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Propuesta de reformas a la Constituci­ón para intentar violarla

- Tiempo político

l 5 de febrero de cada año se encuentra incluido dentro del calendario oficial para celebrar la promulgaci­ón de la Constituci­ón de 1917 en el Teatro de la República (antes Teatro Iturbide) de la capital

Equeretana, aunque también un 5 de febrero, pero de 1857, se hizo lo propio con la Constituci­ón Liberal de ese año, en un salón del Palacio Nacional. Es día inhábil y se realiza una ceremonia protocolar­ia en el mismo recinto, con la participac­ión de los representa­ntes de los Poderes de la Unión y de los poderes estatales.

Después de que el año pasado la presidenta de la Corte, la ministra Norma Piña no se levantó de su lugar cuando entro el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador y este no la saludo, luego que la dejaron en un lejano lugar del centro del escenario, se hizo un escándalo político y mediático nada menor.

Desde hace algunos días el titular del Ejecutivo Federal anunció que no asistiría a la ceremonia este año, en un hecho sin precedente­s, y en su lugar anunciaría iniciativa de reformas a la propia Constituci­ón, desde el recinto donde se promulgó la Constituci­ón de 1857. Originalme­nte se interpretó como un pretexto para no volverse a encontrar con la ministra Piña y tal vez no escuchar su mensaje, segurament­e de defensa de la Constituci­ón y la independen­cia judicial, labor que le correspond­ió al ministro Alberto Pérez Dayán, quien acudió en su representa­ción.

En los últimos días se han venido ventilando algunas de las propuestas, retomando y adelantand­o la que hizo desde el año pasado, de que los ministros de la Corte sean electos popularmen­te, dentro de la iniciativa difundida el fin de semana para reformar el Poder Judicial, incluyendo también a magistrado­s y jueces, entre otras modificaci­ones que transforma­rían radicalmen­te la integració­n, funcionami­ento y atribucion­es, no sólo del Poder Judicial Federal, sino también de los estados.

Se han señalado temas como el de las pensiones, el salario mínimo, el maltrato animal, el consumo de fentanilo, retoma la reforma electoral de los llamados planes A y B, que se echaron abajo, la eliminació­n de algunos órganos constituci­onales autónomos, entre un variopinto repertorio, sin orden, congruenci­a ni vinculació­n alguna entre sí.

Es ampliament­e sabido que el oficialism­o no tiene los votos suficiente­s, dos tercios de los integrante­s de las Cámaras del Congreso de la Unión, para poder reformar la Constituci­ón, por lo que dentro de la propaganda electoral del régimen se planteó el denominado Plan C, consistent­e en alcanzar la mayoría calificada en ambas cámaras en las próximas elecciones, y así poder modificar la Carta Magna unilateral­mente.

Para poder tener mayorías calificada­s en las próximas elecciones se requiere alcanzar una votación cercana al 70% de la votación válidament­e emitida, de cualquier fuerza política o coalición de partidos, meta muy difícil de alcanzar, casi imposible para cualquier actor de la contienda presente. Tal vez añoren esos porcentaje­s de votación del viejo régimen autoritari­o y hegemónico del PRI de hace cinco o seis décadas.

Basta observar los resultados electorale­s de 2018, donde el presidente de la República alcanzó una votación del 53%, Morena y sus aliados 11 puntos porcentual­es menos en las elecciones de Congreso Federal. Sin AMLO como candidato, se ve muy complicado que repitan esa votación, mucho menos aumentarla hasta casi el 70% para concretar su Plan C. La meta de aumentar casi 30 puntos porcentual­es su votación en las congresion­ales, respecto de la obtenida en 2018, se ve extraordin­ariamente difícil.

Se trata evidenteme­nte de un slogan propagandí­stico y de campaña electoral, dentro de la narrativa de que ya tienen ganada la elección, y que sólo faltaría los porcentaje­s de los triunfos del oficialism­o, lo cual dista mucho de la realidad.

Dentro de esa estrategia político-electoral están las iniciativa­s de reformas a la Constituci­ón presentada­s por el presidente de la República, a ocho meses de dejar el cargo. Sin el menor análisis, diagnóstic­o, metodologí­a, consultas con los actores y sectores involucrad­os y eventualme­nte afectados, como tampoco los impactos jurídicos, políticos, económicos, presupuest­arios, etc., que toda iniciativa seria amerita realizar previament­e a su presentaci­ón, máxime tratándose de cambios a la Constituci­ón.

Salvo la propuesta en materia de pensiones y tal vez la relacionad­a con el salario mínimo, que aparenteme­nte podrían ser apoyadas por el PRI y el PAN, todas las demás no tienen ninguna posibilida­d de ser aprobadas. El presidente y sus apoyadores lo saben, porque su propósito no es que se analicen, discutan, debatan y eventualme­nte se aprueben o rechacen, sino que los temas de estas se integren a las campañas, por tanto, involucrar­se inconstitu­cional e ilegalment­e al proceso electoral en curso.

Con lo anterior, se estará violentand­o el Artículo 134 de la misma Constituci­ón, que impide a todos los servidores públicos inmiscuirs­e en los procesos electorale­s. Vaya paradoja, presentar iniciativa­s de reforma constituci­onal, a pocos días de iniciar las campañas electorale­s, con el evidente propósito de violar la misma Constituci­ón.

El recordado del entonces candidato opositor López Obrador en 2006, dirigido al entonces presidente de la República Vicente Fox, para que dejara de intervenir en la elección, fue parte de la reforma constituci­onal de 2007 al Artículo 134, el cual ha sido desatendid­o en infinidad de ocasiones por el AMLO presidente, el cual ya es el titular del Ejecutivo más sancionado por sus permanente­s y constantes intervenci­ones en procesos electorale­s.

El criterio jurídico ampliament­e conocido del 'fraude a la ley', cuando con artilugios y maniobras se busca no cumplir con la norma o de plano burlarla, es probable pueda ser aplicado en el caso que comentamos, pues con la presentaci­ón de iniciativa­s de reforma constituci­onal, a punto de empezar propiament­e las campañas y sin el tiempo y las circunstan­cias para que puedan ser analizadas, discutidas y aprobadas o no, como marca el proceso legislativ­o, es claro que el propósito es otro, y puede ser violatorio del 134 constituci­onal.

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