EL STRANGULAMIENTO A LA OSUG
Parece paradójico que justo después de recibir el Premio Estatal de las Artes, la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato (OSUG) se encuentre en la incertidumbre, sin un presupuesto ni proyectos claros y, de forma insólita, sin una dirección firme que mantenga la excelencia con la que ha engalanado a los guanajuatenses desde hace más de 70 años.
“Es una gestión diferente y hay que cerrar ciclos”, fue la respuesta de la rectora general Claudia Susana Gómez López a los músicos cuando, en diciembre del año pasado los integrantes fijos de la orquesta reclamaron ser tomados en cuenta ante la salida de su último director, Roberto Beltrán Zavala.
Sin embargo, la protesta de los músicos iba más allá. Más que una causa personal, se trató de una exigencia institucional ante la influencia de un funcionario universitario empeñado en ponerles escollos: el director de extensión cultural, Osvaldo Chávez Rodríguez.
Tras ser ratificado, mantuvo la misma actitud para sabotear la OSUG evidenciando que su único obstáculo era Beltrán Zavala. Sin el reputado director, todo indica que tiene vía libre para desmantelar un patrimonio cultural y artístico que representa tanto a la máxima casa de estudios del estado, así como al estado mismo.
No se puede estar en contra de la convicción de la rectora de la UG de buscar a una mujer para la dirección de la OSUG, el problema es que entre los primeros nombres que se han lanzado no se observa la fortaleza que prometió. Grace Echauri, Laura Reyes y Juan Carlos Lomónaco, carecen precisamente del bagaje que todos los directores han tenido.
“Desde 1997 he admirado profundamente a la OSUG. Entonces, tengo solo una intención: reconocerla y permitir que se siga cohesionando, que siga consolidándose, que siga mejorando su desempeño”, así lo sostuvo la rectora de la UG en diciembre. Quizá falta transmitirlo a su director de extensión cultural, empeñado en todo lo contrario.