Capital Coahuila

Baños, colchoneta­s, bromas y hasta una fiesta... momentánea

- LUIS A. MÉNDEZ

Pedía un poco de privacidad a quienes no lo dejaban de fotografia­r, “no hay nada más rico que bañarse, no me había bañado en dos días”, decía Leonardo Castañeda, migrante hondureño, mientras sonreía, tallaba su cuerpo; ya sin intimidars­e ante los lentes de los medios que retrataban su llegada y la de otros miles de centroamer­icanos a la ciudad.

Apenas tiene 25 años, pero anduvo a pie, se subió a camiones, y pidió aventones al igual que los cerca de tres mil migrantes que llegaron a la capital este lunes, asegura que le ha ido bien, “México es lindo”.

“Pura suite”, “de primera”, “vista espectacul­ar”, decían de sus dormitorio­s otros migrantes, guatemalte­cos y salvadoreñ­os; las gradas de concreto del deportivo Magdalena Mixhuca se convirtier­on en camas.

“A mi me tocó colchoneta, están bien cómodas”, “pero yo alcance unas chanclas nike”; se presumían unos a otros sus nuevas pertenenci­as. “Una blusa bien bonita, que no la tiro porque está tumbada”, afirmaba Lucia Carrillo, una madre que viaja con dos de sus pequeños y que dice han podido comer más durante el recorrido que en Honduras.

Erik Soto un joven de 17 años que mientras su madre trabajaba en Comayagua, Honduras, decidió abandonar su casa sin avisarle y al- canzar la caravana de la que se enteró por “un amigo del barrio, mientras jugaban pelota”, ahora con un pandero en mano, lo va moviendo como cree que debe ser porque no sabe tocarlo, pero que le alegra el camino.

Tanto Leonardo, Lucía y Erick quieren llegar a Estados Unidos, pero sí no lo logran se quedarán en México, porque coinciden que por lo menos: “aquí no está tan fuerte el crimen”, “no hay tanto marero” y “hay trabajo”; aunque ninguno de los tres sabe cómo pedir asilo.

Lo que es un desplazami­ento forzado de centroamer­icanos, se torno en fiesta, ríen, escuchan música y hasta se dan tiempo de armar un baile colectivo donde el perreo marca el ritmo, la figura central: un chico de la diversidad sexual que logró armar una fiesta entre las carpas de la congregaci­ón del Padre Solalinde, defensor de migrantes y otras dependenci­as de gobierno que por momentos fueron rebasadas.

Todavía por la noche seguían armando una carpa gigante pese a que la temperatur­a había descendido y algunos migrantes no tenían chamarras y cobijas para pasar la noche, pese a esas faltas para los centroamer­icanos no importa porque acá “los han tratado bien”, como consideró Erik Dubon de Guatemala.

La noche no fue impediment­o para los visitantes de la ciudad, las cumbias, el reggae, la bachata y el reggaetón les hacía olvidar el cansancio acumulado de las semanas que llevan movilizand­o desde sus países de origen.

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Las autoridade­s capitalina­s esperan a más de 5 mil migrantes en el albergue del deportivo Magdalena Mixhuca.

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