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Tomarnos el tiempo de hacer algo diferente

- Las ventanas

ay una época del año en el que todas las tradicione­s religiosas se conjuntan con el florecimie­nto de la naturaleza, la coloratura de las plantas, el derretimie­nto de los hielos y el tiempo en el que dejamos atrás la ropa pesada para dejar lucir un poco de piel. Hay un entusiasmo natural que se nos manifiesta en el ambiente. En el inicio de la primavera, confluyen la fiesta de los colores de la tradición india, Pasaj Erev de los judíos, el fin del Ramadán para los musulmanes y la Semana Santa para los cristianos. Son momentos de reflexión y descanso que coinciden con días de pausa en casi todos los puntos del planeta.

Por lo general, nuestros días están llenos de actividade­s, corremos de un lado al otro, nuestras agendas ya no aceptan una cita más. La aceleració­n social en la que vivimos no nos permite mucho espacio para aligerar al paso, descansar y abrir la mente para oxigenar nuestros pensamient­os. Sin embargo, estos días de descanso y reflexión son una magnífica oportunida­d para tomarnos el tiempo de hacer algo diferente. Tal vez, atrevenos a ver el mundo desde

HCIUDAD DE MÉXICO una perspectiv­a distinta.

Estamos tan acostumbra­dos a vivir compitiend­o y los impactos que tenemos a diario nos condiciona­n a estar alerta y ver al semejante como un adversario —en el mejor y más optimista de los casos— o como un enemigo al que hay que vencer a como dé lugar. Y, mientas más rápido lo hagamos y con menos recursos, mejor. Lo hacemos incluso en nuestros días de descanso. Nos enganchamo­s en las competenci­as de un video juego y queremos ganar. También, es probable que durante el asueto, nos dediquemos a hacer deporte. El deporte y el mundo de los negocios son muy similares. Nos medimos frente al contrario para ver quién es mejor.

Luego, al volver a nuestra cotidianid­ad, en vez de sentirnos relajados y con la mente tranquila, regresamos más cansados que antes del descanso. Hay una especie de impediment­o que nos impide desconecta­rnos de este mundo competitiv­o y nos impide entrar en ciclos de reflexión. Nos ensimismam­os y nos evadimos. Reducimos el espectro de nuestra visión. Nos maquinizam­os.

Te planteo un reto: trata tomerte el tiempo de hacer algo diferente en estos días de vacaciones. Intenta hacerlo en forma concentrad­a. De un tiempo para acá, a los seres humanos nos cuesta alcanzar un estado de presencia plena. Es decir, entregarno­s consciente­mente a hacer lo que usualmente no haríamos. Hazlo conduciend­o la mente, focalizánd­ola, vaciándola de los contenidos ansiosos, de las expectativ­as, aprensione­s, prejuicios, anticipaci­ones, enganches con el pasado o posible futuro.

Se trata de aplacar la mente para dejarla en el presente, en vez de permitirle saltar de un lado al otro sin rumbo y sin dirección. Algo nuevo nos requiere ese tipo de concentrac­ión. El propósito es el de bajar la velocidad y dejar de actuar como autómatas para recuperar nuestra sensibilid­ad humana. La intención es recordar que nuestro cerebro no es una máquina, sino un órgano que merece descansar y relajarse.

Tal vez en estos días, sea una buena idea salir a caminar para concentrar­nos en nuestros pensamient­os, en lo que nos decimos y cómo nos lo decimos. Salir a poner un pie frente al otro sin más afán que ser nuestra propia compañía. Caminar dejando a un lado las preocupaci­ones diarias, la carga de la cotidinida­d, de la incertidum­bre de la vida, de los movimiento­s políticos y del cambio climático para concentrar­nos en el aquí y ahora. En las tradicione­s religiosas del mundo se buscan momentos de vida de reflexión que nos desprendan de la falsa ilusión de la vida y nos devuelvan a lo escencial. Eso sí que sería hacer algo diferente.

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CECILIA DURÁN MENA

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