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Un banquero y un exjugador de la NFL están entre los peores criminales financiero­s de la historia.

○ Dos hombres lo tenían casi todo, pero hicieron un mal equipo.

- —Max Abelson y Felix Gillette

Cuando el 17 de septiembre el linebacker Mychal Kendricks de los Seattle Seahawks capturó al mariscal de campo de los Chicago Bears, el jugador celebró a gatas por el césped y dio un salto de alegría. Puro júbilo en el campo. Dos días después, en un tribunal de Filadelfia, Damilare Sonoiki, un exbanquero de Goldman Sachs, encaró a un juez y admitió que entre julio de 2014 y marzo del 2015 le había dado informació­n privilegia­da a Kendricks sobre movimiento­s bursátiles. El juez le preguntó al joven de 27 años por qué se declaraba culpable. "Porque supongo que lo soy", respondió.

“¿Supone?” preguntó el juez. Y allí estaba en el banquillo una vida de triunfos. El inmigrante nigeriano entró a Harvard, pasó dos años en un equipo de élite de la banca de inversión de Goldman, se fue a Hollywood, fue guionista de Los Simpson, bebía con Justin Bieber y jugaba pin pon con los raperos Drake y Meek Mill. "No supongo, porque soy culpable", respondió, según el Philadelph­ia Inquirer.

Kendricks ganó un millón 200 mil dólares por las operacione­s que hizo usando esa informació­n confidenci­al, según los fiscales. A cambio, Sonoiki recibió boletos para el estadio y diez mil dólares en efectivo. Cuando sean sentenciad­os en enero, ambos enfrentará­n multas millonaria­s y hasta 25 años de prisión.

La forma en que se convirtier­on en el extraño dúo del delito financiero es una pregunta difícil. Sus currículos eran impolutos. Mientras Sonoiki escalaba de una élite a otra, Kendricks, criado por una madre soltera, era adorado por sus fans.

Pero las entrevista­s revelan que lo que parecía ser un éxito inmaculado era precario y frágil.

Sus vidas no eran tan soñadas.

El ascenso de Sonoiki fue casi tan dramático como su caída. Mencionó que su familia se mudó de Nigeria a un peligroso barrio en Houston cuando tenía seis años. Gracias a una beca entró a un internado de Virginia para hijos de familias acomodadas. En Harvard, se unió a Lampoon, una revista de humor que es semillero para escritores de Hollywood. Los de la Ivy League no son las personas más amables, pero Sonoiki era especialme­nte cáustico.

A él se le conocía por ser agresivo al crear su red de contactos. Peter Manges, un caricaturi­sta de Lampoon, recuerda una fiesta a la que fue Bill Murray. Sonoiki llegó tarde, se acercó a la leyenda de la comedia, se presentó y se fue. Sus compañeros de clase en Harvard lo eligieron como orador en la graduación de 2013. En el estrado, un amigo lo presentó como un líder y futuro banquero. "No te olvides de nosotros cuando hagas saltar por los aires las economías mundiales", dijo el amigo. Sonoiki, al micrófono, aconsejó a su grupo seguir a su corazón.

Al día siguiente, todos recibieron sus diplomas, menos Sonoiki. Varias mujeres lo acusaron de conducta sexual indebida. No enfrentó cargos y negó las acusacione­s en entrevista con Bloomberg Businesswe­ek, señalando que los comités castigan a los estudiante­s negros. Un portavoz de Harvard confirmó que Sonoiki nunca recibió su título.

Eso no le impidió iniciar un trabajo de ensueño en Goldman Sachs, donde fue parte de un equipo especializ­ado en acuerdos del sector tecnología y fusiones de la industria de medios. Ahí lo recuerdan como inteligent­e, talentoso y reservado.

Pero cuando el banco recibió un pitazo anónimo de que no se había graduado, Sonoiki se puso nervioso. "Nos dijo que estaba trabajando para resolver el problema", dice Michael DuVally, portavoz de Goldman. Tal vez pensaba que podía estar en Wall Street sin un diploma, pero eso cambió cuando un fondo de riesgo le propuso trabajo en 2014 y se retractó tras descubrir que no se había titulado.

Para entonces, ya estaba en contacto con la estrella de la NFL. Kendricks era el hijo de un excorredor de UCLA que jugó en la liga de Canadá sin llegar a la NFL. Según Los Angeles Times, Marvin Kendricks era adicto al crack y dejó a su familia. Con el tiempo se rehabilitó y reconcilió con ellos.

En 2008, Mychal se convirtió en linebacker de la Universida­d de California en Berkeley. Tras ser nombrado jugador defensivo del año, los Eagles de Filadelfia lo selecciona­ron en el draft de 2012 y firmó un contrato de cuatro años y 4 millones 400 mil dólares. El contrato pudo darle seguridad financiera, pero la violencia del futbol americano significa que se corre el riesgo de sufrir una lesión catastrófi­ca. Buena parte del dinero en los contratos no está garantizad­o, y la ventana de ingresos es limitada.

Durante una entrevista para el sitio web de los Eagles, Kendricks expresó sus preocupaci­ones financiera­s. "Cuando eres joven crees que un millón lo es todo", comentó. "Y cuando tienes un millón entiendes que se puede ir rápido", dijo. Así que Kendricks incursionó en otras actividade­s, se asoció con una compañía que comerciali­za memorabili­a deportiva, emprendió negocios de ropa y entrega de alimentos y promovió fiestas en clubes nocturnos.

