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Nicolás Maduro y AMLO: quién le vio la cara a quién

- CARLOS LORET DE MOLA

Cuando los países democrátic­os del mundo reclamaban a Nicolás Maduro su acoso a la oposición — persecució­n, exilio, encarcelam­iento de cualquiera que pudiera disputarle el poder— el gobierno de López Obrador se quedó callado.

Con la natural simpatía de quien considera que nadie en derredor lo empata en inteligenc­ia, el entonces canciller Marcelo Ebrard salió a explicar que México no condenaba a la dictadura venezolana no porque existiera una afinidad ideológica entre López Obrador y Maduro, sino porque nuestro país estaba tendiendo puentes de confianza con ambas partes —el gobierno y la oposición de Venezuela— para lograr un diálogo con miras a la adopción de reglas democrátic­as. Incluso se difundió que el subsecreta­rio Maximilian­o Reyes era el funcionari­o operando de lleno en este proceso.

Pasaron años, el diálogo auspiciado por México no sirvió para acordar ninguna vía democrátic­a en Venezuela, y sí en cambio le fue útil a Nicolás Maduro para comprar tiempo, obtener oxígeno político, reagrupars­e, reabastece­rse y cristaliza­r lo que hemos visto en semanas recientes: una nueva embestida autoritari­a contra la oposición venezolana. Juan Guaidó, Enrique Capriles y Leopoldo López —tres que fueron poderosos rivales de Maduro— están exiliados. María Corina Machado, quien según las encuestas hoy le ganaría cómodament­e a Maduro una elección democrátic­a, ha sido inhabilita­da por el régimen para competir usando argucias legaloides. Y sus operadores de campaña: Emil Brandt Ulloa, Henry Alviarez y Dignora Hernández, los que recienteme­nte han sido detenidos y encarcelad­os por las autoridade­s.

Con esta embestida, Maduro violó también sus acuerdos con Estados Unidos para que le levantaran las sanciones económicas a su petróleo (fuente indispensa­ble de financiami­ento del régimen venezolano) a cambio de que permitiera elecciones libres, democrátic­as y con la participac­ión de todos los opositores que lo desearan.

Lo del diálogo promovido por AMLO entre los rivales políticos venezolano­s fue usar a México para jugarle de comparsa al dictador, con quien lo hermana una afinidad ideológica robusta. AMLO no fue un tonto útil. Tonto no, útil sí. No es que Maduro le haya visto la cara a López Obrador. En realidad, AMLO nos quiso ver la cara a todos: para el presidente de México, si el abuso antidemocr­ático lo comete alguien de izquierda, declara que él no se mete en asuntos de otras naciones; si el atacado es de izquierda, pone el grito en el cielo (Evo Morales en Bolivia, Lula en Brasil y Pedro Castillo en Perú son ejemplos diáfanos).

Maduro fue el gran ganón de toda esta farsa. López Obrador fue su comparsa. Ebrard, timorato como acostumbra, hizo como que no se dio cuenta. Y el subsecreta­rio promotor del diálogo terminó protagoniz­ando el escándalo internacio­nal que lo embarró como facilitado­r del negocio de intercambi­o de petróleo venezolano por alimentos, carbón y aluminio.

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