Sonrían, ya llegamos
Muy despeinada, muy mal arreglada, muy fea y no me importa nada, lo que me importa ahorita es ayudar a la gente...” (video en Facebook de Anahí Puente).
Lo malo de los sismos es que siempre ocurren a deshoras. Quizás por eso los del gabinete andaban desprevenidos. El presidente Enrique Peña asignó a cada uno de los miembros de su gabinete un municipio de Chiapas y/o Oaxaca y les dijo que se fueran para allá para una estancia larga. En su reunión del domingo 10, les pidió viajar, con “gente pensante” que supiera tomar decisiones.
Al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio, lo nombró coordinador de los esfuerzos.
Pero pronto la zona de desastre se convirtió en locación de spot. Osorio transmite por Periscope sus hazañas; en el celo de la competencia por la candidatura presidencial Meade, Nuño y Narro producen también sus videos. La tragedia existe porque la subimos a redes sociales. ¿Cuántos likes llevamos? Los que usted diga, Licenciado.
¿Quién dijo que nadie los atiende, malagradecidos. A ver, sonrían, para el feis. “¿Dónde está la prensa? Es que me llama la atención que hay mucha gente aquí de ojo güero (sic), mucho güero-güero... tómalas para que vean que sí hay güeras” (presidente Enrique Peña en gira por Tonalá, Chiapas).
No todo es malo en los sismos. También ayudan a aprender geografía. Los funcionarios federales se enteran que existe un pueblito llamado Santa María del Mar, Oaxaca, al que solo se llega por lancha, que lleva una década en el aislamiento y la pobreza. El racismo se cuece aparte. Prietos y güeros por igual tienen necesidades.
Para el lunes 11, según el gobierno de Chiapas había un millón 479 mil damnificados; en Oaxaca, según el gobernador Alejandro Murat había un millón. Casi dos millones y medio de necesitados.
Para esa fecha, el gobierno federal según sus cuentas festejaba el reparto de 100 mil despensas y prometía repartir muchas más.
Hace 20 años cuando el huracán Paulina, grupos de damnificados de Acapulco asaltaron a militares que rifle al hombro repartían despensas.
Ante eso, el secretario de la Defensa, general Enrique Cervantes, y el de Desarrollo Social, Carlos Rojas, cambiaron la estrategia e instalaron comedores comunitarios en albergues propiciando que la comunidad ahí se reuniera y recibiera atención con tres comidas diarias cocinadas por soldados. Los albergues eran centros de atención e información. No más despensas. A la vez los damnificados tuvieron empleo temporal para participar en la reconstrucción de su comunidad.
El clientelismo político fue sometido y la gente trabajó -y no esperó- para dejar atrás la tragedia.
“Hay algunos que no han recibido nada porque no quieren ir al centro de acopio, al albergue. Quieren que se los lleves a su casa y eso genera sentimientos de ‘a mí no me han dado nada’” (Miguel Ángel Osorio, secretario de Gobernación. Reforma, 16/09/17).
Quien no traga es porque no quiere. Que vayan a donde reparten en una de esas salen en el video.
Carentes de memoria y cortos de mira, los funcionarios federales ajustan la tragedia a su reloj político. Entre más rápido se acaben los damnificados más rápido retornarán a la capital.
El viernes 15 el presidente Peña anunció que los damnificados eran 200 mil en Chiapas y 100 mil en Oaxaca. De un plumazo erradicó a dos millones de damnificados ¿No le creen? Vayan a contarlos a ver si es tan fácil hacer censos.
“Todos tienen ya, los que aparecen en la lista, su ataúd, su acta de defunción, su café, su pan y su carpa para que sea un dolor menor y un mensaje de usted Gobernador que está al pendiente de ellos” (Oscar Ochoa, titular del Fondo Económico en Chiapas en reunión del Comité de Protección Civil).
Y ustedes rezándole a la Virgen. La tragedia va para largo. Vale más dejar la frivolidad y el clientelismo y atender de fondo la fractura si no se quiere propiciar un estallido de la desesperación social.
Carentes de memoria y cortos de mira, los funcionarios federales ajustan la tragedia a su reloj político.