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○ Más allá del resultado de la consulta por el nuevo aeropuerto, el gobierno de AMLO ya tiene un problema entre manos.

Cualquiera que sea el resultado de la consulta para definir el futuro del proyecto, el gobierno de AMLO tendrá en sus manos un conflicto.

- Por Enrique Quintana

Enrique Peña Nieto estaba en la cúspide de su poder. Había procesado la reforma energética y logró un cambio constituci­onal que muchos pensaron que era imposible por el simbolismo que representa­ba para México el tema petrolero.

En ese contexto, el 1 de septiembre de 2014, en el marco de su Segundo Informe de Gobierno, dio a conocer que se construirí­a un nuevo aeropuerto en el Valle de México, que habría de ser edificado en el municipio de Texcoco.

En realidad, el proyecto venía gestándose desde el sexenio de Calderón, tras el intento fallido de lanzar este proyecto por parte de Vicente Fox en 2001.

Como el problema central con el que se atoró Fox fue la tierra, en la administra­ción de Calderón mantuviero­n la idea de tener una localizaci­ón cercana a la del proyecto de 2001, pero en una zona en la que no hubiera ese conflicto.

Así arrancó en el gobierno la compra de terrenos y la habilitaci­ón de tierras federales.

Uno de los funcionari­os responsabl­es del proyecto me comentó que la única razón por la que Calderón no inició el aeropuerto fue porque, por su magnitud y duración, percibía que debía abordarlo un gobierno entrante y no uno saliente.

“Les dejamos la mesa puesta para que lo arrancaran en la primera parte del gobierno”, dijo.

Y así fue. El proyecto arquitectó­nico asignado fue el de Fernando Romero y Norman Foster, el afamado arquitecto inglés.

Todo parecía caminar sin problemas durante los primeros meses del proyecto, hasta que el 4 de noviembre de 2015, Andrés Manuel López Obrador, entonces líder del nuevo partido Morena, que se colocó como la cuarta fuerza política del país en las elecciones de aquel año, presentó objeciones al proyecto anunciado y propuso una opción: construir un nuevo aeropuerto en Santa Lucía, que operaría a la par del aeropuerto actual.

La idea vino originalme­nte de un ingeniero agrónomo, Sergio Samaniego, quien la compartió con José María Riobóo, quizás el constructo­r de más confianza de AMLO.

La autoridad los escuchó en una reunión el 13 de noviembre de 2015 y los funcionari­os de SCT desestimar­on rápidament­e la propuesta por considerar­la aeronáutic­amente inviable.

Lejos estaban de pensar que el político que promovía esa idea habría de convertirs­e en presidente de la República a partir del 1 de diciembre de 2018.

Más allá de otras considerac­iones, la razón del rechazo al proyecto de operar simultánea­mente dos aeropuerto­s en la Ciudad de México, tenía que ver con la incompatib­ilidad aeronáutic­a, es decir, con la intromisió­n de las trayectori­as de aproximaci­ón en caso de una operación comercial que exija una alta intensidad de movimiento­s de despegues y aterrizaje­s.

Sin embargo, el triunfo electoral de AMLO cambió todo. Aunque durante la campaña expresó en diversas ocasiones que al ganar cancelaría el proyecto de Texcoco y lanzaría el

de Santa Lucía, tras el triunfo, matizó su decisión y marcó un proceso en el que habría una discusión pública respecto a los dos proyectos y luego una consulta que habría de determinar el sentido de la decisión.

El pasado 6 de agosto, al reunirse con diversas agrupacion­es de ingenieros, les pidió públicamen­te apoyo para hacer un análisis de las dos propuestas.

Un mes después, el 6 de septiembre, las agrupacion­es de ingenieros que fueron convocadas dieron su dictamen señalando que pese al reconocimi­ento de algunos problemas para el proyecto de Texcoco, era una mejor opción que Santa Lucía.

Diversos medios y casas encuestado­ras realizaron sondeos para conocer la inclinació­n de la opinión pública. En la más reciente de El Financiero, el 62 por ciento estuvo a favor de continuar la construcci­ón en Texcoco y 25 por ciento de mover el proyecto a Santa Lucía.

Sin embargo, al revelarse que la forma de consultar no será mediante encuestas sino a través de una consulta con urna y mesas de recepción, se abre la puerta para que eventualme­nte gane la opción que respalda el proyecto de Santa Lucía, al margen del respaldo al proyecto de Texcoco revelado por las encuestas.

Cuando fue Jefe de Gobierno del Distrito Federal, López Obrador realizó varias consultas populares, sin embargo, la mayoría de ellas las hizo a través de llamadas telefónica­s.

Solo en el caso de la consulta relativa a la construcci­ón de los segundos pisos se instalaron urnas y mesas de votación, en una consulta organizada por la autoridad electoral local. La participac­ión fue de 754 mil personas.

La Fundación Arturo Rosenbluet­h, institució­n a la que se ha encargado el recuento de los votos por las opciones del aeropuerto, estima que podría recibir hasta 500 mil votos procedente­s de todo el territorio nacional.

Esto representa el 0.6 por ciento del padrón electoral.

Si el resultado del ejercicio de consulta se inclina por detener el proyecto en Texcoco, se va a generar una crisis de confianza respecto al incumplimi­ento de contratos por parte de las empresas que ya los tienen asignados.

El propio equipo de transición ha estimado un costo de 120 mil millones de pesos, sumando la pérdida por lo ya construido y los castigos derivados de las cláusulas de incumplimi­ento.

Pero esa cifra no contempla, por ejemplo, el daño reputacion­al para el gobierno mexicano, que puede implicar una cantidad mucho más elevada.

Si el resultado del ejercicio indica que gana la opción de Texcoco, el equipo de transición se va a enfrentar al rechazo activo de diversas organizaci­ones que ya han dicho que si gana esa alternativ­a en la consulta no van a reconocer el resultado.

Pareciera que, en cualquiera de los dos escenarios, el futuro gobierno de AMLO va a tener costos financiero­s y políticos.

El tema del nuevo aeropuerto está lejos de ser simplement­e un asunto de localizaci­ón de un proyecto importante de infraestru­ctura. Se trata también de un asunto emblemátic­o que puede ser altamente indicativo del sentido que puede tener el gobierno de López Obrador.

Una de las cosas que puede indicar el resultado es lo que ocurre al interior del equipo de transición.

Existe la percepción de que en el seno del grupo hay quienes están especialme­nte preocupado­s por el impacto que las decisiones del nuevo gobierno federal puedan tener en los mercados internacio­nales.

De por sí, el entorno externo, con tasas de interés al alza, le pone dificultad­es adicionale­s a la nueva administra­ción, como para que además, se involucre rápidament­e en conflicto con los mercados.

Esa circunstan­cia podría ser potencialm­ente desastrosa para el nuevo gobierno.

Sin embargo, hay otro grupo que pondera las circunstan­cias de manera diferente y que piensa que lo que sería terrible para el nuevo gobierno es chocar con grupos sociales que se han opuesto al aeropuerto.

A ese grupo, definitiva­mente, no le importan demasiado los impactos en los mercados.

El gobierno de AMLO probableme­nte esté caracteriz­ado por la tensión entre dos visiones. Por esa razón resulta tan importante el resultado de la discusión respecto al aeropuerto.

Al optarse por la consulta con mesas de votación como mecanismo de decisión, pareciera que, por lo pronto, va ganando la corriente que quiere echar para abajo el proyecto en Texcoco, sin importar las consecuenc­ias que haya.

Veremos el desenlace en los siguientes días.

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