Pasan de la alegría a la acción
Cientos de capitalinos se unen y remueven escombros en búsqueda de más sobrevivientes sin perder esperanza
Picos destrozan el duro concreto que se apila en una montaña de los restos de un edificio derrumbado en la calle Ámsterdam, en la colonia Condesa, en la Ciudad de México.
El raspar de decenas de palas que recogen el cascajo se escucha a distancia.
Un soldado desde lo alto de los cascotes levanta su puño derecho y grita “silencio”.
Civiles, paramédicos, bomberos y policías replican al soldado y piden silencio de nuevo con el puño en alto.
Al parecer escuchan un grito que pedía ayuda bajo los escombros que dejó el terremoto de 7.1 grados.
Los voluntarios murmullan a distancia: “Cállense encontraron a alguien, silencio. Sí, es alguien vivo, creo sí es alguien vivo”, dice un voluntario de unos 20 años.
Los aplausos se van corriendo de una calle a otra. Confirman que hay un sobreviviente. Los voluntarios están contentos, pero de inmediato pasan de la alegría a la acción y siguen picando y paleando el concreto.
Sacan en una camilla rígida a un hombre y se lo llevan en una ambulancia a toda velocidad.
Cientos de personas quieren ayudar. Unos llevan agua y medicina, otros palas, picos. Algunos más utilizan su fuerza para sacar botes de plástico llenos de tierra y concreto.
Una fila de voluntarios de varios metros se forma para pasar de mano en mano toda la ayuda posible que llega hasta este lugar.
“¡Sí se puede! ¡Viva México!”, grita una joven que sostiene una caja de agua con botellas de medio litro.
“Aquí nos vamos a quedar a ayudar hasta que ya no quede ninguna esperanza. Serán unos días muy largos”, dice otro voluntario.
Todos se unen, no importan las clases sociales, la ayuda fluye, la energía eléctrica se va pero todos están unidos para rescatar a más personas al filo de media noche.