REFLEXIONES POST 8 DE MARZO
De todo lo que vi, leí y escuché el pasado viernes en el Día Internacional de la Mujer me quedo con la experiencia que me compartió mi hija sobre el ejercicio que se hizo en su escuela.
Un muro para que las estudiantes se manifestaran de la forma que desearan lo cual incluía lo mismo expresiones y consignas que manifestaciones en torno a alumnos y maestros acosadores.
Sigo impactado con el resultado de la actividad, pero sobre todo del ejercicio en sí. Lo que me platicó mi hija fue tan aleccionador como impactante.
No acostumbro a escribir en primera persona aunque sea mi opinión la que se expresa en este espacio, pero no encuentro otra forma de externar lo que siento frente a esta conmemoración, no sólo desde la perspectiva del periodista que ve, analiza y opina, sino de la del hijo, el papá, el esposo y el hombre que también se siente interpelado y cuestionado por los reclamos y consignas.
¿Cuál es la posición que debe asumir un reportero, un periodista que también fue educado como la inmensa mayoría de los hombres en este país? El chip machista lo traemos desde niños. Somos producto de nuestro entorno y es cierto que puede no ser complicado, asumir en los dichos, posiciones que nos muestren empáticos y políticamente correctos, pero es complicado ponerlas en práctica.
Leo a compañeros y amigos que -como primera reflexión a las marchas y manifestaciones- cuestionan las pintas en edificios públicos, en recintos religiosos, las quemas frente a palacios de gobierno, las condiciones de cobertura que exigen algunos colectivos. Discrepo, aunque en algún momento asumía esa misma postura.
Algunos anteponen el ya conocido “tienen derecho, pero…”. Otros no muestran la menor empatía y van directo a los cuestionamientos a lo que califican como “excesos”.
Y siendo honestos, nos cuesta trabajo educarnos en este entorno, ser empáticos y entender que en mayor medida tenemos una corresponsabilidad. Frente a nuestras hijas, nuestras compañeras más jóvenes y conscientes de su realidad, tenemos un reto mayúsculo.
Escuchar, entender y ser empáticos con las causas, con los reclamos, con las demandas. Tiene razón la presidenta del IEEG, Brenda Canchola en su discurso del viernes. Son muchas las conductas machistas, de discriminación, que hemos normalizado.
Y sí. Hay consignas que interpelan a autoridades de gobierno, a ministerios públicos, a jueces, a políticos. Pero a diferencia de otros reclamos, la interpelación es a los hombres en general. A quienes pertenecemos a una generación que se empeña en ser políticamente correcta, pero que en mayor o menor medida es corresponsables de esa realidad porque fuimos educados para promoverla.
Ser políticamente correctos, no basta. Siempre habrá quienes puedan confirmar o desmentir si las frases empáticas son congruentes con nuestro actuar. No se trata solo de los políticos. Que entre las miles que marcharon y se manifiestan están quienes nos conocen e incluso nos quieren y solo ellas pueden testificar si seguimos siendo parte del problema o avanzamos, nos educamos y aprendemos a ser parte de la solución.
migrante.
La presidenta dijo que, aunque no se contemplaba en la sentencia emitida por el TEEG, el IEEG buscaba avanzar en el reconocimiento a sectores históricamente excluidos de la sociedad por lo que incluía a los tres grupos mencionados.
La consejera García Huitrón pidió eliminar este apartado del proyecto de acuerdo. Por su parte, Sandra Liliana Prieto consideró que, además de que nadie pidió esas medidas afirmativas a favor de afrodescendientes, diversidad sexual y discapacitados, las mismas resultaban ineficaces.
Los representantes del PAN y de MC también pidieron reconsiderar esa segunda vertiente que fue iniciativa de la presidenta y que también fue cuestionada aunque finalmente apoyada por la consejera Beatriz Tovar.
A dos años de distancia, tres acuerdos del IEEG y dos sentencias en tribunales, la definición final sigue en el aire.