León y Morena: ¡qué barbaridades!
El que Bárbara Botello, en 2012, derrotara al PAN en su bastión más emblemático fue un suceso político sonado. Su triunfo también significó un referéndum del alcalde panista saliente Ricardo Sheffield, quien, a decir de los resultados, no salió bien calificado. A Bárbara le favoreció la inercia nacional y el perfil competitivo del finado Ignacio Torres Landa, entonces candidato a gobernador; también una campaña articulada que comunicó eficazmente la idea de la alternancia: de manera sorprendente, los votantes, quienes hasta entonces se inclinaban por el voto a la derecha, le hicieron caso. No es un mito que en ese epicentro guanajuatense, donde residen los clanes que monopolizan y se benefician del control del gobierno, la mentalidad conservadora es un sólido sustrato que permea el pensamiento además de las identidades leonesas, estructuradas en torno a referentes, a distractores que inhiben el libre pensamiento y fortalecen la sumisión a los poderes.
En esa inmensa plancha de cemento habitada por más de millón y medio de personas todo gira en torno al frenesí por el dinero, como motor de la vida diaria. En el imaginario popular conviven la euforia futbolera y las fiestas religiosas con sus danzas de indios broncos (todas imbuidas de un ánimo ultra conservador, que se refleja no sólo en tiempos de Cuaresma, cuando se busca emular a Iztapalapa, también está presente en casi todas sus celebraciones, en donde asoma la tendencia por la forma, por lo aparente, en detrimento de lo sustancial).
Un rasgo particularmente llamativo de los leoneses es el egocentrismo y la paradójica ansiedad cosmopolita de sus segmentos de clase media hacia arriba. Junto a eso son notables las limitaciones de su mirada que no sabe incorporar -más allá de los clisés- los mundos diversos de la entidad.
La doble moral también es tan real como las guacamayas de San Juan de Dios: el que despotrica contra el aborto y la diversidad sexual suele ir en la procesión del santo entierro por las calles del centro histórico, puede ser algún contratista rapaz o algún panista con escapulario que, al amparo de la noche, busca experiencias eróticas atrevidas en algún rincón urbano.
Entre leoneses se asume sin chistar que las grandes fortunas están sostenidas en cansados obreros que abarrotan el transporte público y que los ocupantes de los edificios gubernamentales son meros súbditos de los hombres del dinero, quienes delegan en ellos la labor de administrar la paz social y proveen de servicios básicos a la gran masa que mantiene girando el incesante engranaje económico.
Tan normalizada está la estratificación social, que las élites locales se solazan en las grandes urbes del mundo y se convocan en El Rincón Gaucho, La Pilarica, El Frascati, mientras la grey astrosa (dixit López Velarde) se endeuda para completar su viaje anual ‘todo incluido’ a las playas de Guayabitos.
ARROPADA POR PEÑA NIETO…
En esa armazón conservadora, hace una década Botello dio el campanazo de ganar la alcaldía, pero aún cuando el gobierno de Peña arropó sus proyectos, ella pronto comenzó a dilapidar un liderazgo que en el futuro pudiera disputar la gubernatura a los panistas: se embelesó con el poder. No hubo nada que diferenciara su administración del pasado y su gobierno no fue congruente con el impulso que le fue conferido en las urnas.
Cercano el fin de su trienio, en el ambiente político se asumía que el relevo natural sería Martín Ortiz, secretario de Ayuntamiento, uno de sus mejores y más leales perfiles, sin embargo desde otras alturas apareció José Ángel Córdova Villalobos, médico camaleónico que, de presidir el IEGG saltó a diputado y funcionario del PAN, amaneció verde-tricolor y se ungió como candidato, con el desaliento que provocó en parte de la estructura priista.
Ya fuera de la alcaldía, sin el fulgor que le daba el poder, Bárbara quedaría a merced de sus enemigos políticos, tan enardecidos que no han podido disimular que los zarpazos de la Fiscalía responden a una vendetta selectiva, pues el tipo de acusaciones que le imputa la triada Zamarripa-MárquezSinhue, son idénticas a las que la sociedad podría fincarles a ellos mismos y a decenas de panistas en el estado.
LA MORAL (MORENISTA): ÁRBOL QUE DA MORAS
En 2012, cuando López Obrador visitó la Plaza Fundadores acotado por el aparato de estado y por la nomenclatura panista y priista que buscaba por todos los medios darle la puntilla política, hubiera sido delirante imaginar la estampa que Morena ha sumado estos días al historial político leonés: recurre al ADN peñanietista y la virtual candidata Bárbara Botello, ha recibido el beneplácito de autonombrados propietarios de la izquierda ‘histórica’ guanajuatense como la senadora ‘Malú’ Micher y la familia Prieto, quienes -con la misma lógica patrimonial de cualquier grillo prianista de la comarcacada elección reclaman su pedazo del feudo, aunque pasan los años y no subsanan la carencia de legitimidad que tendrían, si a estas alturas, junto al beneficio personal que a ellos les da el discurso de izquierda, ya hubieran consolidado un auténtico movimiento transformador y un partido solvente en Guanajuato.
Estos días, mientras en la cúpula, ya perdidos todos los límites, se urdían esos pragmáticos arreglos, circuló la imagen de una servidora de la nación cuando es rescatada de un canal lodoso en Irapuato. Y es que mientras esos jóvenes recorren caminos polvorientos repartiendo el periódico Regeneración y la Cartilla Moral del presidente, muchos de los principales beneficiarios de la 4T, se están encargando de consumar la anticipada derrota moral de Morena.