Conócete a ti mismo, demanda inaplazable
Hace muchos años, los humanos que buscaban orientación para su conducta, sintetizaron el camino en un mandato lapidario “conócete a ti mismo” en esa época los gobernantes lúcidos se ocuparon de multiplicar los espacios de reflexión y en ese empeño, conocieron el peligro que conlleva el ejercicio de la libertad. Don personajes cuyos nombres han sido profusamente divulgados, pagaron con su vida, su adhesión irrenunciable a la verdad.
Tal pareciera que ser bueno o malo, tienen la misma consecuencia, cuando la vida se juzga por aquellas mentes que presas del prejuicio, no soportan la claridad de valores como la verdad y la bondad. En su confusión la humanidad ha sucumbido y pagado por ello, con la condena histórica a sus decisiones con respecto a valores que debieron proteger.
Finalmente, víctimas y verdugos, pasaron a la posteridad para enseñarnos que el valor el preferible, que la verdad supera a la mentira, aunque pueda repetirse mil veces y que la maldad sucumbe ante las mentes lúcidas, aunque tenga el apoyo de fuerzas descomunales.
Las personas y las instituciones, sobre viven, cuando son impulsadas por voluntades fuertes y, sucumben cuando los defensores de la vida, disminuidos, dan paso a los cultivadores de la muerte. Esto sucede, cuando el humano renuncia a la lucha en favor de la evolución y cae abatido por el desencanto. Una sociedad fuerte, debe inculcar a las generaciones de relevo, el amor por la evolución, por todo aquello que sea capaz de apreciar el impulso que mueve a la naturaleza, para admirarla y respetarla, pues en ella se refleja su propia vida. Los seres que le rodean: nacen, crecen, se desarrollan y para que surja la nueva generación, mueren.
Entender lo que la vida nos enseña a cada paso, es el llamado a obedecer el mandato fundamental: conócete a ti mismo. Porque lográndolo, avanzamos en el desarrollo de la razón y aprendemos a valorar y contener nuestro lado afectivo, para concretar nuestra naturaleza.
Amar y ser amados, es el llamado para poder garantizar nuestro desarrollo y poder ejercer la libertad y acceder a través de ella, a la felicidad.
Pero si olvidamos el mandato fundamental, nos ahogarán la envidia, el odio, la ira, la lujuria, la pereza y otros males, que la racionalidad, en armonía con la afectividad, impedirían que nos roben la paz, misma que debe aparejarse de la justicia, para poder ir hacia adelante y mantener el rumbo hacia las insospechadas metas que podemos alcanzar, una vez vencidos los obstáculos que la ignorancia y el abandono de lo hermoso que contiene la afectividad, cedan paso y, entonces, alcanzaremos nuevos niveles de plenitud.
Proponernos nuevas metas para la verdad, la bondad y la justicia, mediante el conocimiento de la propia naturaleza, será un atractivo propósito, que nos dará paz, si somos capaces de compartirlo con los congéneres para alcanzar juntos, nuevos estadios de paz, libertad y felicidad, compartidas. Pues ninguno de esos tres objetivos podremos lograrlos en la soledad.
Honrar a la amistad con la práctica de los valores, será un buen presente, aún cuando no vaya acompañado de expresiones externas.