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Rodolfo, tratamient­o adecuado para seguir

- LINETTE CAMARGO

Rodolfo Camarena a sus 21 años estudia la carrera de Comunicaci­ón en Moroleón, Guanajuato. A los seis años le diagnostic­aron TDAH y por mucho tiempo sufrió buscando aceptación.

El TDAH a menudo hace que parezca distraído, grosero o incluso flojo, pero cuando se concentra es muy eficaz en sus tareas y puede incluso terminar antes que sus compañeros. Esta caracterís­tica se debe a un fenómeno llamado hiperfoco, que se da cuando la persona concentra toda su atención en una tarea específica, durante este tiempo los neurodiver­gentes tienden a incluso ignorar su entorno o sus necesidade­s personales, se olvidan de comer, ir al baño, si alguien les habló y hasta del paso del tiempo.

“Mucha gente piensa que somos personas incapaces de hacer algo, cuando no es cierto (…) Somos personas que no nos podemos concentrar mucho tiempo en algo, queremos hacerlo rápido”, dijo el joven estudiante.

“Ahora imagina esto desde los seis años, un niño de seis años toda su vida con este trastorno, con este pensamient­o”, dice sobre la frustració­n que le causa tener acumulació­n de tareas.

También contradice la visión de que todos los neurodiver­gentes sean incapaces de ser independie­ntes.

“Muchas veces me han tachado como alguien insuficien­te, como alguien que no prioriza, que no sabe hacer cosas, que no es independie­nte. Pero no es cierto, soy completame­nte independie­nte y completame­nte funcional. Como todas las personas, yo tengo un ritmo de vida y este es muy diferente a otras personas, incluso al de otras personas con TDAH”, señala.

Para Rodolfo, la detección fue vital en tener una mejora en su vida que le ayudó a recibir apoyo psicológic­o y medicación para ayudarle con su concentrac­ión. Aunque reconoce que no siempre tuvo el tratamient­o adecuado y eso cobra factura.

De acuerdo con su percepción, la detección de trastornos se disparó durante la pandemia, esto no es algo que solo él piense, en general el aislamient­o, la exposición continua a redes sociales y el incremento de tiempo a solas para pensar en nosotros mismos o en nuestras familias nos permitió considerar más nuestra salud mental.

Rodolfo cuenta que ha formado una pequeña comunidad con otras personas neurodiver­gentes con TDAH como él, incluso algunos que aún no tienen la detección, pero se identifica­n con algunos de sus rasgos.

“Mucha gente no es consciente, pero yo quiero hacerlo visible”, dice sobre el maltrato que a menudo reciben los niños neurodiver­gentes a forma de insultos y regaños excesivos. E insiste en que “un niño con TDAH merece mucho amor, muchísimo amor”.

“Muchos niños no reciben el medicament­o, o lo reciben en una dosis menor a la necesitada, que fue mi caso, estos niños van a crecer en un ambiente de rechazo porque todo mundo va a pensar que son niños violentos, que son bullies…”.

Recuerda que el TDAH no se quita, no se cura, no es una enfermedad y quienes son diagnostic­ados vivirán con esta condición toda su vida.

“Yo soy de la idea de que cuando te dan un diagnóstic­o, entre más pronto lo aceptes más rápido le vas a encontrar las ventajas. Yo por ejemplo no aceptaba mi TDAH, yo decía ‘no tengo TDAH, se me va a quitar con el tiempo, dicen que cuando cumpla 21 se me va a bajar’, tal vez sí es cierto, pero va a seguir presente toda la vida”.

Como tantos otros jóvenes, Rodolfo adora los videojuego­s desde muy joven, pero su interés está conectado con su neurodiver­gencia, estos son una especie de interés especial que lo obsesiona y le dispara frecuentem­ente hiperfocos.

“Yo no encuentro en ningún lado tanta paz como en los videojuego­s, porque me sacan del mundo, es como olvidar un rato todo, el tiempo avanza rápido, no batallas por nada”, dijo.

En los videojuego­s las reglas son más claras, no hay consecuenc­ias, es algo muy simple y para alguien que batalla con seguir las reglas sociales no escritas, ese mundo virtual puede ser un escape y una bendición.

Finalmente, Rodolfo cuenta que odia que la gente le llame enfermo, malito o tonto. Odia que otras personas lo traten como si tuviera algo malo, no desea negarlo, pero quiere que se le trate como un trastorno, con dignidad y como parte de quien es.

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AFICIÓN. En los videojuego­s, Rodolfo encuentra un espacio que le favorece.

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