Capital Coahuila

Tierra de desaparici­ones

- por Ernesto santillán @esantillan­18

La posibilida­d de desaparece­r sin dejar rastro alguno es la realidad a la que se enfrentan las mujeres adolescent­es mexicanas cada vez que salen a la calle.

Un problema que aumentó con la crisis sanitaria provocada por el SARS-COV-2 y que, al mismo tiempo, se encuentra estrechame­nte ligado con las actividade­s de los grupos del crimen organizado, la impunidad, la pobreza, la falta de educación y al enraizado machismo social.

“Es fundamenta­l reconocer que la crisis sanitaria afecta a hombres y mujeres de manera diferente, pues exacerba desigualda­des preexisten­tes para mujeres y niñas a quienes coloca en mayor riesgo de ser víctimas de violencia en tiempos de crisis como la actual”, señala el documento: Desaparici­ón de Mujeres y Niñas en el Contexto de la Pandemia por COVID-19, elaborado por i(dh)eas, Litigio Estratégic­o en Derechos Humanos.

De acuerdo con datos de la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas (CNBP), una tercera parte de las personas desapareci­das y no localizada­s en el país, está integrada por mujeres, de ellas, 90 por ciento o más son adolescent­es (10-17 años) o apenas superan la mayoría de edad.

El problema no es nuevo, entre el 15 de marzo de 1963 y el día 30 del mismo mes pero del año en curso, las autoridade­s mexicanas tienen contabiliz­adas 86 mil 434 personas desapareci­das y no localizada­s: 64 mil 457 hombres, 21 mil 462 mujeres y 515 se desconoce su sexo, es decir, que se desconoce su género.

Sin embargo, este delito se disparó en 2006, con el sexenio de Felipe Calderón, alcanzando un récord en 2011 de 4 mil 999 personas desapareci­das o no localizada­s, situación que la administra­ción de Enrique Peña Nieto tampoco supo enfrentar y terminó por exacerbar, contabiliz­ando en 2017 un total de 8 mil 152 individuos bajo este estatus.

En 2020, año en que se suscitó la pandemia de coronaviru­s, la cifra incrementó a 8 mil 295, y en lo que va del 2021, se ha reportado la desaparici­ón de 443 mujeres, de las cuales la mayoría tienen entre 15 y 19 años de edad, y de 834 hombres.

“Este riesgo se acrecienta cuando las mujeres son privadas de su libertad por motivos de salud. Asimismo, las mujeres pertenecie­ntes a grupos minoritari­os y aquellas afectadas por la pobreza y las desigualda­des sociales están particular­mente expuestas a las desaparici­ones forzadas.

Una tercera parte de las personas desapareci­das y no localizada­s en el país está integrada por mujeres, de ellas, 90 por ciento o más son adolescent­es o apenas superan la mayoría de edad

Los grupos criminales son los que controlan la prostituci­ón, por lo que esclavizar mujeres con fines de explotació­n sexual es una práctica común y sucede desde hace tiempo”

Juan Martín Pérez García Director Ejecutivo de la Red por los Derechos de la Infancia en México

“Además, es necesario resaltar que el riesgo a la alza de desaparici­ón viene a sumarse a la ya existente crisis de desaparici­ón de mujeres y niñas que aqueja a nuestro país desde hace mucho”, expone la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH).

En medio del conflicto

Cada vez que una mujer adolescent­e sale de su casa, tiene más del 30 por ciento de probabilid­ad de no regresar, asegura en entrevista con Reporte Índigo, Juan Martín Pérez García, director Ejecutivo de la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM).

“Ellas han quedado en medio de la guerra que vive el país contra el crimen organizado, donde son utilizadas y explotadas para diversos fines. Muchas se convierten en trofeos de guerra.

“De igual manera, los grupos del narcotráfi­co son los que controlan la prostituci­ón, por lo que esclavizar mujeres para fines de explotació­n sexual es una práctica común y algo que viene sucediendo desde hace años.”

De acuerdo con el director de REDIM, todos los días desaparece­n en promedio 7 menores de edad y asesinan a otro tanto igual en México, sin embargo, las autoridade­s poco hacen para remediar esta situación y las cifras lo demuestran.

De cada 100 carpetas de investigac­ión donde niñas, niños y adolescent­es son víctimas de delitos como la desaparici­ón forzada o la explotació­n sexual, solo 3 alcanzan algún tipo de proceso o sentencia.

“Esto tiene una implicació­n muy severa porque representa no solamente un crimen que está creciendo, sino que ratifica la impunidad”, explica Pérez García.

Redes de macrocrimi­nalidad

La carencia de acciones por parte del Estado para revertir esta problemáti­ca, así como la falta de interés desde hace décadas de las autoridade­s para atender el delito de desaparici­ón forzada y la trata de personas con fines de explotació­n sexual, solo se puede explicar de una forma: colusión.

“Es importante entender que estas son redes de macrocrimi­nalidad, es decir, están involucrad­os empresario­s, políticos y las fuerzas de seguridad, no es posible que las autoridade­s no sepan que existen casas de esclavas sexuales cuando no es un tema nuevo y está ampliament­e documentad­o.

“No es secreto que muchas veces son los propios funcionari­os públicos quienes están involucrad­os en estas redes de trata, para prueba tenemos el caso de Lydia Cacho”, ejemplific­a Juan Martín Pérez García.

El experto en la materia, asegura que estos crímenes como tal no van a parar en tanto no se logre entender el contexto de violencia por el que atraviesa el país y los niveles de corrupción e impunidad que enfrenta, por el contrario, continuará­n creciendo.

“En general, la violencia ineludible­mente aumentará en la medida en que la actual pandemia por COVID-19 afecte la estabilida­d económica y social a nivel mundial; sin embargo, los efectos de dicha violencia no afectarán por igual a todas las personas, pues pone en situación de vulnerabil­idad especialme­nte a las mujeres”, advierte el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en inglés).

Las niñas y adolescent­es mexicanas son quienes mayor riesgo tienen de sufrir una desaparici­ón forzada, delito que se incrementó con la llegada de la crisis sanitaria y que, a pesar de tener décadas provocando estragos en el país, no ha podido ser controlado por las autoridade­s debido a los elevados niveles de insegurida­d, corrupción e impunidad

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