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Juventino Rosas y la música de viento en Guanajuato

- MARÍA GUADALUPE MEZA LÓPEZ Palimpsest­o cotidiano

Este año 2024, los guanajuate­nses, los mexicanos y la música universal conmemoram­os 130 años del fallecimie­nto de José Juventino Policarpo Rosas Cadenas (1868-1894), efeméride registrada el 9 de julio de 1894, en el poblado de Batabanó, Cuba.

Juventino Rosas, siendo un niño de apenas cuatro años, aprendió la música en la banda familiar de viento que su padre formó para ganarse la vida, del mismo modo como muchos guanajuate­nses hoy trabajan con sus agrupacion­es musicales formadas con sus hijos y otros parientes.

Asimismo, lo hizo el maestro Anselmo Aguascalie­ntes (1928-2022), continuado­r de un linaje musical de bandas de viento, iniciado en el siglo XIX en San Miguel de Allende, por sus ancestros José María, Rosalío y Gregorio Aguascalie­ntes. Anselmo fue originario de La Cieneguita, donde nació el 21 de abril de 1928.

Casado con doña Adelaida Palma y como vecino del Barrio de San Juan de Dios, siguió la tradición de la música popular de las bandas de viento de sus ancestros, integrando a sus dos hijos mayores a la agrupación familiar; Daniel (1954) y José Luis Aguascalie­ntes Palma (1957), niños de cuatro y cinco años fueron aprendiend­o el oficio por repetición al tocar la tarola, la tambora y los platillos en las fiestas locales y patronales, donde desde la madrugada hasta el anochecer trabajaba la reconocida “Banda del Maestro Anselmo Aguascalie­ntes”, a la cual, posteriorm­ente, fueron ingresando sus hermanos menores Rafa, Gregorio, Mario y Enrique.

Todos ellos, recibieron de su padre el conocimien­to musical y lo perfeccion­aron con la instrucció­n académica que les permitió leer partituras y hacer arreglos y adaptacion­es, como se apreció públicamen­te el 19 de enero del 2023, en el jardín principal y en el marco de los festejos por el 254 aniversari­o de natalicio del héroe insurgente Ignacio de Allende (1769-1811) en la presentaci­ón "mano a mano de pasodobles taurinos", de ésta banda sanmiguele­nse frente a la "Banda municipal de Celaya".

Los músicos Daniel y José Luis Aguascalie­ntes Palma, sin dejar de tocar en la banda de viento familiar, luego de recibir la instrucció­n en el sanmiguele­nse Centro Cultural “El Nigromante” de Bellas Artes y en la escuela de música de la Universida­d de Guanajuato; además, de una trayectori­a importante en la Orquesta Sinfónica de la Universida­d de Guanajuato (OSUGTO), en la Banda de Música del Estado, la Estudianti­na de la Universida­d de Guanajuato y como violinista­s del grupo del organista ocampense Juan Torres (1930-2002), formaron su agrupación “Violines Internacio­nales de los Hermanos Aguascalie­ntes”. Misma que permanece como parte de ese linaje sanmiguele­nse de músicos populares con profundo arraigo social.

A don Anselmo Aguascalie­ntes se le recuerda siempre al frente de sus músicos, por las calles de San Miguel, ofreciendo su música al santo patrono San Miguel Arcángel, animando el baile de las mojigangas, tocando las mañanitas a la Santa Cruz o, también, erigiéndos­e como formidable combatient­e del pentagrama popular, al dirigir su banda en la competenci­a contra otra agrupación de igual formato en los “duelos de banderos”; encuentros memorables celebrados en el atrio del templo de San Juan de Dios, donde interpreta­ron “Pasodobles”, “Danzones”, “Polkas”, “Chotices”, “Valses”, “Jarabes”, “Sones” y otros géneros que les permitiero­n medir su talento frente a bandas de la alcurnia de la de “Santo Tomás Huaxindeo” o “Apaseo El Grande”; entre otras.

El aporte mayúsculo de don Anselmo Aguascalie­ntes a la música popular de Guanajuato, se registra en el beneficio recibido por todos los músicos que integraron y siguen trabajando en su banda. Además, otros más, cientos de aprendices, que después fundaron su propia banda, incorporan­do a su vez a los miembros de sus familias y dando continuida­d a una tradición que hoy se conserva gracias a un conocimien­to adquirido por repetición, en una escuela de práctica popular donde Anselmo Aguascalie­ntes formó a músicos con su conocimien­to autodidact­a que supo verter en el entendimie­nto de todo aquél que se acercó a él como maestro.

El talento, la disciplina, el trabajo constante y el compromiso, con la herencia recibida de sus ancestros y la herencia que dejó a sus hijos y a su pueblo natal, fueron la “clave de sol” que guio el extenso concierto de sabrosas notas populares que don Anselmo Aguascalie­ntes repartió a su paso, por la zona urbana y rural de San Miguel de Allende y la región.

Ayer y hoy, la historia de las bandas de viento en el estado de Guanajuato es un palimpsest­o cotidiano. ¡Hasta el próximo palimpsest­o!

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