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El arranque de Claudia

- Las ventanas

a aspirante a la presidenci­a de la República del partido oficial arrancó su campaña en el Zócalo de la Ciudad de México, en un día caluroso, muy soleado, con el cielo polvoso y la calidad del aire muy pobre. No se decretó contingenc­ia ambiental. Estuvo rodeada de sus compañeros de partido, de todos los que, como ella, le expresaron a López Obrador sus ganas de contender por esa posición y de mucha gente que vitoreaba: ¡Claudia, presidenta! Y ella, sonriente y super segura de sí, elevaba las manos. Ya no lucía como una candidata con una aspiración concreta, era una mujer que ya se asumía con la banda presidenci­al.

El arranque de campaña de Claudia parecía otra cosa, fue más bien un acto anticipado de toma de posesión. Subió al templete con aires de informar cuáles serán sus actos de gobierno, más que proponer a los votantes lo que ella cree que es mejor para México y ganarse la simpatía de la gente. Ya se siente ahí y sería importante informarle que, todavía no es esa la fecha. Falta pasar la prueba de las urnas.

Sé, como lo sabe ella, que las casas encuestado­ras —las serias y aquellas en

Llas que Claudia confía— le otorgan una ventaja muy amplia y que se requiere de mucho trabajo para que cualquiera de sus contendien­tes la alcancen y le den la vuelta a la elección. Sin embargo, ella es una mujer que entiende de números, conoce de estadístic­a y sabe bien que la probabilid­ad y la estadístic­a tienen sesgos, pueden reportar errores y hay una variable que no se puede eliminar de la ecuación: el riesgo.

No importa que tan segura esté en esos números ni lo favorable de las cifras que le informan que ella va muy adelante en la carrera, siempre hay un riesgo de que las cosas no salgan como se planearon desde el principio. Lo sabe y, es posible que decida ignorar esos datos y apartarlos, como quien quita los gorgojos de la semilla buena de frijol. Mejor dar una buena cara, una presencia segura y una sonrisa amplia, porque también sabe que su personalid­ad no conecta mucho. No emociona.

En su arranque, Claudia se vio feliz y triunfante. Elevaba las manos como si ya hubiera ganado, como si ese trámite ya se hubiera salvado y sólo fuera cuestión de tiempo cruzar el detalle de la urna. La candidata de Morena sonreía con esa certeza que sólo ella sabe de dónde viene. Su apertura de campaña fue la puesta de la primera piedra del segundo piso de la 4T.

Ahí, no hay novedad. Es la continuida­d de un proyecto. Es seguir la trayectori­a marcada por su antecesor. Es acabar con el paradigma de romper con el pasado. ¿Por qué querría ella alejarse de su mentor si debe de ir cobijada por el a la boleta el día del sufragio? No creo que vaya a haber distancia. Lo que se luce es una simbiosis que a Claudia le conviene, porque si ella no conecta, ahí está la imagen de López Obrador que es su conexión al voto seguro.

Por eso, en las cien propuestas que dio a conocer el viernes no hubo novedad. Se repitió lo que ya conocíamos: las intencione­s de AMLO de reformar la constituci­ón. Y, dado que él no puede repetir su periodo en la presidenci­a por eso del “Sufragio efectivo, no reelección”, ahí está su fiel discípula para completar aquello que los tiempos y las circunstan­cias no le permitiero­n llevar a su culminació­n.

En el arranque de campaña, Claudia Sheinbaum estuvo acompañada, respaldada, aplaudida y eso la debe de tener muy feliz. Confía en que las cosas están a su favor y que trae el sol de su lado. Sonríe y hace bien. Aunque es necesario que alguien en su círculo cercano le recuerde que eso fue un arranque y no una toma de posesión.

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CECILIA DURÁN MENA

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