La extrema derecha se abre camino en Brasil
○ Jair Bolsonaro, el candidato ganador de la primera ronda electoral a la presidencia, tendría un importante apoyo del Congreso.
Apenas 24 horas después de conseguir una amplia victoria en la primera ronda electoral para la presidencia de Brasil, el exparacaidista Jair Bolsonaro se encontró con muchos nuevos amigos.
Su Partido Social Liberal (PSL) no solo aumentó su número de escaños en la cámara baja, de 8 a 52, sino que también despertó el interés de los partidos centristas de Brasil, que tienden a unirse a los ganadores, cualquiera que sea su ideología.
El Partido Republicano Brasileño (PRB), por ejemplo, respaldará a Bolsonaro si se convierte en presidente, le dijo uno de sus líderes a Bloomberg, mientras que la mayoría de los diputados de los Demócratas (DEM) y los republicanos (RP), otros dos grandes partidos, respaldan al excapitán del ejército.
El Congreso de Brasil está notoriamente fragmentado y la capacidad de gobernar de Bolsonaro, en caso de ganar la segunda vuelta electoral del 28 de octubre, ha sido cuestionada repetidamente. Pero a medida que los resultados de la primera vuelta han sacudido dramáticamente la legislatura, si el político de extrema derecha se convierte en el próximo presidente, terminará trabajando con una legislatura mucho más afín a sus ideales de lo que la mayoría de los encuestadores imaginaron. Dadas algunas de las medidas económicas dolorosas que agotan la popularidad que tendrá que tomar una vez en el cargo, necesitará todo el apoyo del Congreso que pueda reunir.
“Lo que surge de esta elección es un Congreso más favorable para aprobar las reformas de Bolsonaro”, explicó Juliano Griebeler, analista político de Barral M. Jorge, una consultora de negocios. “Dicho esto, quedan dudas sobre su capacidad para gobernar y navegar en un escenario más complicado, porque carece de alguien en su entorno con experiencia”.
En una reunión reciente del Partido Socialdemócrata Brasileño (PSDB) en su sede de Brasilia, Joao Doria, el candidato del partido a gobernador de Sao Paulo, reiteró su apoyo a Bolsonaro, aunque el propio partido no respaldará oficialmente a Bolsonaro, ni su rival de izquierda, Fernando Haddad. El candidato presidencial del partido, Geraldo Alckmin, quien quedó en cuarto lugar, dijo que no tomaría una posición.
El tercer partido más grande en la cámara baja, el Partido Progresista (PP), emitió una nota en la que se declaraba oficialmente neutral, pero eso no impide que sus miembros elijan bandos. Mientras tanto, el Partido Democrático Laborista (PDT), de centro izquierda, ofreció un apoyo tibio para Haddad.
El Partido de los Trabajadores (PT) perdió escaños en ambas cámaras del congreso, aunque sigue siendo el más grande en la cámara baja. La nueva composición, tanto del Senado como de la Cámara de Diputados, sugiere que puede ser un desafío para la izquierda formar una mayoría de trabajo en caso de una victoria de Haddad.
Bajo cualquier parámetro, el Congreso de Brasil está muy fragmentado, es ingobernable y brutal, con docenas de partidos compitiendo por recursos de un apretado presupuesto. El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva fue casi derrocado por un escándalo de compra de votos, mientras que la decisión de su sucesora Dilma Rousseff de contradecir a la legislatura la mayor parte del tiempo contribuyó a su juicio político y destitución.
Incluso, el actual presidente, Michel Temer, con más de veinte años de experiencia en el Congreso, tuvo dificultades para establecer el orden entre las muchas facciones legislativas en el último año de su administración. Después de relativo éxito inicial, cuando se aprobaron medidas de austeridad, sus esfuerzos por pasar una reforma muy necesaria del sistema de pensiones de Brasil chocaron contra un muro en la cámara baja a principios de este año.
Tradicionalmente, la mayoría de los partidos centristas de Brasil se unen detrás del presidente, al menos al comienzo de su mandato. Pero en una ruptura con el pasado, Bolsonaro parece estar menos interesado en cortejar su apoyo que en llegar a los comités de todos los partidos, como el llamado bloque “Balas, carne y biblia”, integrado por legisladores que representan a los partidarios de la ley y el orden, agricultores y evangélicos.
“Bolsonaro no quiere apoyo de partidos”, comentó Lincoln Portela, uno de los líderes del centrista Partido de la República (PR). “Ya tiene alrededor de 300 legisladores que lo apoyan en el nuevo Congreso”.
Aun así, el respaldo a Bolsonaro del público se deriva principalmente de su campaña basada en valores centrados en “Dios, la familia y la justicia”, en lugar de la economía, sobre la cual admite que no sabe nada. Y ello resulta preocupante, pues tras
haber sido aplastada por años de recesión, corrupción y agitación política, la economía de Brasil es un desastre y su joven democracia está en peligro.
En la víspera de la segunda vuelta electoral, los brasileños se mantienen ampliamente divididos en cuanto al futuro de su país y el mejor camino que deben tomar para conseguirlo, también están desilusionados e indignados.
Han visto cómo se evaporan millones de empleos, junto a miles de millones en dinero público. Las tasas de homicidios aumentan de forma acelerada y las colas hospitalarias se alargan, mientras que los ingresos reales disminuyen.
El problema económico más inmediato es tapar las fugas en las arcas públicas de Brasil, que empujaron la calificación crediticia de la nación a un terreno no deseado y su deuda pública a más del 55 por ciento de su producto interno bruto, o más del doble del nivel de los mercados emergentes de Turquía o Indonesia.
Alrededor de 6 millones de personas han vuelto a caer en la pobreza y los recortes presupuestarios draconianos han cerrado los centros de cuidado infantil y las investigaciones científicas que salvan vidas.
“Veo a estudiantes que tuvieron un brillante futuro académico renunciando para vender brownies”, aseguró Yraima Cordeiro, una bióloga molecular que trabaja en la enfermedad de Parkinson y la enfermedad de Alzheimer en la Universidad Federal de Río de Janeiro. “Me avergüenza decir que mi país no apoya la investigación”.
Los dos candidatos presidenciales tienen ideas diametralmente opuestas sobre cómo hacer que la economía vuelva a encarrilarse. Los mercados favorecen a Bolsonaro, quien propone reducir el tamaño del estado recortando los ministerios y vendiendo las empresas públicas de Brasil. Sin embargo, el resto de sus propuestas no ofrecen mucha claridad para una población que está ya desesperada.