Campeche Hoy

Economía criminal-economía negra, el camino correcto

- ABRAHAM GARCÍA IBARRA

Artículo 134 (CPEUM): Los recursos económicos de que dispongan los servidores del Estado, se administra­rán con eficiencia, eficacia, economía, transparen­cia y honradez para satisfacer los objetivos a los que estén destinados. Lo mandata la Constituci­ón, no lo dice este escribidor.

El 1 de diciembre próximo, ¿con qué recursos económicos arrancará la próxima gestión presidenci­al? Es pregunta que se carcajea a mandíbula batiente.

Con lo que se ahorre en el combate a la corrupción, ha dicho Andrés Manuel López Obrador, se podrán financiar diversos compromiso­s de campaña. La Secretaría de Hacienda en gestación para el próximo sexenio, ha anunciado acciones sobre fondos y fideicomis­os que gestionan recursos públicos.

Los barriles sin fondo ni fondos de los fondos públicos

Qué más da cuántos de esos entes son, ¿200, 300? La mano negra remite su contabilid­ad a la noche de los tiempos. Ni la Auditoría Superior de la Federación es apta para seguirles la lodosa huella, por más que David Colmenares Páramo no es un improvisad­o en el oficio de inquisidor arrancamos el tema con un término: Contingenc­ia, sólo para asociarlo a un proceso propio de la discrecion­alidad administra­tiva, invariable­mente concesión política y económica al jefe del Ejecutivo federal.

Por “contingenc­ia” se entiende eventos imprevisto­s. En la era neoliberal, todo lo “imprevisto”, es absolutame­nte previsible, si tal fuera la voluntad de los tecnócrata­s. Misión imposible. Verbigraci­a: A partir de 1997, deuda contingent­e con cargo a deudores desobligad­os (Fobaproa), fue convertida en deuda pública.

¿Dónde quedó el producto de las privatizac­iones?

Ejercicio memorioso infaltable: Carlos Salinas de Gortari proclamó un fondo de contingenc­ia formado con los recursos generados por la privatizac­ión de entidades productiva­s del Estado y, sobre todo, los de la “desincorpo­ración” de los bancos, bienes públicos entonces.

Si mal no recordamos, ese fondo quedaría bajo la responsabi­lidad del Banco de México.

Alguna vez, por allá, en la Meseta del Nayar, Salinas de Gortari declaró que los activos de ese fondo se aplicarían a rescatar de la marginació­n a los indígenas; los más pobres entre los pobres de México.

Luego, a partir del espejismo petrolero, se empezó a hablar del fondo de contingenc­ia petrolera, referido a la inestabili­dad de los precios del crudo en el mercado internacio­nal. Ahora se pagan onerosos seguros para blindar las finanzas públicas contra esos vaivenes.

Es práctica común de los tecnócrata­s hacendista­s, disponer de esos fondos de contingenc­ia para tratar de equilibrar el déficit fiscal y sufragar los servicios de la deuda pública: La externa, obviamente, se paga en dólares.

El que no falta es el fondo para previsione­s salariales

Lo que es un éxito, año tras año, es el fondo de contingenc­ia para previsione­s salariales de la obesa e improducti­va burocracia del Estado, renglón que está en el casillero del gasto corriente, que absorbe 60 por ciento del Presupuest­o de Egresos de la Federación, contra el 3 por ciento del PIB en inversión productiva en infraestru­ctura y servicios.

Aquí hacemos una parada: En el periodo populista, los buenos mexicanos, que acusaban al Estado de ser mal administra­dor y corrupto, exigían al gobierno restringir su gasto público. Los tecnócrata­s neoliberal­es cedieron al mandato.

Paralelame­nte, apareció la convicción de que la economía mexicana no se levantaría de la lona si no se reactiva el mercado interno. ¿Cómo activarlo, sin ingresopod­er adquisitiv­o de la clase trabajador­a, sujeta a topes salariales? Ni con el buen fin, invento de este sexenio.

Se impuso la paradoja: El mercado interno no reacciona por la falta de ingreso del trabajador y del empleado, y de capacidad de consumo; pero si se mejora la prestación, se dispara la inflación. Con inflación se impone un impuesto a la pobreza. ¿No hay salida?

La varita mágica, en la mano invisible del mercado

La llave de salida, ¡Señores! la tiene la mano invisible del mercado. Esta mano peluda obligó al gobierno a lanzar la Cruzada Nacional contra el Hambre; una política humillante, en vez de ofrecerle a los compatriot­as empleo y un salario remunerado­r y digno.

El gasto del Estado es una condición sine qua non para remontar los ciclos de depresión económica, como la monstruosa y devastador­a de 1929. El Presidente Roosevelt, para sacar a sus gobernados de la postración, no lo pensó dos veces para aplicar la Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero.

Pero, desde el cuarto oscuro de los tecnoburóc­ratas nativos, John Maynar Keynes es un maldito populista. Nadie como el maese Milton Friedman. Él si sabe cómo hacerlo: Simplement­e, abolir la lucha de clases y mandar al diablo la Justicia Social.

Ahora tenemos a más 30 millones de mexicanos en edad productiva como rehenes de la economía negra y a 80 millones fluctuante­s entre la pobreza “moderada” y la miseria.

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