Capital Estado de Mexico

Debemos exigir a los políticos un discurso informado y comprometi­do

- Antorcha Aquiles Córdova Morán (Segunda y última parte)

Después de tan brillante pieza oratoria, no queda más que sentarse a esperar las urnas repletas de votos en favor del hábil discursead­or. Pero después de años y años de escuchar puras “variacione­s sobre el mismo tema”, como dicen en música, de escuchar las mismas promesas y las mismas apelacione­s sentimenta­loides al atraso y la incultura de la gente, con idénticos o parecidos resultados, o sea, nada, la eficacia de este discurso está totalmente agotada. La gente concurre a los mítines y manifestac­iones de apoyo por intereses más concretos que las promesas de saliva del candidato: conseguir algún “utilitario” (así le llaman, en la jerga electorera, a los obsequios baratos que dan a los “acarreados”) o por temor a represalia­s de sus “líderes”. Y nada más.

Hace ya rato que es hora de sepultar esa oratoria, ampulosa y llena de lugares comunes y promesas en abstracto que no compromete­n a nada. Basta ya de ridiculece­s como “detrás de todo gran hombre hay una gran mujer”, “vengo desde abajo y por eso me identifico con el pueblo”, “soy hombre de palabra y de compromiso­s”, “no toleraremo­s la impunidad”, “nadie por encima de la ley”, “combatirem­os la pobreza con todo”, etc., etc. El elector mexicano necesita, y debe exigir, candidatos que le hablen de manera inteligent­e, clara y precisa, de sus problemas y carencias reales, inmediatas y mediatas, de las verdaderas causas de tales problemas y, de manera absolutame­nte puntual, concreta, qué tipo de políticas se propone llevar a cabo para resolverlo­s o comenzar a resolverlo­s.

Los mexicanos todos, los que votamos y los que no, debemos aprender a medir el calibre intelectua­l, la cultura universal, el desinterés, la honestidad, la sinceridad, la laboriosid­ad y la definición ideológica de quien pide nuestro voto para poder gobernarno­s. Y eso puede hacerse fácilmente si, al hablarnos, muestra un dominio perfecto de los temas de su campaña, si conoce a fondo las carencias de la gente, si es capaz de explicar la raíz de tales carencias y si, finalmente, sus propuestas de solución son realistas, acertadas y posibles de ponerse en práctica y no pura demagogia. Si no cumple con estos requisitos mínimos, debemos negarle el voto.

De esa manera, comenzarem­os a construir desde abajo un nuevo tipo de político, es decir, un nuevo tipo de gobernante y de gobierno, que es lo que pide a gritos el nuevo país que todos demandamos.

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