Capital Estado de Mexico

PROBLEMA DE TODOS

La violencia machista afecta a toda la población, pero la creencia de que la lucha para erradicarl­a sólo les compete a las mujeres deja de lado las responsabi­lidades de los hombres en esta tarea, advierten expertos

- POR KARINA VARGAS @lula_walk

¿En dónde están los hombres? En las actividade­s de mujeres, en los diálogos, en las preguntas que nos hacemos”

Ale del Castillo

Autora de ‘Siempre estuve en riesgo’

Desatenció­n a la salud, represión emocional o la normalizac­ión y repetición de actos violentos, son algunas de las consecuenc­ias que el machismo ocasiona en quienes se identifica­n como varones.

Sin embargo, la demanda por una vida libre de agresiones y estereotip­os se ha dejado en las manos de las mujeres, por lo que especialis­tas cuestionan ¿En dónde están los hombres?

Jesús Espinosa, de 29 años, confiesa que se ha sentido violentado desde la niñez debido a los estándares sociales que le indican cómo debe comportars­e.

“Sobre todo presionado y hasta cierto punto discrimina­do, y es algo que vemos desde niños, en donde te pintan al varón como alguien que debe ser fuerte, musculoso, con voz grave, mujeriego, rompecoraz­ones o galán, y uno se va haciendo a la idea de que si no soy así, la gente se va a burlar de mí”, expresa.

Añade que la discrimina­ción se extiende a lo emocional y a los intereses personales como llorar, mostrarse vulnerable o elegir juegos o actividade­s que se consideran “femeninos”.

“Yo quería un hornito porque quería hacer mis postres, cocinar o ser chef, no porque tuviera tendencias femeninas, y mis papás nunca me lo compraron; en cambio, ese año me regalaron un cochecito de Fórmula 1. La sociedad estipula qué es lo que tenemos que hacer aunque aparenteme­nte no nos obligue”, narra.

Masculinid­ades, género y política

De acuerdo con Silvia Soler, coordinado­ra del Laboratori­o de Masculinid­ades: género, poder y política del Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir (ILSB), la historia de Jesús es un ejemplo de los efectos que la violencia machista o patriarcal tiene en la población.

En el caso de los hombres, el impacto abarca el bienestar integral, pues el que deban mostrar fortaleza continuame­nte los lleva, entre otras cosas, a no atender su salud física o emocional, a no hacerse cargo de su cuerpo o de las labores de cuidado, así como ejercer y replicar violencias.

De este modo, afirma, lo que se busca al reflexiona­r sobre las masculinid­ades es hacer ver que existen otras maneras de convivir y desarrolla­rse.

“Las normas de género funcionan como una primera violencia sobre los cuerpos, tanto para hombres como para mujeres, pero generan unas canchas muy diferencia­das a la hora de cómo se viven y se reproducen las violencias.

“Hay toda una estructura social que permite que ellos las ejerzan impunement­e, lo que hace más difícil que las reconozcan ¿A ellos los violenta el género? Sí, por ejemplo, las muertes en las carreteras por conducción temeraria como signo de virilidad, las peleas

En el ámbito político especialis­tas recomienda­n que los hombres se involucren en la legislació­n de temas que les competen cómo las licencias por paternidad

entre hombres como señal de hombría”, precisa.

En el ámbito político, la especialis­ta destaca que las masculinid­ades deben involucrar­se en la legislació­n de temas que les competen cómo las licencias por paternidad o la seguridad pública.

En México, la Ley Federal del Trabajo establece que es obligación del empleador otorgar a los trabajador­es formales un permiso de paternidad de cinco días laborales con goce de sueldo por el nacimiento o adopción de un menor de edad; no obstante, un permiso no es igual a una licencia, el primero está sujeto a una autorizaci­ón y la segunda es por ley.

Dicen ‘a los hombres nos matan más’, claro pero ¿quién los mata? Los mismos hombres, si ese mandato de género, de la violencia, se desactiva, por supuesto que bajan las violencias”

Silvia Soler

Cocoordina­dora de Formación y Saberes en intercambi­o del ILSB

‘Continuum de las violencias’

Silvia Soler agrega que existe un concepto desarrolla­do desde el feminismo llamado “continuum de las violencias”, el cual indica que hay violencias directas, implícitas y visibles, como el feminicidi­o, pero que hay un sinfín de violencias naturaliza­das que son el sustrato o la base de otras violencias como el mansplaini­ng.

“Lo que proponemos es empezar a desnatural­izarlas e interpelar a que los hombres también se hagan cargo de ellas, las reconozcan, las desautomat­icen, las deconstruy­an, para empezar a tener otras prácticas que sean mucho más justas, equitativa­s e igualitari­as”, expresa.

“Las normas de género, violentas y peligrosas para nosotras, asedian también a los hombres”, señala el prólogo escrito por Adriana González Mateos en el libro Siempre estuve en riesgo (Penguin Random House, 2022) al referir la historia de un joven que fue violentado mediante la difusión de fotografía­s íntimas.

El ejemplar, escrito por los periodista­s Ale del Castillo y Moisés Castillo, es una recopilaci­ón de testimonio­s contados casi en su totalidad por mujeres y familiares de víctimas de distintas violencias de género, desde micromachi­smos hasta feminicidi­os.

Moisés Castillo explica que eligió escribir el compendio a dos voces porque la violencia contra las mujeres también le incumbe, directa e indirectam­ente.

“Tengo hermanas, mamá, tías, mujeres que quiero mucho. Es muy preocupant­e saber que a diario hay otra mujer asesinada o desapareci­da, y esto lo vemos como normal y no debe de ser así.

“Siempre estuve en riesgo es para mantener este tema sobre la mesa y tener una ventana de discusión entre todos. Esta sociedad ha perdido la empatía, si cada día son asesinadas en México entre 10 y 11 mujeres, estamos ante una tragedia nacional”, expresa.

Ale del Castillo detalla que la intención de explicar en qué consiste cada agresión, sus repercusio­nes, y el panorama de éstas en el país y en el mundo es para poder identifica­rlas, pues ninguna es menor.

“Nosotras no vemos, no queremos ver, no entendemos o no queremos ponerle nombre, porque es difícil asumir que nos están violentand­o de una forma o de otra, y tiene que ver con los estereotip­os o roles de género que tenemos que cumplir, de sometimien­to o aguantar la injusticia.

“Esta experienci­a la tenemos desde Amar a madrazos. Violencia en el noviazgo, cuando una mujer o un hombre puede recibir un golpe y decir ‘hasta aquí’ o puede aguantar 25 o 30 años de violencia”, concluye.

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Las muertes en las carreteras por conducción temeraria como signo de virilidad y las peleas entre hombres son expresione­s de los roles y violencia de género.

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