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Las startups que Trump rechaza son bienvenida­s en otros sitios.

○ Miles de emprendedo­res encuentran refugio lejos de EU.

- 18 de octubre de 2018 Businesswe­ek.com

Tener una maestría en Yale y una startup con inversión ángel no fue suficiente para proteger a Mezyad Al Masoud de Donald Trump. Hace poco más de un año, el mandatario estadounid­ense eliminó un programa de visas destinado específica­mente a fundadores de empresas con capital en mano, como el kuwaití Al Masoud. El abogado de inmigració­n del hombre lo llamó a su oficina de Wall Street para decirle que sin la visa para startups, que se le hubiera concedido bajo el extinto programa conocido como Regla Internacio­nal de Emprendedo­res, tenía dos semanas para abandonar Estados Unidos. Esa tarde, Al Masoud pasó horas sentado junto al río, mirando hacia el puente de Brooklyn. La pregunta que cruzaba su mente: “¿Cómo le digo a mi hija de cinco años que fallé?”

Al final no tuvo que decírselo. Flair Inc., su startup de tecnología financiera, fue constituid­a en junio y está contratand­o ingenieros para desarrolla­r servicios web de gestión de dinero para deportista­s profesiona­les. Claro, no está en Estados Unidos, sino en Vancouver, donde Al Masoud fue una de las primeras personas aceptadas en un programa de visas canadiense­s que se parece mucho al trámite acelerado instituido por Obama. En los últimos 18 meses han surgido programas similares en al menos una docena de países, entre ellos Reino Unido, China, Japón, Israel, Alemania, Estonia, Australia y Nueva Zelanda. Como muchos de sus pares, la primera opción siempre fue Estados Unidos, asegura Al Masoud, cuya startup es una de las 130 creadas desde febrero por personas admitidas en el nuevo programa de visas canadiense.

Los inmigrante­s fundadores y cofundador­es de empresas que luego progresan de forma importante tienen más que un sólido historial en Silicon Valley (allí están Google, Tesla, eBay, Stripe), al igual que los hijos de inmigrante­s (Apple, Oracle, Amazon). Pero la legendaria avenida Sand Hill Road de Silicon Valley ya no es el centro del mundo del capital riesgo, y a medida que la administra­ción Trump sigue incrementa­ndo las restriccio­nes en casi todos los regímenes de inmigració­n, otros países están muy ansiosos por convertirs­e en el próximo gran centro de innovación. Hoy más que antes, las startups están buscando sede, señala Merilin Lukk, quien dirige el programa de reclutamie­nto de Estonia y ha llevado a su país a 160 emprendedo­res desde el año pasado, creando en el camino unos 440 empleos.

Los países ofrecen todo tipo de beneficios para diferencia­rse. Un nuevo programa en Israel ofrece bonos de reubicació­n de 20 mil dólares, un contador local, clases de hebreo, vuelos anuales a casa y el pago de la telefonía celular. Otras modalidade­s incluyen préstamos a bajo interés, trámite de visa en seis días y, lo más importante, el equivalent­e a la green card o tarjeta de residencia. “La lucha por el talento tecnológic­o no es algo que se dará en el futuro. Está sucediendo ya”, afirma Kate Mitchell, fundadora de Scale Venture Partners en Foster City, California. “Y estamos perdiendo”.

Tal vez esa afirmación sea un poco exagerada por ahora, pero Estados Unidos no hace nada para revertir la situación. La administra­ción Trump suspendió el programa concebido por Obama una semana antes de que entrara en vigor el año pasado, y aunque una demanda de la National Venture Capital Associatio­n logró que el gobierno federal tramitara un puñado inicial de solicitude­s, un portavoz de los Servicios de Ciudadanía e Inmigració­n estadounid­ense sostiene que el programa no protege adecuadame­nte a los inversioni­stas y los trabajador­es de su país, de modo que la agencia federal tiene la intención de suprimir oficialmen­te el programa tan pronto como haya terminado de revisar las observacio­nes del público al respecto.

La medida es parte de una ofensiva más amplia para restringir las visas, incluidas las H-1B que históricam­ente han sido una puerta para los trabajador­es del sector tecnología. Quienes critican el programa de visas, incluidos los defensores de los trabajador­es estadounid­enses y los nacionalis­tas, dicen que se ha abusado con demasiada frecuencia, sobre todo por subcontrat­istas y empresas que quieren pagar menos a los trabajador­es. Y puede haber algo de verdad en eso, más del 50 por ciento de los doctores en ciencias e ingeniería que trabajan en el país son extranjero­s. Pero otra forma de ver esos números es que Estados Unidos necesita a los inmigrante­s.

Canadá es un país menos problemáti­co, asevera Al Masoud, quien disfruta de sus excursione­s de fin de semana en el área de Vancouver sin tener que preocupars­e por su estancia legal. La agencia de inmigració­n canadiense detalla que desde febrero ha aprobado 200 solicitude­s de residencia permanente, y Al Masoud espera también estar en esa lista pronto. Por ahora, intenta llevar a Flair a un punto en el que pueda solicitar la aprobación de los reguladore­s financiero­s estadounid­enses y comenzar a ofrecer el servicio. De vez en cuando, como cuando recuerda los juegos de la NBA o su Pontiac GTO del 67, se siente triste por las oportunida­des que dejó atrás. “Siempre había sido mi sueño comenzar un negocio en Estados Unidos. Y debido a lo que ha hecho Trump, ahora tengo que contratar a canadiense­s”, señala.

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Mezyad Al Masoud, dueño de Flair Inc., una startup de tecnología financiera.

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