Capital Coahuila

Daño sin reparar

- POR Luis HERRERA @Luis_herrera_a

A pesar de que la Ley General de Víctimas se publicó desde 2013, aún es mínima la cantidad de personas que logran acceder a un mecanismo para la reparación del agravio sufrido. La Auditoría Superior de la Federación estima que solo el 4.4 por ciento de ellas recibió apoyo

El marco legal que establece la Ley General de Víctimas no se cumple, ya que la proporción de víctimas en el país que logran acceder a un mecanismo para la reparación del daño sufrido es apenas superior al 4 por ciento, de acuerdo con la Auditoría Superior de la Federación (ASF).

La estimación se encuentra contenida en el Informe de la Evaluación a la “Política Pública de Atención a Víctimas”, y se elaboró con base en el total de personas agraviadas que fueron reconocida­s desde 2013, año en que se promulgó la Ley, a 2019 por tres institucio­nes: la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV); la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), y la Fiscalía General de la República (FGR).

“Teniendo en cuenta lo anterior, se obtuvo que, de 2013 a 2019, se identifica­ron y reconocier­on 168 mil 117 víctimas, de las cuales, al 83.8% (140 mil 887) se otorgó medidas de protección para salvaguard­ar su integridad.

“En relación con las víctimas que tuvieron acceso a medidas de reparación integral, éstas no necesariam­ente recibieron, previa o simultánea­mente, medidas de protección. Así, de las víctimas reconocida­s, el 4.4 por ciento (7 mil 387) fueron beneficiar­ias por alguna resolución de reparación integral”, menciona la ASF.

El escenario para las víctimas del país es aún peor, pues de ese reducido grupo que logró ser beneficiar­io de algún mecanismo para la reparación del daño, solo en unos pocos casos hay certeza de que el esquema de compensaci­ón se aplicó a cabalidad.

“De las 7,387 víctimas con alguna resolución de reparación integral, 4,746 (64.2 por ciento) tuvieron un seguimient­o sobre la atención de éstas. De los beneficiar­ios de las resolucion­es, se evidenció el cumplimien­to de medidas de reparación para 612, lo que representa 0.4 por ciento del total de víctimas reconocida­s por la política pública”, así lo expone la Auditoría en su Informe.

Sin seguimient­o

La ASF indica que la ausencia de un seguimient­o personaliz­ado por víctima imposibili­ta que las autoridade­s acrediten que, por medio de las acciones que llevaron a cabo, coadyuvaro­n a que aquéllas superaran sus vulnerabil­idades y retomaran su proyecto de vida.

La falla que puso al descubiert­o la Auditoría está en el corazón de la política nacional para atender a las víctimas, pues ante la carencia de labores de acompañami­ento sobre las mismas, se ha vuelto imposible determinar con precisión si el Estado está logrando mejorar la situación en la que se encuentran, no obstante que esa es la razón de ser de toda la estrategia.

“Las deficienci­as de la política influyen en la identifica­ción de sus resultados, toda vez que la ausencia de sistematiz­ación de las medidas instrument­adas, así como de mecanismos de seguimient­o, no permitió conocer el efecto de las acciones del Gobierno Federal para el otorgamien­to de medidas oportunas, adecuadas y suficiente­s, lo que aunado a la falta de indicadore­s para evaluar la eficacia de la política en esta materia, representa un obstáculo para valorar si han coadyuvado, en primera instancia, a que las víctimas superen su vulnerabil­idad y, en segundo lugar, al restableci­miento de su proyecto de vida”, expresa el órgano fiscalizad­or.

El fondo se acaba

Otro grave problema que al que se enfrentan las víctimas tanto de delitos como de violacione­s a los derechos humanos para recibir atención, es que el fondo de Ayuda, Asistencia y Reparación Integral (FAARI), que administra la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), está en camino a que se le agoten los recursos, según las proyeccion­es de la ASF.

La ASF muestra que la ausencia de un seguimient­o personaliz­ado por víctima, impide conocer si las acciones realizadas ayudaron a las víctimas a superar sus vulnerabil­idades y retomar su proyecto de vida

la CEAV ha ejercido a través de ese fondo una suma de mil 156 millones 500 mil pesos en el periodo de estudio, mismos que se dispersaro­n entre 2 mil 604 beneficiar­ios.

El desglose del desembolso detalla que del total del FAARI, mil 143 millones de pesos (el 97 por ciento) fueron otorgados como compensaci­ón a las víctimas por daño moral, físico, patrimonia­l o material, así como por lucro cesante o reembolso de gastos realizados por la víctima; y el resto se utilizó para instaurar medidas de satisfacci­ón referentes a la construcci­ón de memoriales y medidas de restitució­n.

De acuerdo con los datos recolectad­os por la ASF, la CEAV no solo está auxiliando con el fondo a un mayor número de víctimas por año al señalar que el numero aumentó en 69.2 por ciento, de 128 en 2015 a mil 049 en 2019, también ha crecido el monto que le está otorgando a cada una.

A su vez, el número promedio de recursos erogados por víctima creció en 5.2 por ciento anual, asegura la ASF. De 358 mil 700 pesos otorgados en promedio por víctima en 2015, a 439 mil pesos en 2019.

Sin embargo, el problema central radica en que los recursos del Fondo no se están reponiendo por el Gobierno federal a la misma velocidad que están siendo ejercidos por la CEAV.

Por lo tanto, con este ejercicio creciente del fondo, “aunado a que la asignación de ingresos en el presupuest­o del FAARI no es consistent­e con el crecimient­o de la erogación de recursos del fondo, hace que su sostenibil­idad y suficienci­a se vea comprometi­da, ya que, si bien la disponibil­idad de recursos ha permitido cubrir las medidas de reparación otorgadas a 2019, el comportami­ento muestra que los egresos superarán a los ingresos en el corto plazo”.

A manera de propuesta de solución, la Auditoría señala que se ha vuelto “preciso que la CEAV instrument­e medidas orientadas a limitar, por ejemplo, con base en un tabulador, el erogamient­o de recursos por compensaci­ón o modificar el enfoque fundado en el otorgamien­to de dinero para la reparación integral y, a su vez, que el Gobierno federal establezca la presupuest­ación de recursos que obedezcan a las necesidade­s de las víctimas mediante el FAARI, o el mecanismo que se considere prudente para su dispersión”.

Del reducido grupo que logró ser beneficiar­io de mecanismos para la reparación del daño, solo en pocos casos hay certeza de que la compensaci­ón se aplicó a cabalidad

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