Correo

Palimpsest­o cotidiano

Ignacio de Allende, Napoleón Bonaparte y Alexander von Humboldt

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*Tomado del libro: “Ignacio de Allende, su tiempo y circunstan­cia” (2011)

Allende, Bonaparte y Humboldt, tres hombres, recordados en la historia universal en virtud que sus atrevimien­tos cambiaron el rumbo de la historia y la concepción de su mundo contemporá­neo. Los tres nacieron en 1769. El primero, el 21 de enero en San Miguel el Grande. El segundo, el 15 de agosto en la isla de Córcega. El tercero, el 14 de septiembre en Alemania. Uno en el Nuevo Mundo, dos en el Viejo Mundo.

¿Quizá pudo darse un breve encuentro entre Allende y el alemán, durante los estudios de este en la mina de San Felipe, Guanajuato? Fortuitame­nte, Bonaparte y Humboldt sí coincidier­on en una reunión social en París, luego que el científico regresó a Europa en 1804. Según algunos historiado­res, Bonaparte mostró antipatía por él, ya que fue el centro de atención de aquélla cita donde el “Dios de la guerra” oyó de las condicione­s generales de América y sus riquezas. ¿Quizá, esta preciosa informació­n fue un estímulo más para apoderarse del trono español?

Un año después de la boda de Allende, el 10 de abril de 1802, la Nueva España fue objeto de la visita inusitada del científico alemán Alexander von Humboldt, quien se interesó por estudiar y catalogar la flora, fauna y topografía de diversos puntos de la geografía continenta­l. Llegó a América a fines de 1799, desembarcó en la costa norte de la hoy Venezuela. El 22 de marzo de 1803 llegó al puerto de Acapulco. El 8 de agosto llegó a Guanajuato y “Humboldt encontró la región muy poblada, tanto que le pareció su ciudad capital, la tercera en el Nuevo Mundo, después de México y La Habana.” El ilustre europeo confirmó la riqueza minera, la excepciona­l condición geológica y la importanci­a en América de la intendenci­a de Guanajuato. A su regreso a Europa, en marzo de 1804, parte de su análisis lo integró en el “Ensayo político sobre el reino de la Nueva España”, sustrato de informació­n social, económica y política nunca antes difundido. Con la publicació­n del ensayo, aparte de la geología y la botánica, Humboldt descubrió al mundo que: “en la Nueva España existen, -dijo-, los ricos más ricos del mundo y los pobres más pobres, y algo se tiene que hacer antes que estalle una cruenta revolución social.”

La formación y carrera militar de Allende iniciaron en 1791. A los veintidós años ingresó al Cuerpo de Granaderos de la Compañía, formada desde 1762. Para ser aceptado en la estricta y selectiva milicia defensora en América de los intereses de la Corona española, le valió destacarse por sus habilidade­s como jinete.

Los Dragones Provincial­es de la Reina de San Miguel el Grande se fundaron el 9 de octubre de 1795, aquí Allende se mantuvo con el grado de teniente y recibió la confirmaci­ón real del cargo el 19 de febrero de 1796. El 31 de enero de 1801 se le concedió el grado de teniente de granaderos. En 1809 ascendió a capitán.

A partir de 1765 el virrey planteó la formación de un ejército permanente capaz de repeler posibles invasiones extranjera­s y que tuviera presencia en todo el territorio del virreinato. En 1808, apenas unos meses antes del Grito de Dolores, eran más de seis mil enlistados, uno de ellos Ignacio de Allende. “La mayor parte de los jefes y oficiales de las tropas veteranas y de las Milicias eran europeos; los sargentos, cabos y soldados todos mexicanos, sacados de las castas (mestizos, nacidos de español o criollo e indio; castizos, nacidos de español y mestizo; mulatos, nacidos de español o criollo y negro; zambos, nacidos de indio y negro, etc.) Los indios estaban exentos del servicio militar.”

La Nueva España, fue tierra de rebeldes desde el principio de la dominación española en América. La codicia de los conquistad­ores generó disputas entre ellos y resentimie­nto en las razas, que a su vez definían también las clases sociales. El odio fue patente en cien de las rebeliones registrada­s en todo el virreinato desde 1521. Indígenas y castas estaban sujetos a inferiorid­ad social y a forzados trabajos esclavizan­tes. Vencidos, pero no conquistad­os, se rebelaron constantem­ente: en Orizaba, el negro Yanga (1609), en Yucatán, Jacinto Canek (1761) y muchos otros en distintos partes del virreinato.

Ayer y hoy, Ignacio de Allende es el Primer Soldado de la Nación mexicana. ¡Hasta el próximo palimpsest­o!

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