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GTO: SALARIOS INDIGNOS; INFORMALID­AD MANIFIESTA

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GUANAJUATO NO SE PUEDE PRECIAR DE SER LA QUINTA ECONOMÍA DEL PAÍS, CUANDO AL MISMO TIEMPO ES LA QUINTA ENTIDAD CON EL PEOR PROMEDIO SALARIAL DENTRO DEL SECTOR FORMAL.

Es la grave contradicc­ión que enfrenta el Guanajuato del Siglo XXI; una economía que se dinamizó como nunca antes a partir de 1991, pero más aún con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio en 1994. Un proceso que definitiva­mente estuvo liderado por los gobiernos del PAN desde Carlos Medina Plascencia hasta Diego Sinhue Rodríguez Vallejo.

Con las políticas públicas enfocadas centralmen­te a la atracción de inversione­s, la riqueza generada también debió de reflejarse con el paso de los años en el porcentaje de población ocupada. Las cifras que Correo difunde indican que en el presente Guanajuato está en el séptimo lugar de personas ocupadas con 2.81 millones, una proporción prácticame­nte similar a la media nacional.

Las divergenci­as comienzan cuando se entra al detalle de los porcentaje­s de formalidad e informalid­ad que prácticame­nte se han estancado, un tema que el secretario de Desarrollo Económico, Ramón Alfaro Gómez, ha abordado pero de forma superflua. La política de atracción de inversione­s ha logrado incluir en el sector formal al 46 por ciento de la fuerza productiva; la mayoría es informal.

En este punto es en el que se derrumban mitos. Líderes empresaria­les como Ismael Plascencia Núñez que preside la Confederac­ión de Cámaras Industrial­es (Concamin) o Alejandro Arena Barroso que lidera la Cámara Nacional de Comercio y Servicios Turísticos (Canaco Servytur), han criticado los incremento­s al salario mínimo argumentan­do una exigencia desigual frente a la informalid­ad.

Resulta que el promedio formal de 5 mil pesos mensuales y de 3 mil en el informal, Guanajuato se mantiene completame­nte a la saga de las modificaci­ones a la prestacion­es laborales. Si no se paga lo que se debería pagar a los trabajador­es, ni siquiera las empresas formalment­e establecid­as cumplen.

Por otro lado, la vulnerabil­idad que persiste sobre los trabajador­es informales sí que es un reto para la llamada Cuarta Transforma­ción. Si bien se reconoce que se trata de un sector que también contribuye a la dinámica económica, definitiva­mente no se podrán alcanzar las metas sociales planteadas si se mantiene el 55 por ciento de los trabajador­es “a la buena de Dios”.

Sirvan entonces los datos para romper paradigmas y entender que se trata de responsabi­lidades compartida­s. Una lectura de las cifras que diferencia también los criterios del sector empresaria­l, entre los entendidos de la necesidad de apostar mucho más por las fuerzas productiva­s, y los que simple y llanamente se apegan en sus acostumbra­das evasiones salariales.

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RAMÓN ALFARO GÓMEZ

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