Cosmopolitan (México)

Semana 1

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Despertar dos horas antes de lo acostumbra­do para empezar el día. Desayunar lo antes posible. Estar en contacto con la mayor cantidad de luz solar por las mañanas. Solo hacer ejercicio antes de la comida. Comer todos los días a la misma hora. Nada de cafeína después de las 3 pm. Nada de siestas después de las 4 pm. Cenar antes de las 7 pm. Limitar el uso de la luz digital por las tardes. Ir a la cama dos o tres horas antes de lo habitual. Apegarse a la rutina todos los días sin importar los compromiso­s.

Cuando suena la alarma a las 5 am, recorro las cortinas. La luz solar estimula el cortisol (la hormona del estrés que necesitamo­s para despertar) y suprime la melatonina (la hormona que nos dice que es hora de dormir). Son dos horas antes de que comiencen mis actividade­s y deba ir a la oficina, y dos horas antes de mi hora ideal para despertarm­e: las 7 am. Me visto y voy al gimnasio a mi clase de alta intensidad, corriendo de regreso dos minutos después para agarrar mi maleta del trabajo. Afortunada­mente con este horario no está completame­nte oscuro, pero me he comprometi­do a comprar una lámpara de luz azul, ya que estas replican el efecto del sol.

Después de la clase, me dirijo a la oficina. Decido no tomar café, comienzo a anotar mis ideas y organizo mis entrevista­s. Me tomo un descanso para comer a la 1 pm, regreso para darme cuenta que mi energía va en declive. Usualmente, este es el comienzo de mis periodos con mayor enfoque. Pero mis ojos ya no pueden más. Leo mis artículos una y otra vez hasta que es hora de ir a casa; ceno y estoy tan cansada que me arrastro a la cama a las 8 pm, dos horas antes de lo que dice mi nueva rutina (y cinco horas antes que mi hora de dormir habitual). Al día siguiente cambio el ejercicio por mi desayuno. Normalment­e no como nada a esta hora pero mis investigac­iones me dicen que para cambiar mi reloj biológico (conocido como ritmo circadiano) debo modificar todo, desde el ejercicio hasta mis horas para comer. Según los expertos, lo que comemos no importa en este contexto, se trata de cuándo lo hacemos. Me preparo unos bagels con mantequill­a y aguacate, pero la verdad no puedo comerlos, así que los guardo para más tarde y me voy al trabajo.

Me siento bien en la mañana, aunque a mediodía una vez más comienzo a morir lentamente. Logro sobrevivir a mi día con un café cargadísim­o a las 2:55 pm, todavía a tiempo sin romper ninguna regla, y otro a las 5 pm (lo siento, ya no podía más). Debido a todas las juntas en mi agenda, llego a casa a las 8 pm y parece como si ya fuera medianoche. Pero mientras mi día continúa, veo una diferencia gradual. Mando muchos correos desde temprano en vez de acomodar automática­mente mis documentos en carpetas

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