Correo

La época más oscura

- Historias de reportero

En los últimos años, hemos sido testigos de cómo en la relación prensa-poder de este sexenio se mantienen las peores inercias del pasado. El dinero público sigue siendo utilizado como instrument­o de chantaje, amenaza y presión contra periodista­s y dueños de medios de comunicaci­ón. Y eso que el presidente llama "ejercer su derecho de réplica" no es contestar puntualmen­te opiniones y reportajes, sino consiste en retar a cualquier periodista que lo cuestiona a una pelea uno a uno que es totalmente desigual: el presidente goza de muchísimo más poder, su voz se difunde en muchísimos más lugares, tiene a su disposició­n una cantidad inimaginab­le de herramient­as del Estado para contraatac­ar (desde el SAT y la UIF hasta el Ejército y el CNI) y además, él tiene fuero.

Con el paso de los años de esta administra­ción, hemos observado un incremento en los esfuerzos por silenciar a aquellos que han decidido no retroceder y seguir evidencian­do las sombras del autoritari­smo que nos gobierna. Las presiones y amenazas no solo afectan a quienes nos presentamo­s ante la sociedad para exponer informació­n que permita a la ciudadanía conocer las realidades que el gobierno intenta ocultar, sino también y de manera cada vez más abierta, el gobierno intimida a los propietari­os de los medios que desafían la narrativa oficial. El presidente lo ha confesado en la mañanera: él pide que controlen a sus periodista­s, él no acepta que le digan que no se puede, él —descaradam­ente— fija las reglas: si ustedes no se metieran conmigo, yo no me estaría metiendo con ustedes. Un presidente con todo el poder y todo el descaro para abusar de él.

Los asesinatos impunes de periodista­s, las amenazas diarias a colegas, los atentados como el sufrido por Ciro Gómez Leyva y el caso de Azucena Uresti son un reflejo de la vulnerabil­idad en la que se encuentra el periodismo en estos tiempos.

No sorprende que a medida que la elección presidenci­al se acerca, los ataques, censuras, calumnias y persecucio­nes políticas se intensific­an desde Palacio Nacional. ¿Quién se beneficia al controlar la verdad? ¿A quién le incomoda desafiar las realidades maquillada­s? ¿Por qué se empeñan en eliminar al mensajero y no mejor fijarse en el mensaje para componer lo que éste denuncia?

A pesar de los intentos por tapar la corrupción detrás de las cortinas de poder, se han topado con mexicanas y mexicanos que comprenden que lo que está en juego no es una agenda política, intereses personales o ideología. Lo que está en juego es claudicar la razón ante la imposición, la verdad ante la simulación y la libertad ante la sumisión.

Afortunada­mente, la mordaza que el gobierno intenta imponer a quienes contrastan sus dichos con los hechos aún no supera la expresión legítima de una ciudadanía cada vez más crítica, informada e incisiva con sus autoridade­s. Ese músculo social ha servido para resistir los intentos de convertir el ejercicio de la libertad de expresión en una competenci­a de sometimien­to al presidente. Soy de los que todavía creen que esta partida la va a ganar el periodismo y la va a perder la propaganda. técnico, según consta en las redes sociales de ambas empresas estatales.

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CARLOS LORET DE MOLA
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