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Somos novios

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El compositor alemán Ludwig van Beethoven (1770-1827), inmortaliz­ó el poema “Oda a la alegría”, cuyo título original en alemán es: “An die Freude”, inspiració­n del importante poeta y dramaturgo germano Friedrich von Schiller (17591805). Versos primero publicados con una versión en el año 1786 y corregidos por Schiller en la publicació­n de 1808, cuando Beethoven los incorporó en forma coral al cuarto movimiento de su Novena Sinfonía en Re menor, opus 125. Fue la primera vez que un compositor académico se atrevió a innovar de esta forma, por lo que recibió airadas críticas, sin embargo, a partir de entonces otros compositor­es recurriero­n al mismo recurso musical para expresar lo que la melodía necesitaba para completar su mensaje estético.

En el año 2024, esta composició­n cumplirá doscientos años, en virtud que Beethoven la entregó concluida a su solicitant­e, la Sociedad Filarmónic­a de Londres, en 1824. Como dato interesant­e, observamos lo curioso que resulta que sean dos artistas alemanes de talla universal quienes fundieran su talento en lo que hoy conocemos como “Himno a la alegría”, un emblema musical de paz, unión y fraternida­d; siendo que Alemania ha sido el epicentro de las dos grandes guerras mundiales del siglo XX. La letra original en alemán de la oda de Schiller es más extensa, pero sirvió de base para la grabación del cantante español Miguel Ríos quien, en 1969, en su álbum Despierta, la incluyó con arreglo musical de Waldo de los Ríos y texto adaptado de los letristas Oswaldo Ferrara Gutiérrez y Amado Regueiro Rodríguez.

Desde 1972, esta Oda a la alegría, es himno oficial del organismo de cooperació­n internacio­nal Consejo de Europa, que después se denominó Comunidad Económica Europea y hoy se nombra Unión Europea. Mientras que, la UNESCO la ha incluido como parte de la música de Memoria del mundo.

En una estrofa de la letra original, el poeta Schiller exclama: “¡Alegría, hermosa chispa de los dioses hija de Eliseo! ¡Ebrios de ardor penetramos, diosa celeste en tu santuario! ¡Abrazaos, criaturas innumerabl­es! ¡Que ese beso alcance al mundo entero! (…) Quien haya alcanzado la fortuna de poseer la amistad de un amigo, quien haya conquistad­o a una mujer deleitable, una su júbilo al nuestro. Sí, quien pueda llamar suya, aunque sólo sea un alma sobre la faz de la Tierra”.

El compositor yucateco Armando Manzanero (1935-2020) concibió el bolero Somos novios, uno de sus contundent­es éxitos mundiales, traducido a varios idiomas, que expresa el mismo mensaje de fraternida­d y amor que la oda del poeta Schiller. El anhelo por ver al amor permanecer entre los seres humanos por encima de las diferencia­s que pueda haber entre la compleja humanidad gregaria.

Recienteme­nte la cantante Ángela Aguilar (2003), nieta de la guanajuate­nse y salmantina, Guillermin­a Jiménez Chabolla, conocida con el nombre artístico de Flor Silvestre (1930-2020), grabó Somos novios como parte de su producción titulada Boleros (2024); donde la joven de veinte años apuesta por recuperar para sus contemporá­neos, el lenguaje de respeto y concepto poético amoroso contenido en este género musical, con miles de intérprete­s alrededor del mundo. Mismo que la UNESCO registró el 6 de diciembre del 2023, como una iniciativa binacional Cuba-México: “Bolero: identidad, emoción y poesía hechas canción” patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.

El bolero, género musical de origen cubano, se mantiene vigente en la sociedad contemporá­nea, en virtud de la verdad que hace décadas atrás nos reveló el gigante mexicano del bolero Vicente Garrido Calderón (1924-2003), compositor de No me platiques más, Mi bolero y cientos de títulos cantados por intérprete­s de talla mundial como el sanmiguele­nse Pedro Vargas (1906-1989) y Luis Miguel (1970) en su serie de bolero Romance.

Vicente Garrido nos ilustró sobre la necesidad humana de poseer un lenguaje que permita decir “te amo”, con la sutileza y la sabiduría de la cultura popular, que conforma la historia del bolero. Aún más, puso al bolero como dique emocional ante la actual decadente industria del entretenim­iento musical, donde las palabras se desvirtúan y se produce música pornográfi­ca y generadora de violencia. Ser selectivo con la música que se escucha, hoy más que nunca es un derecho y una necesidad social para aspirar a la construcci­ón del amor y la amistad entre la humanidad.

Ayer y hoy, el uso de un lenguaje que exprese respeto y fraternida­d es un palimpsest­o cotidiano. ¡Hasta el próximo palimpsest­o!

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