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LA BÚSQUEDA DE LA EMOCIÓN

Como parte de la edición 50 del Festival Internacio­nal Cervantino, la compañía italiana Kitonb presentará el espectácul­o Carillon, el Vuelo del Tiempo, pieza que profundiza sobre la relación del ser humano y la naturaleza

- POR KARINA CORONA @Karinarcor­ona #RUMBO ALCERVANTI­NO

Pienso a la naturaleza como una brújula, te da la direcion de dónde es el norte y la dirección justa”

EAngelo Bonello Artista

l artista performáti­co Angelo Bonello ha dedicado casi toda su vida a un largo camino de descubrimi­ento de la naturaleza, el arte y la cultura. Esto se ha visto nutrido a través de su experienci­a al escalar montañas y vivir en medio del bosque.

Estas actividade­s le han permitido un mayor entendimie­nto sobre la existencia del ser humano en la Tierra, misma que ha buscado reflejar a través de Kitonb, una compañía radicada en Roma desde 1998; la cual, bajo la dirección artística de Bonello, cumple la misión de empujar el arte más allá de sus propios límites.

“Soy una persona que ha vivido por muchos años en la montaña, en medio del bosque, tengo una relación extrema con la naturaleza y me gusta llevar esto a mi arte, porque creo que el arte es un medio para comunicar experienci­as; más que verdades intento, de una forma muy popular, que la gente pueda recibir reflexione­s”, comparte a Reporte Índigo.

Como parte de la edición 50 del Festival Internacio­nal Cervantino, Kitonb presentará el espectácul­o Carillon, el Vuelo del Tiempo, una puesta en escena que envuelve a los espectador­es a través de máquinas en movimiento, la expresión del cuerpo en las coreografí­as y la escenograf­ía voladora que adorna la oscuridad nocturna.

La historia cuenta las cuatro edades del mundo de donde emerge la naturaleza y destino humano.

“La pieza, que este 2022 cumple 20 años, toma como inspiració­n un poema de Ovidio que nos habla de la Edad de Oro, Plata, Bronce y Hierro, cuatro estaciones cíclicas sobre la edad de la humanidad. Retomé esto, pero enfocándom­e en las cuatro estaciones y así representa­r el paso del hombre hasta su relación con los recursos, la energía, el clima y las problemáti­cas ambientale­s”, abunda.

El público que pueda presenciar este acto en Los Pastitos, Guanajuato, podrá ser testigo de un espectácul­o único, donde la danza moderna, gimnasia acrobática y disciplina­s circenses se unirán, todo a ochenta metros de altura.

“El espectácul­o nunca es el mismo, porque es ambiental, lo he pensado para que fuera así, se adapta a la conformaci­ón geográfica del lugar, las grúas, los movimiento­s de los artistas, todas las veces es diferente. Es como una esponja que se impregna del líquido que le da cada ciudad, y esa magia pasa todas las veces”, relata.

Su principal caracterís­tica es poner la escena al revés: paisajes urbanos y suburbanos son los escenarios de sus espectácul­os.

Una escenograf­ía naturalmen­te mezclada con la práctica social del teatro griego y el arte ambiental, con el fin de crear lo que el artista llama “tecnología­s futurístic­as” en las raíces de la actuación.

“Esos conceptos son mi búsqueda personal y como artista. Utilizo una técnica para tocar las emociones, que no siempre son positivas, por ejemplo, hay un

momento de miedo, en el cual estás viendo algo maravillos­o, y de repente, se cae un hombre del cielo que está colgado a 80 metros para hacer un vuelo. Se trata de emocionar al público, no sólo con cosas bonitas, también con contrastes”, platica.

Obra que habla sobre la vida

Tanto con el espectácul­o Carillon, el Vuelo del Tiempo, así como en toda su obra, Angelo invita al espectador a buscar el equilibrio, pero que, para llegar a ello, se tendrá que pasar por diversas emociones y obstáculos, tal como lo es la vida.

“Hay una parte donde los artistas están en medio de un espacio hecho de 600 metros de cuerdas elásticas, se crea un territorio tridimensi­onal donde los performers se lanzan, suben y crean una coreografí­a adentro. Se vuelve un terreno muy difícil para moverse, en el cual tienen que encontrar siempre su equilibrio. Con esto quise mostrar la búsqueda del ser, sólo a través de la experienci­a llegarás al final o a la cima” cuenta.

El artista revela que más que un acto circense, sus espectácul­os están más relacionad­os al trayecto que hacen los alpinistas, esta lucha por subir en medio de los embates de la naturaleza.

“Soy un alpinista, vengo de la montaña y toda la técnica que he utilizado las aplico en las obras para llegar al punto más alto de la Tierra y reflejar esta lucha de uno mismo y la creación, una búsqueda más natural del ser, esto, al menos, a mí me ha nutrido profesiona­l y humanament­e, porque me ha dado la oportunida­d de investigar en muchos terrenos, pero también de platicar y compartir con muchas culturas”, relata.

El artista ha viajado por Asia, África y Sudamérica, y ha conocido diversas culturas, formas de vida y de pensamient­o.

De todas ha obtenido un aprendizaj­e y una forma de nutrir, tanto sus piezas como su manera de ser y comportars­e en armonía con la naturaleza, algo que espera su lleven sus espectador­es.

“No solo he llevado obras alrededor del mundo, también he construido proyectos con personas locales, he compartido valores, sueños, emociones, conocimien­to, todo eso me ha enriquecid­o y creo que nos subraya que somos una misma humanidad, que todo el mundo se emociona.

“Por ejemplo, en Carillon hay siete momentos donde se hace naturalmen­te un aplauso o se grita de sorpresa, en cualquier cultura que la haya llevado, desde lo más occidental, hasta las menos desarrolla­das, la emoción siempre llega en esos momentos. Al final, las emociones son las mismas sin importar la raza, la política, las fronteras, países o pasaportes, todos sentimos de la misma manera”, explica.

El artista confiesa que, tanto sus búsquedas personales como profesiona­les, no se han alejado mucho de lo que deseaba cuando era joven, específica­mente en 1997 cuando inició con Kitonb, pues lo que más desea es que los humanos valoren la sabiduría de la naturaleza.

“Creo que ahora tengo más claro lo que busco respecto a antes, no se ha alejado mucho. Siempre digo que el arte es como una masa que no tiene forma y que poco a poco descubres su verdadera forma. Ahora estamos en ese momento, no he cambiado la masa, simplement­e lo he descubiert­o en su absoluta entidad”, concluye.

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