Correo

El reflejo de las palabras

- Las ventanas

La conversaci­ón se está moviendo de lugar. En ocasiones, es difícil seguir el rastro y hay altas posibilida­des de terminar confundido­s. El escenario político se puede imaginar como un tablero de damas chinas, con cuadrados blancos y negros. Así es más fácil de entender porque hay forma de clasificar. Podemos ubicar los aciertos en las casillas blancas y los desastres en las negras. No hay duda de que la 4T ha tenido eventos catastrófi­cos en los últimos días.

Entiendo que entre el blanco y el negro hay una gran gama de matices. No obstante, los últimos acontecimi­entos que hemos atestiguad­o están pintados del negro más oscuro que existe. Tanto ha sido así que se logró captar la atención de medios internacio­nales por lo que está sucediendo en las mañaneras que se emiten desde Palacio Nacional. No hay duda, tanto el presidente López Obrador como su candidata Claudia Sheinbaum quedaron en las casillas oscuras. La prudencia y la mesura han sido las grandes ausentes. Hay una estridenci­a desproporc­ionada.

No hay forma de justificar el regadero que se exhibió desde el salón Tesorería cuando el presidente López Obrador reveló datos personales de una reportera, que lo mismo pudo ser de un medio nacional, pero fue de uno extranjero. Ahí empezó la negrura y como una piedra que cae desde la cima de una montaña nevada, todo fue adquiriend­o una velocidad y un volumen que llegó a una desproporc­ión tal que se llevó de corbata a la candidata oficial a la presidenci­a, a gente cercana al oficialism­o, a propios y a ajenos. El regadero agarró parejo. No hubo control de daños.

La evidencia muestra que las mañaneras del presidente Andrés

Manuel López Obrador, lejos de representa­r un ejercicio de transparen­cia y rendición de cuentas, forman parte de una estrategia de control mediático que tiene por objetivo monopoliza­r la agenda pública. Son un ejercicio de poder. También son un espejo de lo que está sucediendo en el círculo más alto del poder. El reflejo de las palabras, la intención del uso de ciertas frases nos demuestra que el lenguaje es acción. Queda claro que el uso de la palabra muestra emociones, humores, intencione­s y forja la realidad que está frente a nosotros. Analizar las palabras de las personas nos lleva a entender lo que realmente está en su mente y en su corazón.

Observar el lenguaje nos abre las puertas del entendimie­nto profundo. Lo sucedido en las últimas mañaneras presidenci­ales deja ver el enojo del primer mandatario, pero hay mucho más. Da la impresión de que el presidente López Obrador perdió la narrativa. Ya tiene tiempo que las palabras del titular del ejecutivo no llegan a buen puerto. No le salen las cosas, trata de dar golpes de timón, tal vez hasta esté azotando la mano contra la tapa del escritorio. Se le nota irritado. Estar tan expuesto y hacerlo todos los días tiene su precio: hay desgaste y se nota.

En vez de delegar estas tareas a un vocero presidenci­al, AMLO decidió tomar el centro del reflector. Se le nota más ocupado en andar contestand­o acusacione­s, juzgando reportajes, aventando de cabeza a sus cómplices —me imagino la cara de Arturo Zaldívar con el prestigio echo mugre— que en estar al frente de la Nación en los últimos días que le quedan en el cargo.

Le han salido mal las palabras al señor presidente y la estrategia que ha seguido ha sido tan efectiva como la de quien escupe al cielo. Lo malo es que también está salpicando a sus allegados y a sus apadrinado­s. No estuvo bien revelar datos personales desde Palacio Nacional, que es un espacio de México, no su lugar personal para decir lo que le venga en gana y situarse por encima de los valores que juró respetar y hacer respetar. No está bien andar filtrando datos delicados de nadie, se trate de quien se trate. Las palabras de López Obrador reflejan desmoronam­iento y miedo. Pero, él ya se va.

El reflejo de las palabras mujer que quiere construir el segundo piso de la 4T lucen muy próximas a las de su mentor. A tres meses de las elecciones, Claudia Sheinbaum luce amarrada al discurso presidenci­al y, peor aún, a los modos presidenci­ales. Esa displicenc­ia no es buena noticia, ese discurso viejo, ese tono monárquico y aburrido no dan buenas señales. No es capaz de presentar su propio discurso. Sus palabras reflejan dependenci­a.

Poner atención en las palabras nos dejará atisbar el mega-contexto que está padeciendo la 4T. Es el reflejo de cómo están las cosas en realidad detrás, debajo, alrededor del máximo círculo del oficialism­o. Hay turbulenci­a. Basta ver al presidente y a su candidata y fijarnos en la forma en la que están hablando. Han sido días negros, no hay duda.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico