Conmovió a León tragedia de 1985
La magnitud del sismo que provocó miles de víctimas en la capital del país causó una profunda impresión en la ciudad, que supo responder generosa
La edición de del 20 de septiembre de 1985 consignaba la magnitud de la tragedia ocurrida la víspera y el asombro de los leoneses ante lo que había pasado. El terremoto que hace 32 años provocó la muerte de miles de personas en la capital del País causó miedo y consternación entre los leoneses.
Aunque como ayer, muchos ni siquiera se enteraron de lo qué pasaba, miles de leoneses percibieron el sismo de las 7:19 de la mañana del jueves 19 de septiembre de 1985 y se espantaron por lo que ocurría.
“Mi esposa y yo nos acabámos de despertar y todavía estábamos sentados en la cama, cuando sentimos que nos mareábamos; de momento no supimos lo que sucedía, pero inmediatamente vi que el ropero y la puerta se movían”, dijo Ignacio García, según consignó en su edición del 20 de septiembre.
A pesar de la magnitud del sismo y de que en León se sintó con relativa fuerza, no hubo nada que lamentar. El Cuartel de Bomberos y las policías judicial y preventiva reportaron en la noche que no había daños.
Una fuga de gas, que se produjo temprano en la calle 20 de enero, fue controlada y a pesar de que coincidió con el sismo, no tuvo nada que ver.
La Policía Judicial señaló que hubo saldo blanco en la entidad, incluso en Celaya y Salvatierra, donde más fuerte se sintió el temblor.
“Estaba sentada en una piedra y de pronto no supe si era la piedra o el árbol que se movía”, dijo Luis Ernesto González, vecino de la colonia Morelos.
Pero a pesar de estos testimonios y de que muchos incluso no se enteraron al momento de lo que había pasado, la magnitud de la tragedia conmovió a los leoneses.
En un editorial publicado aquel viernes en se leía:
“La pesadilla se inició en un despertar lento; los datos que se recibieron por el canal 13 de televisión por la mañana, sólo daban girones de la tragedia. A medida que pasó el día, en cada hora, había algo más que conformaba un pasaje desolador. Los muertos, los heridos, la angustiosa voz de quiénes estaban - tal vez estén aún- atrapados entre los escombros, hizo pasar tragos largos de saliva para contener el llanto”.
Tras el impacto de la tragedia, pronosticaba, vendría la certeza de sus alcances: “el camino largo de sus inventarios, de las contabilidades nefandas de los desaparecidos y los destrozos, de una nueva carga sobre nuestras espaldas, porque cientos, seguramente miles han muerto y cientos de miles han quedado damnificados”. La pesadilla se fue haciendo cada día más honda para los afectados del sismo de 1985, sobre todo en la capital del país.