Terrorismo en Moscú
El pasado viernes 22 de marzo, a las 19:15 horas locales en Moscú, Rusia, un comando compuesto por al menos cinco personas no dentificadas, que portaban uniformes tácticos, armas de fuego y dispositivos incendiarios, irrumpieron en una sala de conciertos de los suburbios de la capital rusa, llevando a cabo un atentado terrorista en el interior de sala de conciertos del centro comercial Crocus City Hall, en la ciudad de Krasnogorsk, situada en las afueras de la capital, momentos antes de la presentación del grupo de rock Piknik (Пикник), considerada como la primera banda rusa de rock gótico, mismos que fueron evacuados junto a los más de 6 mil 200 asistentes al evento (producto de haberse agotado el boletaje), cobrando la vida de al menos 40 personas, dejando 115 heridos que requirieron hospitalización, cinco de ellos niños, 60 en estado grave, entre los que se cuenta también un menor.
De acuerdo con el Servicio Federal de Seguridad Ruso (FSB), así como con numerosos videos que han circulado en distintas redes sociales, y que dan cuenta del cruel, brutal y despiadado ataque en contra de personas inocentes observándose escenas de pánico en el momento en que los asistentes se agachan detrás de los asientos acolchados del recinto mientras los disparos resuenan fuera del mismo, gritos, la desesperación por tratar de ponerse a salvo agolpándose saliendo del lugar, así como las víctimas que caen el suelo en la entrada del centro comercial y los cuerpos tirados por el impacto de las balas en diferentes espacios del recinto, los agresores habrían accedido al inmueble armados con armas automáticas, disparando numerosas ráfagas de fuego, tanto al interior como al exterior del establecimiento, con ametralladoras en contra de los asistentes ahí presentes, registrándose además una explosión, producto de una granada o bomba incendiaria, causando un incendio que provocó que parte del techo del lugar, en donde se encontraban al menos 100 personas resguardándose del ataque y que fueran rescatadas por los bomberos, se derrumbara parcialmente.
Tanto las autoridades de seguridad rusas, como el alcalde de Moscú, Serguéi Sobianin, expresaron su solidaridad y condolencias con las víctimas y sus familiares, calificándolo como una “Terrible Tragedia” e instando a la comunidad internacional a condenar el ataque, el cual ha sido calificado como un acto de terrorismo por el Comité de Instrucción y la Dirección General del Ministerio de Situaciones de Emergencia de la Federación Rusa, encargados de investigar el caso, anunciándose, en un escueto comunicado, la cancelación de todos los eventos públicos, culturales, deportivos y otros, programados en la capital durante el fin de semana, así como llevar a cabo el reforzamiento en aeropuertos y estaciones de tren.
Rusia ha sido escenario, en los últimos 15 años, de diferentes atentados terroristas. En 2009, un atentado perpetrado contra el tren de alta velocidad Nevski Express, que une a Moscú con San Petersburgo, dejó 27 muertos y más de 150 heridos; en 2010, dos terroristas suicidas de la guerrilla chechena, atribuido por las autoridades a dos mujeres kamikazes, activaron sus cinturones bomba, causando 40 muertos y más de 140 heridos en dos estaciones del metro de Moscú, una de ellas en la estación Lubianka, frente a la sede de los Servicios de Seguridad Rusos; en 2011, un atentado suicida con bomba dejó 37 muertos y 172 heridos en el aeropuerto internacional Domodédovo, en la zona de llegadas internacionales de la capital rusa, reivindicandose la acción el jefe de la rebelión islamista de entonces, el checheno Doku Ukmarov.
De acuerdo con la Fiscalía rusa, este ha sido el ataque terrorista más mortífero en décadas, asumiendo su responsabilidad el grupo terrorista islámico ISIS en una breve declaración publicada por la agencia de noticias Amaq, afiliada a este grupo, en Telegram, echando por tierra la hipótesis de que el ataque pudiera haber sido orquestado por algún grupo Ucraniano, situación que sin duda habría desencadenado una serie de represalias que incluso, en el contexto actual en que se desarrolla la guerra entre ambas naciones, habría podido escalar al grado de emplearse, por parte del ejército ruso, armas nucleares, advertencia que mandos militares han dejado entrever en diferentes ocasiones.
De acuerdo con diferentes fuentes, los servicios de inteligencia de Estados Unidos y Gran Bretaña habrían contado con anterioridad con algún tipo de información sobre la posibilidad de que se llevaran a cabo, en suelo moscovita, ataques terroristas, puesto que sus respectivas embajadas lanzaron llamadas para que sus ciudadanos no visitaran el centro comercial en cuestión. Al respecto, la embajada estadounidense habría monitoreado informes indicando la posibilidad de que se llevaran a cabo planes extremistas inminentes atacando grandes regiones en Moscú.
Hasta el momento en que se escribe esta columna, no se cuenta con la confirmación de que connacionales hayan resultado heridos en estos ataques, así como que grupos de fuerzas especiales rusos como la ROSGVARDIA (Guardia Nacional Rusa), el OMOH (Escuadrón Móvil para Propósitos Especiales) y el SOBR (Escuadrón Especial de Respuesta Rápida), se encontraran peinando la zona en busca de los responsables, que a decir de los líderes de ISIS, se encuentran a salvo en ubicaciones especiales seleccionadas para tal fin.
Este atentado debe hacernos reflexionar acerca de la importancia de la compartimentación de productos de inteligencia entre las diferentes agencias encargas de producirla, sobre todo en este caso, pensando en labores de contrainteligencia que pudieran haber prevenido y neutralizado los ataques, más allá de sesgos políticos, culturales, ideológicos, etc., en beneficio del resguardo de la población civil, quienes son, finalmente, los que resienten sus consecuencias.
Una lección que debemos tener en cuenta en nuestro país, tanto en labores de inteligencia y contrainteligencia, así como del concepto, significado e implicaciones que pudiera tener un atentado terrorista en nuestro territorio. Protocolo es la clave.