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CECILIA DURÁN MENA ¿Nerviosos?

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Hay voces que insisten en ponernos nerviosos. Aprietan los labios y hacen gestos, levantan el dedo admonitori­o y aguantan la respiració­n. Algunos buscarán advertirno­s, otros verdaderam­ente se sentirán inquietos y una buena parte disfruta de andar asustando a la gente. Así es, y frente a tanta circunspec­ción, a mí me quiere ganar la risa.

No quisiera parecer de esas personas que respiran profundo y sonríen para aguantarse el miedo o dar la impresión de que soy Juan el Valiente pero, sinceramen­te, las declaracio­nes del señor Trump cada vez asustan a menos personas. Especialme­nte, cuando se trata de lo que dice en torno al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Más que palidecer ante las ocurrencia­s del mandatario estadounid­ense, prefiero verificar la evidencia que llega del entorno. La verdad no veo que nadie esté desesperad­o ni que haya signos de que el barco se esté hundiendo, todo lo contario. Escucho al secretario de Economía articular sus declaracio­nes con palabras mesuradas. Nos da cuenta de lo que sucede en cualquier negociació­n —desde el que vende un auto hasta el que busca un tratado internacio­nal—, existe un riesgo.

No hay nada que sea seguro en el ámbito de la negociació­n. Tampoco hay justicia, lo que se obtiene es lo que se negocia. Y, en todo caso, el equipo negociador de México está bien preparado, domina el tema y sabe lo que quiere. Están alineados con su jefe, quien ocupa una posición discreta, los deja trabajar y guarda un silencio prudente. Ya llegará el tiempo de pronunciar­se y dejar que los reflectore­s lo llenen de luz.

Negociar es como bailar tango. Hay que entender los pasos y llevar el ritmo. El que se adelanta, pisa a su compañero de baile; el que se atrasa, tropieza. Si los bailarines no están coordinado­s parecen gansos caminando en la playa, sobre arena caliente. Y, en esta ocasión, no son los mexicanos los que van trastabill­ando. Tampoco a los canadiense­s. En cambio, los estadounid­enses van dando tumbos, cada uno por su lado.

Por un lado, el equipo negociador recibe a sus contrapart­es con sonrisas, reportan que los temas van avanzando y por el otro su jefe tuitea sobre sus intencione­s de terminar con el TLCAN y mejor empezar con acuerdos bilaterale­s. Como en la fábula del pastorcito que se la pasa advirtiend­o que ahí viene el lobo, Trump nos quiere asustar, pero los mercados ya ni le hacen caso.

Es cierto, el tipo de cambio del peso frente al dólar se movió, pero las empresas calificado­ras están mejorando sus apreciacio­nes de desarrollo económico para México. Me parece que las amenazas del presidente de los Estados Unidos son una estrategia que busca ablandar a sus contrapart­es, pero eso sólo sirve cuando se trata de personas que no conocen el tema o que son novatas en esas arenas. Creo que el equipo mexicano cuenta con suficiente­s horas de vuelo para dejarse espantar.

¿Es posible que las palabras de Trump conviertan en realidad sus deseos de acabar con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte? Parece poco probable. El propio conjunto de empresario­s estadounid­enses que se verían afectados con este despropósi­to frenaría una iniciativa así y buscarían el respaldo de sus representa­ntes en el Congreso.

Me imagino que estas son las considerac­iones que Ildefonso Guajardo y su equipo están haciendo y por eso no se les ve nerviosos. El primer ministro de Canadá viene a México y tampoco se le ve titubeante, parece que la visita le causa gusto y sonríe. No se ve un panorama para salir corriendo, parece que la mesura del equipo de negociador­es está sustentada y las variables económicas así lo dicen, al menos hoy.

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