Debemos imponer límites al ejercicio de la voluntad
ientras mas retrocedamos en el camino de la evolución mayor será la necesidad de acudir a la filosofía y a la ciencia para encontrar o reencontrar el camino que nos leve hacia adelante. La voluntad es la capacidad de la especie humana para realizar las motivaciones que bullen en su interior. Regularlas, es desafío que asumimos cuando advertimos, que debemos vivir con semejantes, dotados también de motivaciones.
Nuestras motivaciones son multifactoriales y dan lugar al comportamiento, traduciéndose en la diversidad conductual, por la influencia de la cantidad y la calidad de factores que contribuyen para hacer posible la interacción, es decir la relación humana.
Orientaciones distintas piensan que la voluntad es una capacidad que puede ser ejercida libremente y, de ahí, deriva la posibilidad de responsabilizar y sancionar con premio o castigo la conducta humana.
Socialmente nos planteamos la necesidad de poner o no, limites a la conducta. Hablamos, entre otras, de libertad de pensamiento, de expresión y libre examen de las ideas. Empero, para vivir en acción recíproca con nuestros semejantes, se presenta el problema del conflicto de intereses o necesidades. Y; por ende, de regular el comportamiento, para paliar la desigualdad que plantean los más fuertes cuando su voluntad, entra en conflicto con otras, imposibilitadas para competir.
Se ha dado como solución, la norma jurídica, para que sean los mandatos legales y no el conflicto de voluntades, lo que resuelva problemas derivados de las relaciones humanas.
Sin embargo, la diversidad que plantea la realidad, trae aparejada una serie de conflictos que sometidos al arbitrio
Mde ciudadanos llamados jueces, deciden a quien asiste la razón en una disputa. Para comenzar, nuestra realidad muestra la enorme diferencia entre los defensores de los poderosos y los débiles. A mayor abundamiento, las relaciones de algunos abogados, impacta en los veredictos. Para eso se estableció un sistema superior, que supuestamente no sería alcanzado por el poder de los más fuertes.
Pero la ley natural es implacable y, finalmente, no se ha encontrado un sistema de impartición y ad ministración de justicia, para atender las disputas no solamente entre particulares, sino incluso, entre países, que regule, en justicia la calidad de los veredictos. Cada día presenciamos el triste espectáculo de organismos creados para lograr la paz fracasados ante los intereses de quienes pueden imponer su fuerza para resolver un conflicto conforme a lo que argumentan sea su derecho.
Está de moda, “defender” la libertad de expresión, lo cual es explicable, pero la desigualdad social, descomunal, hace qué, si el agraviado no puede competir con el agresor, debe asimilar la injusticia, pues su pobreza vuelve inexistente su derecho a ser respetado en su honor y en su dignidad, ya que carece de posibilidades, para movilizar los instrumentos de la justicia y; en tales condiciones, el derecho, se convierte en un privilegio al que pocos pueden acceder. Y si logra hacerlo se verá derrotado y, acaso, empobrecido en el intento hacer valer su derecho.
Debemos derrotar, en los hechos, que el sistema jurídico sea un instrumento al servicio de los más fuertes. El ejercicio de la voluntad, deberá, tener como límite, el respeto a la dignidad del ser humano. Y, el Estado, obligarse a impulsar la reeducación, para que los ciudadanos, se comprometan en lograr ese objetivo, a través de las leyes y, de manera especial, mediante su conducta.