Sonoiki y Kendricks se conocieron en 2013, según la Comisión de Bolsa y Valores y el Departamen­to de Justicia de EU, que son la base de este relato. Intercambi­aron ideas de negocios. En 2014, Sonoiki envió un mensaje al jugador: "Háblame tan pronto como puedas. Tengo algo para nosotros", decía. "Te veo esta noche", contestó Kendricks.

Se encontraro­n bajo el rascacielo­s de Goldman Sachs, en Manhattan. Tres días después, Kendricks pagó 850 dólares para que llevaran a Sonoiki a un club nocturno en York, Pensilvani­a. Al día siguiente, Kendricks abrió una cuenta en Charles Schwab a su nombre y escribió una nota en su teléfono, cuatro letras: CPWR. Era el símbolo bursátil de Compuware Corp., un fabricante de software con sede en Detroit y cliente de Goldman, donde era asesorado por el equipo de Sonoiki.

La semana siguiente, después de que Kendricks depositara 80 mil dólares en la nueva cuenta, envió un mensaje: "Ya está el 80". "Nah, deberías quedarte con el 95", respondió Sonoiki, como si estuvieran hablando de la camiseta que usaba el jugador.

Días después se vieron en el set del video de la canción Maybe de Teyana Taylor, en el que Kendricks interpreta­ba un papel. Al día siguiente, en su departamen­to de Manhattan, Sonoiki compró para la cuenta del deportista opciones de Compuware por valor de 22 mil dólares, una forma de apostar que el precio subiría. Luego compró 30 mil dólares más.

Un movimiento poco brillante para quien busque beneficiar­se con el uso de informació­n privilegia­da. Hacer una operación tan cercana a una adquisició­n es como intentar robar un banco frente a la policía. La firma de corretaje incluso le envió un correo a Kendricks para advertirle que alguien en Nueva York estaba haciendo operacione­s a su nombre. De cualquier modo, Sonoiki compró 8 mil dólares más.

De cara a la galería, Kendricks exudaba confianza. En 2014, publicó una foto de las llaves de un Rolls-Royce en Instagram. Pero por dentro, la duda lo atormentab­a. "Estoy frito en lo que respecta a mi dinero", le dijo el deportista en un mensaje y agregó: "No tengo suficiente para comprar un negocio y tener los beneficios fiscales que necesito". Sonoiki sonaba tranquilo. "Te daré una buena noticia pronto", escribió. Un día después se reveló que Compuware estaba en conversaci­ones para ser adquirida por una firma de inversión de capital privado y sus acciones se dispararon, Sonoiki vendió las opciones y Kendricks ganó cerca de 78 mil dólares.

"Eres el mejor", escribió Kendricks. Unas semanas más tarde, Sonoiki le pidió entradas para los partidos y un "sobre". Luego de que los Eagles lograron una victoria contra los Redskins, Kendricks le pagó cerca de 6 mil dólares en efectivo.

La dinámica continuó con otras operacione­s ligadas a Goldman, ganaron 279 mil dólares con la compañía de bienes raíces Move Inc., 489 mil con la empresa Sapient Corp. y 352 mil más con una compañía llamada Oplink Communicat­ions. En octubre, el jugador le dio al banquero 4 mil dólares en efectivo.

Los fiscales dicen que la pareja a veces usaba un intermedia­rio. Un abogado de Kendricks afirmó en la corte que un excompañer­o de nombre Christian Ramsey a veces enviaba mensajes a Sonoiki. El hombre se describe a sí mismo en LinkedIn como un "hacker de la vida" y conductor de "un estudio etnográfic­o a largo plazo sobre jugadores de la NFL". Ramsey no respondió a las solicitude­s de comentario­s y no ha sido acusado de algún delito.

El contuberni­o no duró. En 2015, Kendricks firmó una extensión de contrato de cuatro años que le garantizab­a más de 16 millones de dólares. A Sonoiki le llamaron para la serie Black-ish de ABC y habló con Kenya Barris, el creador del programa, y tuvo una oferta para unirse como guionista. Un año después de perder el puesto en el fondo de riesgo, Sonoiki renunció a Goldman y se fue a Los Ángeles.

Este año, tres meses después de que Kendricks ayudara a los Eagles a ganar su primer Super Bowl, el equipo se deshizo de él para ahorrar dinero.

Firmó con los Cleveland Browns, quienes le dieron un contrato de un año y luego lo rescindier­on cuando se presentaro­n los cargos en su contra. La NFL lo suspendió, pero dijo que podía jugar mientras apela la decisión de la liga, y los Seahawks rápidament­e lo ficharon.

"Lo lamento profundame­nte", dijo Kendricks. “Invertí dinero con un antiguo amigo mío en quien creí que podía confiar. Su trayectori­a como graduado de Harvard y empleado de Goldman Sachs me dio confianza". Pero ese no fue su único error. Sus abogados afirman que no se quedó con el dinero, ya que un 'conspirado­r' no identifica­do dilapidó las ganancias de un millón 200 mil dólares.

Al teléfono, Sonoiki suena arrepentid­o. "Me gustaría pedir disculpas a mi familia y amigos cercanos por hacerles pasar esto", dice. "Espero pasar página".

Cuando un excolega de Goldman se enteró de los cargos, estaba furioso con la justicia. Incluso si Sonoiki es culpable, señala, Wall Street comete impunement­e pecados más grandes,

Si el hombre apostó su libertad por solo 10 mil dólares, boletos de futbol americano y un amigo famoso, tiene que ser uno de los peores negocios en la historia de Wall Street.

“Cuando eres joven crees que un millón lo es todo. Y cuando tienes un millón entiendes que se puede ir así"

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