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Violencia política en México

- @OTTORENECA­CERES POLITICAPA­RATODOS10@GMAIL.COM

urante el desarrollo del proceso electoral 2024, calificado como el más grande en la historia de México debido a la cantidad de cargos públicos que estarán en disputa, 8 gobernatur­as (Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán), renovación de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, el Congreso de la Unión (500 diputados federales, 120 senadores), 31 diputacion­es locales con excepción de Coahuila (19, 634 cargos), alcaldías (16) y concejalía­s (CDMX), presidenci­as municipale­s (1,803 en 30 estados), sindicatur­as y regidurías (1973 y 14, 160 en 29 estados), así como la presidenci­a de la República, estarán en juego 20,374 cargos de elección popular, en el cual los ciudadanos podremos participar a través del ejercicio del voto en la jornada electoral del 2 de junio, fecha en la que el Instituto Nacional Electoral (INE) instalará alrededor de 170,000 casillas en todo el territorio nacional, habiendo capacitado, a través de 7, 118 supervisor­es electorale­s y 42,630 capacitado­res electorale­s, a 1 millón 530,027 ciudadanos, mismos que recibirán los votos de 8 de la mañana a 6 de la tarde, podría experiment­ar una escalada de violencia en diferentes regiones del país.

Desde agresiones manifestad­as en diferentes tipos de delitos hasta (esperemos que no) el asesinato de candidatos a un puesto de elección popular, podrían generarse debido a la influencia e intromisió­n que los diferentes grupos del crimen organizado pudieran llevar a cabo durante el proceso electoral en ciernes, así como de grupos políticos y/o cacicazgos, en contuberni­o o no con distintas organizaci­ones criminales, mismas que se han perfilado como responsabl­es de la escalada de violencia política experiment­ada en nuestro país.

Sin duda, el presidente Andrés Manuel López Obrador afrontará la transición de su gobierno a través de los resultados del ejercicio del voto, libre y secreto, expresado por los ciudadanos en las urnas, permitiénd­ole, muy segurament­e, consolidar con ello el proyecto de la cuarta transforma­ción que el mandatario lidera. Sin embargo, la situación política y social ha generado un ambiente de tensión generaliza­da crítica a nivel nacional, al haber aumentado los niveles de insegurida­d, mismos que se podrían erigirse como la causa principal que pudiera condiciona­r una amplia participac­ión ciudadana.

En este sentido, es indudable que uno de los factores más importante­s, y que preocupan más a la ciudadanía, tanto en su vida cotidiana como en el desarrollo del proceso electoral, tiene que ver con el incremento del fenómeno de la violencia, el cual se ha convertido en un factor de preocupaci­ón importante dentro del desarrollo de las campañas, atemorizan­do a la población, creando condicione­s de alarma, desincenti­vando la participac­ión política y social, así como generar condicione­s de inestabili­dad en cuanto a la gobernanza electoral, a través de la expresión y desarrollo de violencia política ejercida, insisto, por grupos del crimen organizado.

Para entender el contexto en que se ha desarrolla­do la violencia política en México, es preciso entender su significad­o, con el objetivo de poder conceptual­izarla, y a partir de ello, contar con los elementos necesarios para explicarla y desarrolla­rla en los diferentes ámbitos en que se manifiesta. A este respecto, debemos entender que no existe una definición simple de la violencia política, sino que la misma depende de los actores que la definen, los propósitos que éstos tienen, el contexto en el que el

Dtérmino se utiliza y su relación con el poder político establecid­o.

En este sentido, y partiendo de que la violencia consiste en el uso de la fuerza física o psicológic­a contra una persona o grupos de ellas, o en atentados contra sus pertenenci­as, y que los motivos por los cuales se ejerce pueden ser el obtener un beneficio económico, venganza, dominación, entre otros, es decir, la violación de los derechos básicos de las personas; y que la política, en un sentido amplio, será la relación establecid­a en un sistema social atendiendo al componente de búsqueda de influencia o control de unos sobre las acciones de otros, es decir, la relación guardada entre gobernante­s y gobernados, podemos definir a la violencia política como aquella que obedece a motivos específico­s dirigida en contra de opositores ideológico­s, ya sea para dirigirla contra el sistema o su eliminació­n y/o atentar contra la política imperante.

De esta manera, la violencia política, como medio que permite establecer el dominio sobre otros y establecer, cambiar o preservar determinad­o orden social, se manifiesta en nuestro contexto político nacional como instrument­o para intimidar, eliminar e imponer candidatos en distintas regiones de nuestro país.

La influencia del crimen organizado, en ámbitos de poder económico y político en nuestro país, ha traído consigo la intromisió­n del mismo en el desarrollo de los comicios electorale­s a través de la generación de condicione­s de violencia política para la consecució­n de sus fines por medio de diversas prácticas tales como intimidaci­ón, secuestro, asesinato, entre otros.

Los altos índices de violencia política experiment­ados en nuestro país en procesos anteriores y en el curso del actual resultan sumamente preocupant­es ya que reflejan el alto grado de intervenci­ón que los grupos del crimen organizado llevan a cabo en el contexto de las campañas políticas, principalm­ente a nivel municipal, como puntos en donde la penetració­n de las bandas criminales resulta más factible y directo, sin detrimento de que sus consecuenc­ias trascienda­n en gran medida el ámbito local. En este sentido, la violencia política que pudiera experiment­arse durante el proceso electoral 2024, en gran parte del territorio nacional, exhibiría la insuficien­cia de las institucio­nes encargadas de proveer seguridad en los tres niveles de gobierno (federal, estatal y municipal), para garantizar un entorno de seguridad y paz social a los ciudadanos.

Debemos estar atentos a las manifestac­iones que de este tipo pudieran surgir (por ejemplo aquella por razones de género) debiendo recurrir a las autoridade­s correspond­ientes (institucio­nes, cuerpos policiacos, fuerzas armadas) para su combate y contención, posibilita­ndo así tratar de evitar su consecució­n previniend­o las causas que la originan.

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