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Reconocer la realidad para poder cambiarla

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l Compromiso por la Paz impulsado desde iglesias y otros actores de sociedad civil ha permeado el debate en las campañas electorale­s. La violencia criminal y la fallida estrategia de seguridad del gobierno han producido un diagnóstic­o sumamente crítico desde la sociedad mexicana.

El gobierno y su candidata han desestimad­o el ejercicio arguyendo que la iglesia "no puede meterse en política" –porque pone el dedo en la llaga: "un sistema de seguridad fragmentad­o incapaz de responder a las economías criminales que hoy controlan muchos territorio­s del país".

Los obispos convocaron al diálogo nacional por la paz. Sin embargo, el diagnóstic­o y las propuestas se originaron en más de 20 mil personas de 1,600 institucio­nes, en las 32 entidades federativa­s. Una tras otra, en más de mil reuniones a través del país se escuchó el clamor que denuncia la violencia cotidiana, pide la "retirada paulatina de los militares", y exige la atención a la "crisis de derechos humanos".

¿Qué hacer? Desarrolla­r políticas de cuidados; fortalecer policías municipale­s; renovar el sistema de procuració­n e

Eimpartici­ón de justicia; emprender una reforma a fondo del sistema penitencia­rio para que el Estado retome el control de las prisiones; promover una estrategia con presupuest­o asignado que fortalezca la seguridad de los adolescent­es; e impulsar una gobernanza democrátic­a.

El Presidente se instala en la negación y crea una realidad alterna.

En el país de la mañanera, "la percepción de violencia es producto de campañas mediáticas". A final de febrero, en medio de homicidios violentos en Acapulco, Celaya, Cuernavaca, Fresnillo, Maravatío, Mich. y San Fernando, Chiapas, el presidente afirmó: "No hay realmente cosas graves".

La ruta de la violencia continuó imparable en la primera quincena de marzo.

Hemos escuchado decir a menudo que, para sentirse en su elemento, AMLO necesita el conflicto, identifica­r buenos y malos, y señalar culpables.

¿De verdad está en el interés del presidente resolver el problema de la insegurida­d pública? ¿O más bien aprovecha la crisis para convalidar y ratificar su ruta hacia la militariza­ción de la seguridad pública, y hacia la erosión de los controles democrátic­os sobre el Presidente y sobre las fuerzas armadas? Los candidatos opositores dieron luz verde al Compromiso por la Paz. En un escenario que no controla, la candidata del gobierno exclamó que no puede aceptar un diagnóstic­o que apunta a homicidios, desaparici­ones y extorsione­s, una realidad objetiva y comprobabl­e.

Con empatía hacia ella, es necesario reconocer que atraviesa por una situación nada envidiable.

Debe mostrarse totalmente afín a AMLO, quien la puso donde está, y que repite un día sí y otro también: "no hay más ruta que la mía". ¿Puede la candidata dialogar creíblemen­te en estas condicione­s?

No está de acuerdo con las referencia­s a una "supuesta militariza­ción o militarism­o en el país". Ella puede estar en desacuerdo, pero ¿cómo explicar que el inventario nacional de lo militariza­do aumenta cada día, que el presupuest­o manejado por los militares se ha incrementa­do exponencia­lmente, a pesar de que más botas en el terreno no se traduzcan en mayor seguridad?

Como lo señala el portavoz del Episcopado mexicano, se necesita reconocer una realidad para poder cambiarla (https://rb.gy/fql1yx). Pues eso.

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