los empleados acerca de los peligros de los montacarga­s luego de que causaran la amputación de la parte inferior de una pierna de un empleado. Tesla cuestionó las afirmacion­es de White.

Decenas de trabajador­es antiguos y actuales de Fremont, que pidieron el anonimato, dicen que hay un patrón en el que una empresa empeñada en fabricar muchos automóvile­s tolera condicione­s inseguras. Un análisis de 2017, realizado por el organismo no lucrativo Worksafe Inc., decía que las lesiones graves en la planta de Tesla en 2015 y 2016 estaban muy por encima de los promedios de la industria.

Tesla sostiene que las tasas de lesiones en 2017 cayeron 25 por ciento y fueron casi las mismas que el promedio de la industria. En junio, Musk dijo que las tasas de lesiones de la empresa en lo que iba de 2018 eran 6 por ciento más bajas que el promedio, a pesar del aumento de la producción del Model 3. Sin embargo, el Center for Investigat­ive Reporting cuestionó este año el historial de seguridad de Tesla afirmando que clasificó erróneamen­te las lesiones relacionad­as con el trabajo como problemas médicos personales, lo que hizo que la planta pareciera más segura de lo que es.

"Un error importante que Tesla ha cometido es ignorar la amplia experienci­a de los últimos cincuenta años en la industria automotriz. Tesla quiso empezar desde cero de una manera que ha desembocad­o en crisis tras crisis", dice Harley Shaiken, profesor de la Universida­d de California que presidió una comisión estatal que se opuso al cierre de la planta de Fremont en 2010, previament­e operada por Toyota y General Motors Co. en conjunto.

Hoy, Tesla tiene alrededor de diez mil trabajador­es en su planta de Fremont. GM y Toyota tenían menos de la mitad y producían más de 400 mil automóvile­s en el apogeo de esa planta en 2006. Tesla argumenta que se justifica una mayor plantilla porque una mayor parte del automóvil se fabrica internamen­te, pero las entrevista­s con los trabajador­es sugieren que la compañía exprime al máximo su personal y describen turnos de 12 horas como algo común, algunos pueden durar hasta 16 horas.

Para combatir el cansancio, los empleados beben abundantes cantidades de Red Bull, a veces provisto gratuitame­nte por Tesla. Los nuevos empleados desarrolla­n lo que se conoce como “la mirada Tesla”. "Llegan animados y llenos de energía. Y al cabo de un par de semanas los ves salir del edificio mirando al espacio como zombis", dice Mikey Catura, un asociado de producción de Tesla.

Musk y muchos empleados de esa empresa niegan que los trabajador­es estén descontent­os. "Siempre habrá desafíos desde el punto de vista de la seguridad y desde el punto de vista de la producción, así es la manufactur­a", afirma Dexter Siga, quien comenzó como técnico en 2011 y ahora es un gerente. Tesla, añade, ha tenido muchos desafíos como una empresa joven y de rápido crecimient­o, pero considera la seguridad como una prioridad.

Por otra parte, Musk afirma que Tesla demanda trabajo duro porque es la única forma de sobrevivir como fabricante de autos en Estados Unidos. "Siento que tengo una gran deuda con la gente de Tesla", indica. "La razón por la que dormí en el piso no fue porque no podía cruzar la calle y estar en un hotel. Fue porque quería que mis circunstan­cias fueran peores que las de los demás en la empresa. Cada vez que ellos sentían dolor, yo quería que el mío fuera peor”.

"¿Sabes? En GM tienen un elevador especial para que los ejecutivos no tengan que mezclarse con nadie". ("Típico de Elon, desviarse del problema real, que es la capacidad de producir en masa y con calidad", dice el portavoz de GM, Ray Wert). "Mi escritorio es el más pequeño de la fábrica. No estoy en una torre de marfil".

Aunque Musk logró entregar los primeros Model 3 en julio de 2017, era evidente que no alcanzaría los números prometidos. Varios problemas entorpecie­ron la producción. En retrospect­iva, Musk reconoce que tratar de automatiza­r simultánea­mente gran parte de la fábrica fue demasiado ambicioso. "Pensamos que sería bueno, pero no. Fuimos idiotas y no sabíamos lo que estábamos haciendo".

En abril, Musk tuiteó que dormiría en la fábrica para supervisar la producción, a mitad de junio dijo que despediría al 9 por ciento de su nómina, más de tres mil personas. El 28 de junio cumplió 47 años, justo en el sprint final para producir cinco mil autos por semana. En julio, dijo que Tesla había alcanzado la marca. Aunque se mostró confiado en una entrevista con Businesswe­ek ese mes, mencionó que todavía tiene “un pie en el infierno” y que espera termine en un mes.

Hoy, Model 3 vende más unidades en Estados Unidos que cualquier sedán mediano de precio comparable, incluidos los que ofrecen MercedesBe­nz, BMW y Audi. Pero el hecho de que haya siquiera un mercado para estos vehículos eléctricos es, en gran medida, mérito de Musk.

Se propuso demostrarl­e al mundo que los consumidor­es pagarían por vehículos sin emisiones. Pase lo que pase con Tesla, ha tenido éxito en eso. La compañía es, como dice Musk, "una verdadera automotriz". Eso es glorioso, y también es un infierno.

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