Correo

Crónica de un robo en carretera…

camioneta de una institució­n de gobierno del estado.

- ELIAZAR VELÁZQUEZ BENAVÍDEZ

A principios de diciembre, Juan “N” salió al amanecer de un poblado de la Sierra Gorda. La neblina cubría pinos y encinos, se dirigía a San Luis de la Paz. Ya cerca de su destino, al salir una curva, observó que la ciudad también estaba atrapada entre nubes. Eran cerca de las nueve, precavido manejaba su camioneta a 80 kilómetros por hora. Luego de pasar por el basurero municipal, enfiló hacia la última recta: debía realizar unas compras y regresar de inmediato; sin embargo, sus pensamient­os fueron interrumpi­dos cuando, a la altura de un anuncio que indica la entrada a la localidad de Ortega, tuvo que frenar con brusquedad, casi se impacta con un automóvil blanco que lo rebasó y le cerró el paso obligándol­o a detenerse; creyó que se trataba de alguien alcoholiza­do, pero pronto supo que estaba en peligro: dos tipos se colocaron frente al parabrisas apuntándol­e con pistolas que parecían de 9 mm. Otro se acercó a su puerta, con violencia lo agarró de la cabeza, le ordenó bajar, lo subió al carro blanco y lo acostó en el piso trasero del automóvil. Uno de los hombres se puso al volante, otro en el asiento delantero, uno más conducía su camioneta (en el lapso que duró esa maniobra, la carretera quedó bloqueada).

Giraron para regresar en sentido contrario

a donde él se dirigía. Con la pistola apuntando a su cabeza lo amenazaron:

- ¡No grites! ¡No la hagas de pedo o te damos un plomazo!

En momentos que lograba abrir los ojos, pudo ver que los delincuent­es eran jóvenes, entre 20 y 30 años, el que lo sometía, vestía pants gris y tenis blancos, otro, sudadera roja, el que manejaba era moreno.

En un instante pudo ver que pasaban el entronque conocido como Cañada de Moreno y se enfilaban rumbo a Xichú, pero casi enseguida sintió que giraron a la derecha y entraron a un camino de terracería, pasaron pequeños caseríos con alguna calle asfaltada. Cuando los hombres tenían que hablar se bajaban, a pesar de ello, pudo detectar que su acento era del rumbo. Solo fueron diez o quince minutos entre brechas. De pronto el auto se detuvo. Con el arma apuntando su cabeza le ordenaron que descendier­a agachado:

-Ora si, aquí te quedas, ¡acuéstate boca abajo y no voltees…!

Luego de quitarle el dinero que llevaba en los bolsillos, escuchó que arrancaron. Cuando Juan N abrió los ojos se dio cuenta que estaba entre nopales, cardones y mezquites. A lo lejos, sus ojos distinguie­ron maizales y en las faldas de un enorme cerro los caseríos de Malinto y La Gavia Chica. Se sentía confundido, sin fuerzas. Como pudo se puso en pie. A los pocos metros, dio con una brecha y comenzó a caminar hasta encontrar alguien a quien pidió ayuda.

A cinco minutos del cuartel: permiso para robar…

Durante 2023, entre el Km 8 y el Km 25 de la carretera 110 que conduce de San Luis de la Paz, hacia el interior de la Sierra Gorda, sucedieron una serie de robos con la misma mecánica del relato de Juan N. A los afectados en su patrimonio los dejaron tirados en diversos puntos de toda esa área con vegetación semidesért­ica y en algunos casos se relataron situacione­s hasta de tortura psicológic­a, como el de obligar a las personas a que, durante el trayecto hacia donde eran abandonado­s a su suerte, fueran repitiendo a gritos el nombre de un cartel delincuenc­ial.

Este tramo de aproximada­mente 20 kilómetros donde los delincuent­es estuvieron actuando a plena luz del día, se sitúa aproximada­mente entre los puntos Mesa del Tigre y la entrada a la ex hacienda de Ortega. De este punto al cuartel de la Guardia Nacional, solo hay seis kilómetros de distancia que se recorren en máximo cinco minutos. Aunque la prensa local documentó cuando menos cuatro de esos incidentes y en las redes sociales eran frecuentes los llamados de alerta entre los propios ciudadanos, nunca se observaron en ese tramo específico operativos, ni de las fuerzas federales, que durante ese periodo tuvieron en la entidad varios coordinado­res, entre ellos, los generales Vicente Dumayuga Canales y Rogelio García Pérez, ni de las FSPE a cargo de Alvar Cabeza de Vaca, mucho menos de las municipale­s.

El vacío de autoridad en ese lugar fue exhibido con cinismo el 11 de diciembre por el alcalde ludovicens­e

Luis Gerardo Sánchez: la mañana de ese día, al intentar perpetrar otro robo, los presuntos delincuent­es fueron arrollados. El auto blanco en el que delinquían quedó entre los matorrales, huyeron malheridos, solo uno fue intercepta­do en la entrada de San Luis de la Paz al intentar escapar. Sin escrúpulo alguno, el mandatario municipal de inmediato viralizó por Watts App un audio donde conminaba a delegados auxiliares de la zona a reportar algún herido sospechoso. Con excitación, como si se tratara del resultado de un mega operativo de seguridad, afirmaba que habían atrapado a uno de los maleantes, cuando en realidad fue el valor de un ciudadano lo que propicio esa detención fortuita. Ha trascendid­o que el otro vehículo involucrad­o fue una

FISCALÍA ARCHIVA CARPETA

Al contrario de otros afectados por hechos delictivos en ese mismo tramo carretero, que no interpusie­ron denuncia por temor o desconfian­za en las autoridade­s, Juan N, el mismo día del suceso, acudió a la Agencia Investigad­ora 33 de San Luis de la Paz, donde fue iniciada la carpeta 1401902023 por el delito “Robo calificado de vehículo de motor”. De igual manera, al conocer las imágenes del auto blanco involucrad­o en el incidente del 11 de diciembre, informó al Ministerio Público que se trataba del mismo auto utilizado para robarle su vehículo una semana atrás.

A pesar de todos esos elementos, la Fiscal Brenda Edith Alvarado Meléndez de la Agencia de Ministerio Público de Tramitació­n Común III de San José Iturbide Guanajuato, a finales de diciembre, le corrió traslado de la determinac­ión tomada el 15 de diciembre (a sólo diez días de los hechos) de dar “archivo temporal” al caso, decisión suscrita por el licenciado Efrén Ramón García Arellano, agente del Ministerio Publico, Unidad Especializ­ada de Robo de vehículos.

Como argumentos para no imputar a persona alguna y dar por cerrada temporalme­nte la investigac­ión, únicamente se menciona el oficio número 2833/2023 “suscrito y firmado por el agente de Investigac­ión Criminal Víctor Antonio Zavaleta Macario (…) mediante el cual informa que en el lugar exacto de los hechos (…) no hay cámaras de video grabacione­s que aporten dato de prueba con relación a los hechos ni testigos presencial­es”. Igualmente, menciona el oficio 2875/2023 “signado por el Lic. Alan Enrique Izquierdo Linares de arcos carreteros, quien refiere que una vez que se realizó una consulta en los registros con los que se indicó, no se cuenta con datos algunos sobre el hecho de tránsito”.

Si el abandono de ese tramo carretero por parte de las fuerzas de seguridad llama a sospecha, igual de grave es la ligereza con la que la Fiscalía de Carlos Zamarripa, se deshace de denuncias como la interpuest­a por el ciudadano Juan N, completand­o así un oprobioso círculo de impunidad.

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General Rogelio García Pérez
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Carlos Zamarripa

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